Difíciles reformas

Es propio del momento y del encargo presidencial no desalentarse por el adverso resultado de la intermedia. El hecho es que el partido del presidente no tiene mayoría en la Cámara de Diputados. Sus aliados tienen agenda propia. Tan es así que el PT ha marcado distancia de llevar a la Guardia Nacional a la militarización total y de eliminar a los diputados plurinominales.

Con habilidad, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) distrae con la idea de sumar a diputados del PRI, cuando no cuenta ni con sus aliados. La única reforma que parece posible, remota, es regresar al esquema monopólico estatista del sector eléctrico. El presidente no atiende a una de las evidencias constatables de las elecciones pasadas: la confiabilidad del INE. A contrapelo, insiste en cambiar a los consejeros para lograr una auténtica independencia. En lo de bajar el costo, oculta que una proporción importante del gasto electoral concierne al padrón y la credencial de votar, por cierto, el instrumento más confiable de identificación de los mexicanos y producto de la desconfianza de que sea el gobierno quien se responsabilice de dicho documento ciudadano.

El país requiere de reformas, no contrarreformas. El presidente no es confiable como para emprender reformas de gran calado, no lo es para la oposición ni para buena parte de la sociedad. Por su estilo de gobernar, la colaboración es sometimiento, el acuerdo renuncia a lo propio. Las iniciativas recientes aprobadas por el Congreso no solo son discutibles en sus beneficios, sino que la mayoría de las Cámaras ha actuado en condiciones de vergonzosa subordinación, sin dejar de considerar la evidente inconstitucionalidad de varias iniciativas presidenciales aprobadas.

Como todos los presidentes, López Obrador asume su tránsito en el poder en proporciones épicas y a veces míticas. La elección le quitó el blindaje político e impone freno a su proyecto. La pretensión histórica a medio camino no le es exclusiva. Allí están Luis Echeverría, López Portillo o Carlos Salinas, presidencias que terminaron entre lo ridículo y lo trágico. Hacia allá se perfila AMLO, a pesar del importante respaldo popular a su persona, no a su gobierno.

Al gobernante se le juzga por los resultados. Al término de su mandato la realidad mostrará un país más pobre, desigual, menos soberano, con más violencia y con más impunidad, quizá, tan corrupto como siempre y, ciertamente, con un Estado más condicionado por el crimen organizado.

Resaca electoral

Los partidos se desdibujan hacia 2024; ninguno por sí solo llegaría a la victoria. Al margen de MC, nadie tiene perfilados candidatos presidenciales. El partido gobernante tiene a Claudia Sheinbaum como mejor prospecto, aunque López Obrador puede mover sus fichas para actualizar las opciones. Lo del Metro que se lo cobren a Ebrard y a Mario Delgado, responsables de la construcción. ¿Corrupción? Difícil saberlo, se advierte lisonja interesada a las constructoras, ahora demandadas aquí y en Nueva York.

El PRI, PAN y PRD se necesitan. Si se sumara el MC con un candidato irrefutable, por ejemplo, Luis Donaldo Colosio, habría una nueva alternancia.

Del poder el menos afectado es Monreal. Ebrard se ve descompuesto. Según el estándar de la 4T. La derrota en Ciudad de México no le es imputable a Claudia, más bien es víctima de Marcelo y de AMLO, para ella es mejor la explicación sobre una campaña de desprestigio por los medios, aunque ponga en entredicho eso de que el pueblo no es tonto.

El castigo electoral a la 4T es de los sectores medios y de las clases populares urbanas. El mensaje es inequívoco: las zonas metropolitanas del país dijeron basta de mentiras y manipulación. Es cuestión de tiempo para que se extienda al país.

El PRI es el eslabón débil de la alianza opositora. No es un problema del partido, sino de quienes lo dirigen. Alejandro Moreno y Rubén Moreira están al filo de la navaja por problemas con la justicia. Moreira dispuso del patrimonio de Coahuila desde los tiempos de su hermano gobernador, además de la denuncia con pruebas de AMLO de que Alonso Ancira pagaba sus excesos personales. Quien coordine la fracción parlamentaria no debe estar bajo la presión del poder por sus esqueletos en el closet. El PRI tiene futuro y apunta a Miguel Riquelme en Coahuila y a Alfredo del Mazo en el Estado de México.

El PVEM es el factor de desestabilización. AMLO perdió la elección y ahora requiere del PVEM y del PT para aprobar el presupuesto, partidos expertos en el chantaje y la extorsión. Ya no es como antes, que eran acompañamiento porque Morena tenía los votos suficientes y el presidente la fuerza sin contención. Atrás quedaron las iniciativas sin una coma qué cambiar.

La mayor pérdida para AMLO es que ahora su proyecto se muestra frágil. La oposición solo debe salvar la trampa de la ratificación de mandato en 2022 para evitar empoderarlo.

Encuestadores: por elemental decencia profesional deben dar la cara y explicar el engaño sobre su desacertado pronóstico de integración de la Cámara.

Autor invitado.

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