Campañas y candidatos para el siglo XXI

En breve estaremos entrando de lleno a dos procesos eleccionarios en Coahuila: Gubernatura e integración de la nueva Legislatura local. El ambiente se estará caldeando… ¿de verdad? Me pregunto si será más de lo mismo.

Tenemos un alto índice de abstencionismo, y espero que los partidos políticos y sus candidatos atiendan ese problema con lucidez y estrategia. Y también que le den motivos y razones al electorado para ejercer su derecho al voto el primer domingo de junio del presente año. Que cuiden lo que van a prometer que harán llegados al cargo porque la gente está hasta la coronilla de que le prometan cosas que no van a cumplir. Eso es parte sustantiva de la falta de interés de muchos para participar en las elecciones.

Los partidos políticos también tienen al respetable hasta la ídem, en mucho su actuación ha contribuido a la repulsa hacia todo que tenga que ver con política, a más de considerar a esta como sinónimo de porquería. A ver si ponen cuidado con los hombres y mujeres que propongan para integrar el Poder Legislativo de casa. Y ya entrados en gastos, sería también sano, y esto nunca se ha hecho, de que las organizaciones sociales y los medios barajaran perfiles de personas que pudieran ser consideradas para integrar el gabinete.

Si la nueva visión del ejercicio del poder público es sumar a la sociedad este sería un acercamiento muy importante. Claro, implica romper paradigmas, y a los humanos nos cuesta mucho trabajo, y en los círculos del poder más, por aquello de la madeja de intereses que se entrelazan. Pero ya es hora de hacer las cosas de otra manera. A ver si se tienen la inteligencia y sobre todo la grandeza de que sean personas capaces y sin lastres de sinvergüenzadas las que lleguen a los puestos públicos a servir, no a servirse, como es ahora. El país necesita a gritos redireccionarse, ojalá que Coahuila sea pionera en ello.

¿Qué son las campañas electorales? Se trata de procesos intensos de proselitismo dirigido a los electores, que llevan a cabo los partidos y sus candidatos, con la finalidad de allegarse los votos de la ciudadanía. Las campañas son parte sustantiva de un sistema democrático, a través de ellas se busca construir mayorías electorales estables que contribuyan a sustentar la legitimidad social.

Estos procesos han vivido diferentes etapas, distintas maneras de hacerse. Pero como todo evoluciona y tienen que adaptarse a la realidad del tiempo en que transcurren, también ha ido cambiando la forma de hacerse.

En México hasta hace poco se trataba de sainetes disfrazados de democracia, con un pobre nivel de competencia y de movilización electoral con arreos. A más de que ya se sabía quiénes iban a ser los ganadores. Eran esquemas muy populistas y no han desaparecido del todo. De hecho el actual partido en el poder y su tatuán los utilizan a lo grande y sin ningún prurito. Nomás vea como andan sus «corcholatas» y sus promotores pagados con dinero público.

El Plan B de López, es una regresión al pasado. Y no tiene ma… cuando dice que es por austeridad semejante «destazamiento» del árbitro electoral, o sea del INE. ¿Sabe cómo tendríamos elecciones baratas? Con educación, es el mejor instrumento para generar libertad de pensamiento, de expresión, de participación en los asuntos de la comunidad, de conciencia de ciudadanía, de dimensionamiento claro de las tareas de los gobernantes y de los derechos y deberes de los gobernados.

Por eso ningún  Gobierno de los que ha tenido esta amada república les ha interesado invertir en ella. Entre más cerrada la inmensa mayoría que habitamos este país, más fácil es la manipulación y la preservación del borreguismo.

Esto debe cambiar, debiera ser impostergable en la agenda política de todos los gobernantes. México ya es otro, ni de broma es el del pasado que manipulaban a su antojo, chueco o derecho, como decía mi tía Tinita, va tomando matices que antes no tenía.

Las estructuras económicas y políticas de la década de los ochentas en Latinoamérica sumadas a la revolución tecnológica, abrieron la puerta a una sociedad que empezó a tener acceso a la información de manera distinta a la tradicional, y el conocimiento empezó a fluir diferente.

Y todo esto ha traído cambios profundos en la forma en que se accede, se controla, se ejerce y se reproduce el poder público. Bajo esta nueva realidad, las maneras de hacer campaña han experimentado cambios en la forma de conceptualizarse, de hacer proselitismo, de allegarse financiamiento y por supuesto, de comunicarse y movilizar a los electores.

