De tumbo en tumbo

«Mientras tengamos congreso, no hay progreso». La frase del dictador Antonio López de Santa Anna, presidente de México entre 1833 y 1847, la deben compartir los sectores inconformes por el presupuesto 2022 recién aprobado por la Cámara de Diputados. La historia se repite año con año, pero esta vez la reacción ha sido mayor. El fracaso en redondo de las oposiciones para reorientar una parte del gasto federal les quitó banderas políticas y las debilitó aún más. La derrota del PAN, PRI, PRD, Movimiento Ciudadano y los poderes afines constituye una victoria para el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien, con ese triunfo, participó en la reunión trilateral con sus homólogos de Estados Unidos y Canadá celebrada en Washington.

Para mayor iracundia de los oponentes de la Cuarta Transformación (así lo reflejaron los analistas y medios de comunicación sintonizados con ellos), el balance de los encuentros de AMLO con Joe Biden y Justin Trudeau, aunque sin grandes acuerdos (no podía haberlos después del paréntesis de cinco años en ese tipo de cumbres), resultó positivo. «México, que durante mucho tiempo ha tenido una posición débil en la relación con sus vecinos, ha ganado una influencia considerable en un año signado por la ola migratoria procedente de América Latina que fue impulsada por la pandemia» (The New York Times, 19.11.21).

Duncan Wood, vicepresidente de estrategia del Wilson Center, declaró a Katie Rogers y Natalie Kitroeff, del influyente diario: «El equilibrio de poder entre el gobierno mexicano y el gobierno de Estados Unidos ha cambiado debido a las circunstancias, (los funcionarios mexicanos) saben que pueden afectar a la administración Biden, y saben que la administración Biden lo sabe». Lo importante no es, por supuesto, la conveniencia de López Obrador, sino la del país. México debe aprovechar la coyuntura para fortalecer los lazos con sus socios comerciales y obtener las mayores ventajas, como Estados Unidos y Canadá las procuran, en un marco de colaboración, respeto recíproco y acatamiento a las reglas.

En el tema del presupuesto 2022, las circunstancias también fueron cruciales. La ciudadanía pudo retirarle al presidente López Obrador la mayoría en el Congreso en las pasadas elecciones intermedias, como lo hizo en la segunda mitad del sexenio de Ernesto Zedillo y en los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto, pero prefirió refrendar su voto a la coalición Juntos Hacemos Historia formada por Morena y los partidos Verde y del Trabajo. La alianza Va por México (PRI-PAN-PRD) fue incapaz de persuadir al electorado de cambiar de rumbo y apoyar a sus candidatos. Prueba irrefutable de su crisis de liderazgo y de que los votantes, contra lo que se diga, sí tienen memoria.

La mala imagen de los diputados (sin importar partido) se la han ganado a pulso. En las encuestas nacionales de confianza en las instituciones siempre aparecen en los últimos lugares. La reelección no cambió la percepción, pues su compromiso y lealtad no ha dejado de ser con las siglas e intereses partidistas, cuando debería serlo con la ciudadanía a la que representan. La democracia participativa promovida por el presidente López Obrador también lo favorece. La consulta sobre la revocación de mandato del año próximo afianzará su liderazgo, mientras las oposiciones y sus patrocinadores van de tumbo en tumbo. No de balde Morena lidera la intención de voto para las elecciones del año próximo en seis estados.

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