Canícula y golpe caluroso

Los humanos, además de animales, somos homeotermos, mantenemos la temperatura corporal constante en determinados límites, aunque la temperatura ambiental sea extremosa. La temperatura de nuestro cuerpo se mantiene alrededor de los 37 grados centígrados, por encima de 37.5 grados ya es anormal. ¡Algunos son más animales que humanos, sobre todo los políticos animales, muy diferente a un animal político!

El hipotálamo de nuestro cerebro cuenta con un termostato para equilibrar nuestra temperatura. En la piel y en diversos órganos contamos con sensores nerviosos a la temperatura, encargados de enviar información al cerebro, si hace frío nuestro cuerpo produce calor interno y trata de retenerlo, si el ambiente es caluroso, nuestro cuerpo elimina calor.

Las causas ambientales de elevación de la temperatura se deben a temperatura ambiental alta con o sin humedad atmosférica elevada o sobrecarga de calor por radiación de los automóviles o los edificios. El aumento de la humedad ambiental propio de la próxima canícula provoca que, si la temperatura ambiental en el termómetro registra 36 grados, la sensación puede ser de 40. La humedad ambiental impide la disipación del calor de nuestro cuerpo.

En estas circunstancias, el riesgo de agotamiento o colapso por el calor aumenta, manifestándose por debilidad, dolor de cabeza, mareo, náuseas y vómitos, pudiendo avanzar hasta la incoordinación muscular y pérdida de la conciencia, con palidez de la piel, sudoración profusa, aunque la temperatura corporal se mantiene normal. El hipotálamo mantiene el equilibrio.

En estos casos se recomienda buscar un lugar sombreado y ventilado de ser posible, mantenerse acostado, aplicar compresas de agua fría en la cabeza para proteger el cerebro, el órgano más sensible, beber agua fresca en pequeños sorbos, con un poco de sal (una cucharadita de sal por litro de agua). En estos tiempos puede ser difícil conseguir agua potable, si no la encuentra, «de perdida» chínguese aunque sea una caguama bien helodia, con limón y sal (que no sea tortuga) casi seguro que esas han llegado hasta los más recónditos lugares de nuestro México. Me refiero a la cerveza, no a las tortugas. Con estas medidas puede resolverse este colapso por el calor.

Si el colapso de calor avanza, se denomina golpe de calor durante el cual el hipotálamo ya no responde para mantener el equilibrio térmico. Puede haber falla de órganos vitales, la temperatura en estos casos está fuera de control, 39, 40 grados, la piel seca y caliente, puede haber ideas delirantes, confusión y coma cerebral con pérdida de la conciencia. Esto es una urgencia médica. Debe recurrirse a un médico de inmediato.

Las personas con mayor riesgo de golpe de calor son adultos mayores, deportistas, trabajadores del campo, los diabéticos descontrolados y personas tratadas con sedantes, diuréticos y medicamentos para la presión alta.

Para prevenir estos golpes se recomienda ingerir líquidos de acuerdo a la sudoración, más de dos litros diarios, añada sal normal a sus alimentos, moderar el trabajo y el ejercicio a altas temperaturas, usar ropa fresca de algodón en colores claros para disipar el calor, los colores obscuros retienen el calor corporal y absorben el ambiental, los colores blancos reflejan el calor ambiental y facilitan la disipación del calor corporal.

La canícula o «calma chicha», es la temporada del año más calurosa, inicia con el solsticio de verano, el 21 de junio. En esta temporada el sol hace su recorrido directamente sobre el ecuador de la tierra. La expresión latina canícula, significa perrita, deriva de canis = perro y designa la estrella de Sirio o perro, en la constelación Can Mayor cuyo nacimiento helíaco (de sol) coincide con la época más calurosa del año. Calma deriva del griego kauma = calor sofocante. Chicha deriva del francés chiché = avaro. Calma chicha es una expresión para definir un calor abrumador o sofocante con ausencia (avaricia) de corrientes de aire por parte de Eolo, a quien Zeus le confirió el poder de controlar los vientos.

Lea Yatrogenia

Egresado de la Escuela de Medicina de la Universidad Veracruzana (1964-1968). En 1971, hizo un año de residencia en medicina interna en la clínica del IMSS de Torreón, Coahuila. Residencia en medicina interna en el Centro Médico Nacional del IMSS (1972-1974). Por diez años trabajó como médico internista en la clínica del IMSS en Poza Rica Veracruz (1975-1985). Lleva treinta y siete años de consulta privada en medicina interna (1975 a la fecha). Es colaborador del periódico La Opinión de Poza Rica con la columna Yatrogenia (daños provocados por el médico), de opinión médica y de orientación al público, publicada tres veces por semana desde 1986.

Deja un comentario