Las campañas de ayer no estaban sustentadas en confrontaciones reales ni en debate público. Las disfrazaban de democráticas, nada más lejos de eso. La libertad de elección era un mito, con ellas se cobijaban las decisiones autoritarias con embozo democrático. Eran campañas de templete, con arengas incendiarias, en las que no faltaban perros y borrachos.

El acarreo de gente absolutamente desvergonzado el día de la jornada electoral por parte del oficialismo. La oposición gritaba, debatía, les restregaba sus porquerías en la cara, y las victorias llegaban a cuentagotas. Había que tener las convicciones muy firmes, limpiarse el polvo y prepararse para la siguiente refriega. A su «clientela» el oficialismo la mantenía a su disposición con dádivas en efectivo o en especie. De tal suerte que la competencia era absolutamente dispareja. Era la época de los mítines, el papel del elector pasivo, se limitaba a escuchar y a apoyar al que les ordenaban.

¿Ha cambiado este «rito protocolario»? No del todo. No obstante va a abriéndose paso una manera distinta de disputarse y ejercerse el poder político. Las campañas se han ido volviendo más competitivas. En México el trayecto hacia esa nueva concepción de hacer política no permea del todo.

A los políticos tradicionales, a querer o no, les va quedando claro que hay una ley natural que no pierde vigencia: renovarse o morir. En esta nueva sociedad de la información y el conocimiento, partidos y candidatos disponen de una mayor información sobre los electores, sobre la elección y sus adversarios. Asimismo, los electores cuentan con más información respecto a los aspirantes, vía los propios partidos, los mismos candidatos, terceros o los medios de comunicación. También hacen lo suyo las encuestas, bases de datos, blogs, Facebook, Instagram, Twitter, telefonía móvil, etc. La velocidad e inmediatez de las comunicaciones impactan el timming de los procesos.

El proselitismo, como ya lo destacamos, se hace con mayor precisión y conocimiento de la situación de los votantes. Se conocen su domicilio, su afiliación política, su nivel socioeconómico, dónde trabaja, para quién trabaja, incluso si tiene beneficios de programas gubernamentales.

Esto ha facilitado el que pueda recurrirse al proselitismo telefónico, por contacto directo o por Internet, que sirve para promover a favor en contra el voto de un determinado candidato o partido. De esta suerte, se convierte en un instrumento que ofrece ventaja competitiva en la disputa por el poder. Por otro lado, las encuestas electorales «orientan» a muchos electores a emitir su voto por el que lleva la delantera.

El Internet ha cambiado la forma de hacer política y de impulsar las campañas, privilegiándose las mediáticas y las ciber campañas sobre las de contacto directo con el votante. En este nuevo concepto, la comunicación emocional tiene un peso específico en la construcción de consensos sociales y como instrumento sine qua non para obtener victorias electorales.

Esta comunicación demanda mover afectivamente al elector, tocando sus cuerdas sensibles, es decir, despertando sus sentimientos y emociones. De ahí también que los candidatos tengan perfiles diferentes a los del pasado.

Se requieren aspirantes con mayores habilidades para desempeñarse ante los medios de comunicación, con competencias, conocimientos, inteligencias múltiples y con una mejor imagen pública. La comunicación está orientada a significarle algo al elector, su validez no recae precisamente en lo que expresa el que emite, sino en lo que entiende el receptor.

Las campañas de propuestas y compromisos, apuntan los expertos, son básicamente para los observadores y críticos de la política en la nueva sociedad de la información y el conocimiento, pero no son útiles para obtener el consenso de los electores, toda vez que estos no votan ni por el plan de  Gobierno o por la plataforma programática que les presentan partidos y candidatos, lo que define su sufragio es la confianza y la cercanía que les genera el o la aspirante, eso es lo que hace el clic emocional de los electores que le dan la victoria.

Hasta aquí lo dejo. Hay más, pero mucho más en el tema. Hago votos porque en Coahuila la gente indague los motivos por los que se busca el cargo público y que conozcan las trayectorias, que no se conformen con lo que dice la propaganda electoral, y lo más importante, que no le den oportunidad a los sinvergüenzas.

Licenciada en Derecho, egresada de la UNAM. Posee varios diplomados, entre los que destacan Análisis Político, en la UIA; El debate nacional, en UANL; Formación de educadores para la democracia, en el IFE; Psicología de género y procuración de justicia. Colabora en Espacio 4, Vanguardia y en otros medios de comunicación.

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