La democracia de los seres humanos, suele ser muy caprichosa y puede sorprender a propios y extraños, sus resultados además no necesariamente significan avances o hechos positivos para los grupos que participan de ella, pero sin duda la democracia es el único sistema en apariencia justo y correcto para que los seres humanos decidan sus destinos.
Los resultados de la reciente elección en Estados Unidos, una de las más importantes en el mundo y obviamente para nuestro país de gran relevancia, significaron, entre otras muchas cosas, que la decisión de los ciudadanos siempre se basa en resultados, pero también en las formas, y en política, decían, las formas son fondos.
Al parecer en el vecino país, Donald Trump es el mejor ejemplo de que no todos los que votan en su país consideran correctas sus formas aún y cuando se ofrecieron buenos resultados.
Joe Biden, no era ni por mucho, mejor o peor candidato que el actual presidente de la Unión Americana, pero significaba como figura opositora la única alternativa de cambio para sacar de la Casa Blanca a un personaje que constantemente mentía a sus gobernados.
Adicional a ello el presidente que buscaba la reelección no hizo una buena campaña y cuando tenía la oportunidad de ganar terreno en el segmento de los indecisos perdió tiempo en ataques y justificaciones de la difícil situación de salud que vive el pueblo norteamericano.
Para muchos el manejo presidencial de la pandemia, era una sentencia de derrota que sólo podía revertir si se disponía de la vacuna antes de la elección, sin embargo, las dosis no llegaron y la reelección presidencial tampoco.
En el análisis a conciencia sobre la presidencia de Trump y su falta de habilidad para mostrar sus logros, falló él y fracasó su equipo de trabajo, pues con un cambio de actitud cuyos mensajes pidieran a los americanos conformar su segunda parte del proyecto para lograr que el país mejorara.
El candidato demócrata, aparente ganador de la contienda, realizó una campaña de fondos y formas que mostró el rostro de una sociedad cansada de las mentiras y los ataques y aunque también con un perfil populista, la naturaleza de su origen político lo convierte en un posible presidente más negociador y con menor intención de dividir a su país.
Más de 100 millones de norteamericanos emitieron su voto y con pandemia incluso, demostraron que las formas que su sistema les permiten, podían emitir su decisión que ahora es altamente cuestionada por el presidente que no acepta su derrota y que argumenta fraudes y robo de la elección sin presentar pruebas fehacientes.
Para México la noticia no debe causar revuelo, enojo o alegría, de todas formas, hay que chambear y convivir con los vecinos, sin embargo, para la clase política mexicana y para el nuevo proyecto federal de gobierno, los resultados de la elección también significaron un balde de agua fría por la amplia y documentada relación muy estrecha entre los actuales presidentes de ambos partidos.
El presidente Donald Trump aún tiene tiempo para dejar un legado político y convertirse en uno de los gurús de los republicanos, si acepta los resultados de elección y destaca que hoy su país, a pesar de ser el número uno en el mundo con muertos y contagios de COVID-19, es la única nación con un crecimiento económico destacable y con generación de empleos, además de ser uno de los pocos presidentes que no participó en guerras armadas, su mejor guerra fue a través de la política y la economía.
El mensaje de la democracia es muy claro e incluso caprichoso, pero es un llamado a los gobernantes a no pretender eternizarse en el poder, al menos en América, evitar la soberbia y el populismo extremo y nunca subestimar a un pueblo que se cansa de las mentiras y escasos resultados.