Aspasia de Mileto, una mujer extraordinaria

Mileto fue una importante ciudad griega de la antigüedad. Geográficamente estaba situada en la costa occidental de la península de Anatolia, hoy Turquía. Los inicios de la cultura griega se dieron en esta zona precisamente, alrededor del primer milenio a. C. Fue el sitio donde arrancaron los griegos el proceso de colonización de Asia Menor, en particular en las islas del mar Egeo, territorio conocido entonces como Jonia. Todas las polis griegas que surgieron en Anatolia, como Mileto, Delos, Kos, Priene, se convirtieron en un centro de convergencia de las culturas de Grecia, Egipto y Cartago con la persa y la hindú. Mileto fue clave para el inicio de la filosofía en las ciudades griegas, ahí nacieron tres de los más renombrados filósofos de la época, Tales, Anaximandro y Anaxímenes.

Mileto destacaba por su planeación urbana, producto del genio de Hipodamo, que concibió construirla dando una función específica a cada espacio de la misma. A la distancia de los siglos que la separan de nuestro tiempo, todavía es posible caminar por sus calles bien trazadas, las mismas por las que transitaron los ilustres intelectuales del pasado. En la zona de la antigua polis destacan aun los vestigios del gran anfiteatro en el que cabían 15 mil almas, los tradicionales baños romanos del siglo primero d. C., el ágora, corazón de la ciudad, sitio en el que se congregaban los ciudadanos. Asimismo, en la parte norte destacan el santuario Delfineo y su gimnasio.

En esa ciudad nació hacia el año 470 a. C., Aspasia, motivo y razón de estas líneas que hoy comparto con usted apreciado leyente. Su nombre significa «la bella bienvenida». Hija de Acilia, una hermosa cortesana, y de Axíoco, un hombre de familia adinerada, lo que sin duda permitió que Aspasia recibiera una educación esmerada. Las niñas y niños en las ciudades jonias asistían a la escuela pública, de modo que las clases que recibían eran en plano de igualdad. Desde muy joven leyó las obras de filósofos y poetas, particularmente las de Pitágoras, de modo que de él aprendió que el cosmos es número y armonía.

Sofrón, un antiguo arconte que visitó Mileto, conoció a Aspasia. Tenía ella 20 años. Quedó deslumbrado con la inteligencia de la joven, quien además era hermosa físicamente. Decían, quienes la conocieron, que tenía el «soplo» de Afrodita, la diosa de la belleza, y de Atenea, la deidad de la sabiduría, una combinación muy afortunada. Sofrón le habló de Atenas, le dijo que era la ciudad más avanzada de su tiempo y que las mujeres hetairas que vivían allá gozaban de un gran poder y de libertad, que había todo un campo para desarrollar sus conocimientos culturales y políticos, igual que los hombres. Aspasia marchó a Atenas, con el bagaje de su inteligencia prodigiosa y su vasta cultura, para convertirse en la mujer que se atrevió a romper los rígidos paradigmas femeninos, en una época en que aquello ni siquiera era puesto a consideración.

El nombre de Aspasia no destaca en los anales de la historia de su tiempo, ni tampoco se le alude gran cosa en los actuales… ¿Por qué? Por su género, como se dice hoy día…En la sociedad de la época en que le tocó vivir, las mujeres estaban destinadas de manera exclusiva al cuidado del hogar. En las casas de las familias con medios, había un lugar exclusivo para ellas, lo llamaban gineceo, donde acostumbraban pasar el día junto a sus sirvientas y sus hijos pequeños. Pero había otras a las que se les conocía como hetairas. Se trataba de mujeres que recibían una educación privilegiada, expertas en filosofía, en matemáticas, en oratoria, etc., para que atendieran a los varones. No eran concubinas, pero tampoco esposas de aquellos. Gozaban de independencia económica y pagaban impuestos. Aspasia había sido educada para ello.

Cuando llegó a Atenas abrió una escuela de filosofía y declamación para jóvenes. Se hizo de prestigio y fama. La dama de Mileto era una maestra en retórica. Su casa era frecuentada por los más afamados intelectuales. Contribuyó de manera importante al florecimiento de la vida cultural de la polis. Asimismo, brilló como científica y médica, sus investigaciones en ginecología y obstetricia le permitieron diagnosticar y prevenir embarazos de alto riesgo. Tanto así que Aelius, el médico particular del emperador Justiniano I, escribió una enciclopedia médica partiendo de lo escrito por Aspasia. Fue una mujer tan talentosa y preparada que estuvo a la altura de Pericles y Sócrates, por sus grandes aportaciones a la política, a la filosofía y a la ciencia, pero… pero la Historia no le ha dado el sitial que le corresponde.

