Camino de migrantes «visibles-invisibles»

La reciente ola de migrantes que llegó a México y recorrió el país, incluso muchos de ellos de forma legal, con permisos de permanencia temporal o visas humanitarias, llamó la atención de la opinión pública porque su paso previo a la Cumbre de Las Américas en Estados Unidos podría ser interpretado como una señal política a los gobiernos tanto de México como de la Unión Americana, pues la mayoría de los migrantes provenían de Venezuela.

Más allá de las interpretaciones políticas del fenómeno, que deben ser muchas, no hay que perder de vista que desafortunadamente las personas que integran esos grupos, que incluyen niños, es decir, familias completas, viven un verdadero viacrucis y arriesgan su vida para llegar a la frontera mexicana con el vecino del norte para solicitar un asilo, cuya decisión podría tomar mucho tiempo.

Sin embargo, al humilde escribiente llama mucho la atención que esos hombres y mujeres “misteriosamente” se pierden de vista para los gobernantes, medios de comunicación y ciudadanos en general, pues al final de su travesía nada se sabe de ellos, si lograron cruzar y los asilaron, si los deportaron de nuestro país o decidieron regresar a su tierra natal.

Son muy pocos los que se observan en imágenes de medios de comunicación que abordan autobuses o aviones custodiados por autoridades federales para viajar de Coahuila, Nuevo León o Tamaulipas, a la frontera sur de México, para de ahí continuar su aventura y regresar a sus países de origen.

Los norteamericanos tampoco informan cuántos de estos migrantes logran el asilo y reunirse con familiares o amigos que ya los esperan del otro lado del «charco», es decir, que sólo en su paso «legal» o «ilegal», restringido por los gobiernos, incluso por la delincuencia organizada y con manifestaciones o actos públicos, son considerados por unos días por la opinión pública y los propios gobernantes.

La última caravana que arribó al norte de México estaba conformada por un gran número de venezolanos quienes, por sus propios testimonios, daban cuenta de que llegaron en forma legal al país y promovieron sus permisos correspondientes para estar temporalmente y en forma legal.

Sin embargo, parecía una broma de mal gusto para ellos o una muy mala jugada de los gobernantes, pues mientras el Instituto Nacional de Migración expedía permisos, los gobiernos estatales solicitaban sus papeles y lograban demorar su salida para llegar a la frontera.

Nadie explicó por qué las líneas de transporte foráneo de autobuses les negaban la venta de boletos para viajar a la frontera, y muchos de ellos perdieron sus pasajes pues las autoridades estatales impidieron continuar su travesía.

Grupos de personas caminaron de Monterrey a Saltillo o Monclova para seguir su camino y evitar que sus papeles de estancia temporal vencieran, incluso en algunos casos su caminata carretera estuvo acompañada de policías y patrullas que cuidaron su trayecto.

El problema del fenómeno es que esas familias, mujeres embarazadas, hombres desesperados por la situación económica y laboral, caminan e invierten el poco dinero que les queda en medio del peligro y la incertidumbre con estrategias gubernamentales, confusas, ventajosas y que en el fondo sí atentan contra los derechos humanos de los migrantes, que ahora son engañados también por las autoridades de este país.

En la interpretación adicional y conspiradora del fenómeno, la conclusión es que los migrantes son utilizados por los gobernantes para fines políticos, sin importar sus vidas y si logran o no llegar a su destino final. Si son grupos usados, es aún más lamentable porque muestran que las estrategias de ataque político y gubernamental son cada vez más bajas y denigran a la política y la gobernanza… y por consecuencia a la sociedad mexicana.

Autor invitado.

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