Desdén por la ortografía

O sea: no es lo mismo decir «se subió a un púlpito», que «se subió a un pulpito».

Resulta en verdad difícil de creer y hasta cierto punto preocupante, por la actitud de pereza intelectual y de apatía que ello implica, el desdén o menosprecio que desde hace ya un considerable número de años demuestran en lo general las nuevas generaciones por la ortografía.

¿Cómo convencer a nuestros jóvenes, no sólo a los que cursan carreras sobre ciencias sociales y humanas sino también a los que estudian carreras técnicas y científicas, sobre la trascendencia e importancia de escribir correcta o incorrectamente nuestro idioma?

Yo lo expondría así: si piensas que es lo mismo decir mérito que merito; secretaria que secretaría; tuvo que tubo; ame que amé; ésta que está; púlpito que pulpito; crédito que credito; sólito que solito; más que más; sólo que solo; aún que aun; tú que tu; él que el; sí que si; hay que ¡ay!… y muchas cosas más, entonces sí continúas desdeñando la ortografía, arriesgándote a decir, cuando lo hagas por escrito, muchas cosas muy diversas… ¡a las que en realidad quieres decir!

La coma es fondo

Todos alguna vez hemos oído los dos ya clásicos ejemplos: no es lo mismo «calcetines de lana para caballeros», que «calcetines para caballeros de lana», ni es lo mismo —¡clásico de clásicos!— «Sufragio efectivo. No reelección», que «Sufragio efectivo no. Reelección», diferenciaciones por demás trascendentes y, en muchas ocasiones, de consecuencias graves muy difícilmente remediables.

No hace mucho tiempo leí casualmente un escrito (de la vida real) en el que una de las partes (X) se comprometía a otorgar un reconocimiento a un organismo, en agradecimiento a que el mismo, es decir, el organismo, le daría un apoyo. En la redacción respectiva se leía: «X se compromete a hacer un reconocimiento, por el apoyo otorgado al organismo». Obviamente, la pequeña e insignificante coma mal ubicada cambia todo el sentido de la oración, pareciendo que a quien se otorgó el apoyo fue, no a X, sino al organismo, que es quien lo iba a otorgar.

Desde luego, lamentablemente nuestro dicho «la coma es fondo» se podría fácilmente confirmar con un sinnúmero de escritos de la vida diaria. Alguna vez leí, por ejemplo, que alguien manifestaba: «eran sólo dos mil pesos, más lo que le debía», cuando lo que se quiso decir fue: «eran sólo dos mil pesos más, lo que le debía». En otra ocasión alcancé a leer un improvisado letrero que algunos entusiastas del fútbol habían hecho en una pequeña hoja de papel, y el mismo decía: ¡Te queremos blanco! Desde luego, en lugar de ¡Te queremos, Blanco!

A mayor abundancia, como elegantemente suelen decir los abogados, leí alguna vez también: «Un anciano fue atropellado por un cafre del volante, cuando éste (¿el cafre del volante?) intentaba atravesar la calle».

Da la impresión, tristemente, de que tomamos en nuestra mano las palabras y los signos de puntuación y nomás los dejamos caer… ¡caigan donde caigan!, como si estuviéramos jugando a «la matatena».

Y, por supuesto, si la coma es fondo, también lo será el punto y seguido, el punto y aparte, el punto y coma, los dos puntos… ¡y todos los restantes signos de puntuación!

No está de más considerar que la claridad en la redacción presupone la claridad de entendimiento y que tratándose de la redacción… ¡el orden de las palabras sí altera el producto!

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