Su vida se vincula más a la historia de amor que vivió con Pericles, su amante, su esposo más tarde. El político más representativo de los años de gloria de la Atenas que iluminó el mundo de su tiempo y se convirtió en cuna de la cultura de occidente. Plutarco contaba que Pericles se mantuvo como el principal político de Atenas durante cuarenta años. Luchó día a día por mantener su privacidad y ser un modelo para sus conciudadanos. Su calma y autocontrol eran proverbiales, igual que su honestidad en el manejo del dinero público. Fue un gobernante con gran influencia en la sociedad ateniense. Tucídides, historiador y coetáneo, lo llamó «el primer ciudadano de Atenas». Sin duda que el mundo occidental debe su modelo democrático a la experiencia que desarrolló Pericles en el siglo V a. C. Y a su lado estuvo una gran mujer, Aspasia de Mileto.

No fue miel sobre hojuelas para Aspasia ser la compañera de Pericles, con su condición de hetaira. Y no obstante fue esa condición precisamente la que le permitió incorporarse a los círculos masculinos de la sociedad ateniense y destacar como la mujer brillante, inteligente, talentosa, culta, que fue. Tanto ella, como Pericles fueron objeto de inquina, de acusaciones sin fundamento, de burla, de cuanto se les ocurre a los sapos lanzar porque su envidia les hace aborrecer a las luciérnagas.

Aspasia convivió con los hombres más notables de la época de oro de Atenas, con Fidias, Anaxágoras, Jenofonte, Plutarco. También las mujeres acudían a oírla, eran inspiradoras sus disertaciones, su manera de expresarse y de compartir lo que sabía, contaba además con una voz melodiosa. Sócrates y Platón la reconocieron como su maestra. Fue una mujer también, y lo subrayo, muy criticada, llegaron a decir que dominaba a Pericles y que él hacía lo que ella le mandaba. Después de la guerra de Samos, en el año 440 a. C., se ensañaron con ambos sus enemigos políticos, alegando que a instancia suya Pericles había accedido a que Atenas participara, y eso les costó la vida a muchos atenienses. La acusaron también de corruptora de las mujeres atenienses para satisfacer las perversiones de su marido. La llevaron a comparecer ante un tribunal compuesto por mil 500 ciudadanos atenienses. No había elementos que probaran tamaña mentira. Aspasia se defendió con ecuanimidad y estoicismo y Pericles pronunció uno de sus discursos más sentidos y apasionados para salvar a su mujer. El asunto fue desechado.

Vista a la distancia de los siglos y de las transformaciones que han ocurrido, Aspasia tuvo un papel relevante en el ámbito cultural de la democracia ateniense, toda vez que ejerció un rol sustantivo para el advenimiento de la emancipación de las mujeres a través de sus enseñanzas a la juventud ateniense, que abrieron la ruta a la futura participación femenina en la cosa pública, así como en las piezas que escribía a Pericles en las que se alentaba de manera sutil el reconocimiento a la dignidad de la mujer y a su derecho a ser parte activa en los asuntos de su comunidad. No me cabe duda que la presencia activa de Aspasia, aunque la Historia le escatime ese reconocimiento, permitió por primera vez percibir lo femenino en un terreno de exclusividad masculina.

Y esto lo recogieron en sus obras Eurípides y Aristófanes, en su Medea y Lisístrate, respectivamente. Es en el teatro en el que se inaugura, por decirlo de alguna manera, el movimiento emancipador de las mujeres de Atenas. Aspasia jugó un rol determinante en ello, siempre instaba a las mujeres a mandar a paseo sus complejos de inferioridad y a hacer florecer sus talentos intelectuales, físicos y sexuales, porque esa era la manera de sentirse felices y realizadas como personas. Coincidirá usted conmigo en que fue una mujer fuera de serie, adelantada al tiempo en el que le tocó vivir. Tenía agallas, determinación, coraje, reciedumbre, fe en sí misma, entusiasmo, capacidad y una pasión por ser y hacer, características de los grandes líderes.

Supe de Aspasia de Mileto a mis 16 años, cuando leí, no, cuando me bebí, la novela escrita sobre su vida, por una de mis autoras favoritas, Taylor Caldwell: Gloria y Esplendor. Hace tiempo que quería escribir sobre ella. La admiro profundamente. Vale la pena leer sobre ella, su vida es inspiradora. Las mujeres que aman la política, debieran conocer su historia. Es el prototipo del ser humano que no se sabe dar por vencido y siempre, persigue su estrella hasta poder alcanzarla.

Les deseo que hayan pasado una Navidad hermosa, colmada de alegría y esperanza. La conmemoración del advenimiento del hijo de Dios siempre viene acompañada de cuanto nuestro Padre Celestial sabe que necesitamos para ser felices, y su magnanimidad, igual que su amor por nosotros, es infinita. Abrazo grande, desde el corazón.

Licenciada en Derecho, egresada de la UNAM. Posee varios diplomados, entre los que destacan Análisis Político, en la UIA; El debate nacional, en UANL; Formación de educadores para la democracia, en el IFE; Psicología de género y procuración de justicia. Colabora en Espacio 4, Vanguardia y en otros medios de comunicación.

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