El crucero del V. Carranza e Hinojosa en Saltillo está de luto. Su más distinguido habitante, don José Alfaro Padilla, ha partido. Queda ahí su cómplice más fiel: el semáforo del flujo vehicular sur-norte cuyo tic de guiños rojos le avisaban del momento en que podía iniciar su consuetudinario trueque de sonrisas por monedas. Acompañado a lo largo de los últimos 20 años por «su hijo Beto» —un muñeco de ventrílocuo hecho por él mismo—, verlo acercarse al vehículo solía ser grato tanto para niños como para adultos.
No obstante, la mañana del 22 de septiembre la rutina cambió. Después de arrastrar problemas cardíacos por 14 años, un dolor en el pecho lo llevó al hospital. El desenlace ya no fue feliz. Murió a causa de un infarto.
«Beto» no había sido su único «hijo». Hace 40 años don José había comprado un muñeco de ventrílocuo en 200 pesos, el cual le fue robado un año después. Decidió entonces aprender a fabricarlos él mismo. Así pasaron por su vida «Poncho», «Mario» y «Memín», pero «Beto» fue con el que más duró.
Fueron cuatro décadas en las que don José regaló momentos agradables a los conductores. Solía cantar, contarles chistes o hacerles alguna broma cuando abrían la ventanilla del auto para ofrecerle una moneda.
Llegó a cumplir 76 años. Era popular y apreciado por los saltillenses por un asunto que lo hacía un personaje interesante: juntaba el dinero que recolectaba cada día, y al final de mes hacía «morralitos» de 500 pesos que personalmente entregaba a niños y jóvenes en situación vulnerable. Les pedía seguir estudiando o comprar medicina si estaban enfermos.
En esas becas —como las llamaba— se iba del 70 al 90% de su ingreso. Cuando se casó, antes de tener sus propios hijos, llevó a vivir con él a cuatro niños que sufrían violencia familiar. De esa madera estaba hecho. Ahora dueme, en compañía de «Beto», el sueño de los justos. E4