De acuerdo a lo dispuesto por la legislación electoral, el pasado jueves 18 de enero concluyeron las precampañas de quienes pretenden ser postulados a un cargo de elección popular en el ámbito federal, en los comicios del próximo 2 de junio. Como es natural, las dos precampañas más visibles fueron las de quienes aspiran a ser presidente de la República. Ambas mujeres: Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum.
Durante sesenta días, las dos precandidatas se dieron a la tarea de recorrer el país, hasta la conclusión de esta fase del proceso electoral. En el que se definió como «acto de cierre», en el caso de Xóchitl Gálvez se celebró en la Arena Ciudad de México el domingo pasado. Es decir, cuatro días antes del término de la precampaña.
Fue un acontecimiento redondo por exitoso, según han opinado no pocos analistas, incluidos varios de los que en las semanas anteriores habían adoptado un tono severamente crítico hacia la precandidata.
Exitoso además porque sin humillantes acarreos ni tortas, sin frutsis y mucho menos alguna paga, con más de veinte mil asistentes, el local registró lleno total. Más aún: no pudieron tener acceso cientos, quizás miles de personas, por haberse completado el cupo. Por fortuna el acto fue transmitido por las redes sociales.
Además, el cierre de precampaña resultó redondo por el magnífico discurso de Xóchitl. Se dice que un buen discurso es aquel que logra convencer de algo. En el caso no era necesario, porque quienes colmaron la Arena están convencidos de la causa de la precandidata. La pieza oratoria fue buena por sencilla, por clara y sin rebuscamientos retóricos. Buena porque motivó a los asistentes y los entusiasmó para iniciar con gran ánimo la batalla que pronto habrá de iniciar, al arrancar, ahora sí, la verdadera campaña política.
En su sencillez, el discurso de Xóchitl tuvo la virtud de encontrar la triple raíz de la «crisis profunda y dolorosa», que en su recorrido por el país vio la precandidata. Realidad que —dijo— «está destruyendo el alma de México». Porque «con este gobierno, con este presidente, México está perdiendo tres valores fundamentales». Los valores de la vida, de la verdad y de la libertad.
Expuso cómo se ha venido perdiendo el valor de la vida: cuando el gobierno no se conmueve ante la muerte de sus propios ciudadanos, cuando abraza a los criminales y culpa a las víctimas, cuando borra de un plumazo a los desaparecidos, cuando el presidente se ríe a carcajadas de las masacres y usa a nuestros soldados y marinos para satisfacer sus caprichos, dejando al pueblo a merced de los delincuentes. Este gobierno no valora la vida al ser responsable de la muerte de más de un millón de mexicanos: 800 mil por la mala gestión de la pandemia, 175 mil por la violencia y el crimen y 125 mil por la destrucción del sistema de salud y el desabasto de medicinas.
«¡Carajo! con un millón de muertos, ¿cómo —preguntó Xóchitl— pueden ofrecer continuidad?» Continuidad —señaló— es impunidad, mediocridad, inseguridad y falsedad.
Dio ejemplos también de la realidad lacerante que en los últimos cinco años ha vivido el país, para demostrar cómo se ha perdido el valor de la verdad, al tener un presidente que miente todos los días; y la pérdida, igualmente, del valor de la libertad al dinamitar las instituciones democráticas, todo «por su maldita ambición de poder».
Frente a este desolador panorama, convocó a «luchar para traer la vida a donde se pasea la muerte; para traer la verdad a donde hoy reina la mentira, para defender la libertad donde hoy gobierna el miedo».
La ley, según la interpretación de la autoridad en la materia, no permite en esta etapa del proceso electoral formular propuestas. Pero con el discurso pronunciado por la precandidata, al ofrecer un diagnóstico preciso de la realidad que los mexicanos estamos viviendo, al relacionarla con la triada de valores que se van perdiendo y hasta por el simple sentido común, ni falta hizo mencionarlas por ahora. Ya habrá tiempo, muy pronto, cuando la campaña arranque, de presentarlas con precisión y detalle. Ya habrá tiempo.