Creo en Dios

En abril de 1929, Albert Einstein recibió un telegrama del rabino Herbert S. Goldstein de Nueva York. El telegrama le hacía una pregunta: «¿Crees en Dios? Se trataba de buscar una respuesta al arzobispo católico de Boston, que se había burlado de su teoría de la relatividad, por considerarla «especulaciones confusas». Einstein le respondió a Goldstein: «Creo en el dios de Spinoza, que se revela en la armonía legítima del mundo, no en un Dios que se preocupa por el destino y los hechos de la humanidad».

Se refería a Baruch Spinoza, filósofo holandés considerado uno de los grandes racionalistas del siglo XVII. Sus puntos de vista fueron extremadamente naturalistas sobre Dios, el mundo, el ser humano y el conocimiento. Su pensamiento fue considerado tan peligroso, que fue excomulgado por la congregación judía de Ámsterdam, acusado de «herejías abominables» y «hechos monstruosos».

Pero ¿Qué herejía cometió? Su pecado fue decir que veía a Dios no en la Biblia, sino en las leyes físicas del universo y que su texto sagrado era el libro de la naturaleza. En una visión moderna, Spinoza fue cancelado por escribir que Dios diría: «Deja de rezar. Lo que quiero que hagas es salir al mundo y disfrutar de tu vida. Quiero que cantes, te diviertas y disfrutes de todo lo que he hecho para ti.

»Deja de entrar en esos templos fríos y oscuros que tú mismo construiste y decir que son mi casa. Mi casa está en las montañas, en los bosques, ríos, lagos, playas. Ahí es donde vivo y ahí te expreso mi amor. Deja de culparme por tu miserable vida. Nunca te dije que te pasaba algo o que eras un pecador, o que tu sexualidad era algo malo. El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes por todo lo que te hicieron creer.

»Deja de leer supuestas escrituras sagradas que no tienen nada que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijo. ¡No me encontrarás en ningún libro! Deja de preguntarme “¿me dirás cómo hacer mi trabajo?” Deja de tenerme tanto miedo. No te juzgo ni te critico, ni me enojo, ni me molesto. Soy puro amor.

»Deja de pedir perdón, no hay nada que perdonar. Si yo te hice, te llené de pasiones, limitaciones, placeres, sentimientos, necesidades, inconsistencias, libre albedrío. ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que pongo en ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si soy yo quien te hizo?

»¿Crees que podría crear un lugar para quemar a todos mis hijos que se portan mal por el resto de la eternidad? ¿Qué tipo de dios haría eso? Respeta a tus compañeros y no hagas lo que no quieras para ti. Todo lo que te pido es que prestes atención en tu vida, que el estado de alerta es tu guía.

»Amados míos, esta vida no es una prueba, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio del paraíso. Esta vida es lo único aquí y ahora y es todo lo que necesitas. Te he dejado absolutamente libre, sin premios ni castigos, sin pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro. Eres absolutamente libre de crear en tu vida. Cielo o infierno. No puedo decirte si hay algo después de esta vida, pero puedo darte un consejo. Vive como si no la hubiera. Como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, amar, existir.

»Entonces, si no hay nada después, habrás disfrutado la oportunidad que te di. Y si lo hay, tenga la seguridad de que no le preguntaré si se comportó bien o mal, le preguntaré. ¿Te gustó? ¿Te divertiste? ¿Qué disfrutaste más? ¿Qué aprendiste?

»Deja de creer en mi. Creer es asumir, adivinar, imaginar. No quiero que creas en mi, quiero que creas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando beses a tu amada, cuando arropes a tu pequeña, cuando acaricies a tu perro, cuando te bañes en el mar.

»Deja de alabarme, ¿Qué clase de dios ególatra crees que soy? Estoy aburrido de que me elogien. Estoy cansado de que me den las gracias. ¿Te sientes agradecido? Pruébalo cuidándote a ti mismo, tu salud, tus relaciones, el mundo. ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de elogiarme. Deja de complicar las cosas y de repetir como perico lo que te han enseñado de mí. ¿Para qué necesitas más milagros? ¿Tantas explicaciones?

»Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas». Yo creo en ese Dios.

Es editorialista de diversos medios de comunicación, entre ellos Espacio 4, Vanguardia y las revistas Metrópoli y Proyección Empresarial, donde escribe sobres temas culturales, religiosos y de ciencia, tecnología e innovación. Es comentarista del noticiero “Al 100” de la estación de Radio La Reina de FM en Saltillo.

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