Si la humanidad tiene futuro, está en nuestra América.
Pablo González Casanova
Falleció este mes, a la edad de 101 años, el exrector de la UNAM y fundador del Colegio de Ciencias y Humanidades, el doctor Pablo González Casanova. En gran medida, en la historia de nuestro México, fue un impulsor grande de la democracia en nuestro país y uno de los grandes científicos políticos que marcó un hito difícil de reemplazar.
De manera particular, puedo resaltar la influencia que tuvo Antonio Gramsci en sus primeras publicaciones que, en cierta medida, dan cuenta de su transición de la Historia a la Sociología; puedo citar obras como La democracia en México o Sociología de la explotación, Imperialismo y liberación en América Latina, El Estado y los partidos políticos en México.
El intelectual y sociólogo crítico se distinguió por sus aportaciones académicas y políticas para la transformación de la realidad social mexicana y latinoamericana. Fue investigador en el Colegio de México y recibió el título de investigador emérito por la Universidad Nacional.
Abogado de profesión —por fortuna—, estudio posgrado en Historia en la Escuela Nacional de Antropología e Historia y en El Colegio de México y doctorado en Sociología en la Universidad Sorbona de París, donde se recibió con mención honorífica. Además, a Pablo González Casanova se le reconoce por fundar el Colegio de Ciencias y Humanidades en 1971, institución que ha formado a más de un millón de mexicanos.
En su transitar tuvo diversos desafíos intelectuales, sobre todo aquellos que se dieron en la sucesión de Gobiernos neoliberales; en el ocaso del salinismo lo colocó en un escenario que requeriría más allá de sus aportaciones como analista: el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. El conflicto en Chiapas lo llevó a involucrarse de diversas formas a favor de la causa zapatista al punto que en 2018, como un reconocimiento a la aportación de la causa, el EZLN lo honrara como el comandante Pablo Contreras del EZLN y el bautizo de un municipio autónomo con ese nombre.
Finalmente, considero importante señalar a propósito de la muerte de un intelectual que, la crisis en la que vivimos hoy en día en sociedad, eleva la temperatura y en cierta medida ha contribuido a derretir definiciones de interés e identidad, porque sin crisis la política se vuelve fría y el cálculo —como dependencia de las concepciones tradicionales de intereses e ideales— reina soberano.