Sacar provecho de una ceremonia luctuosa para ganar reflectores y echar sapos y culebras e insistir en un rompimiento inexistente con el principal cómplice de su Gobierno, es deleznable. El megalómano podría alegar «¿Qué quieren, soy un imán, fui acorralado por la prensa?» Sin embargo, tenía un argumento irrefutable para guardar silencio, como, me consta, lo hizo un funcionario cuando cierta reportera trató de sacarle con tirabuzón unas palabras. Se acudía a una ceremonia póstuma, no a un festín. El homenajeado, su familia y las autoridades merecían respeto. Mas ¿qué se puede esperar de un político bufón para el cual «la moral es un árbol que da moras» (Gonzalo N. Santos, dixit)?».
Ocuparse del bufo es perder el tiempo. Sus chistes ya no divierten. Causaba gracia cuando era gobernador. Hoy es patético. ¿No advierte la trampa ni el ridículo? ¿Revisa, por curiosidad o para alimentar su narcisismo, los videos y sus declaraciones? Su abotargamiento y conducta son clínicos. Reflejan noches de insomnio, danza de fantasmas en torno de su lecho, rabia, sentimientos de culpa… La hybris ciega y alucina. Fabrica mentiras y las difunde como verdades reveladas.
Las masacres y desapariciones forzadas ocurrieron durante su sexenio. Su hermano es corresponsable y por tanto ambos fueron denunciados ante la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad. Le heredó el cargo al mayor de la familia, al «pensante», para cuidarle las espaldas por la megadeuda de 40 mil millones de pesos, las matanzas en Allende y Piedras Negras y otros crímenes. El hermano cumplió con creces la encomienda y terminó por opacarlo. En el seno del clan hay rencillas, no divorcio. El II conoce del I todos sus secretos y tropelías y viceversa. Si cae uno, caen los dos. Predecir la derrota de la cuñada impopular —a la cual, afirma, no eligió— en Hidalgo es una perogrullada. Lo anticipan todas las encuestas.
No me extiendo para no hacerle el juego al encantador de serpientes ni gastar el tiempo en bufonadas. En su libro En el poder y en la enfermedad (Siruela, 2011) el político y médico británico David Owen enlista 14 síntomas relacionados con el síndrome de hybris, pero bastan tres o cuatro para diagnosticar la enfermedad del poder.
«(1) una inclinación narcisista a ver el mundo, primordialmente, como un escenario en el que pueden ejercer su poder y buscar la gloria, en vez de como un lugar con problemas que requieren un planteamiento pragmático y no autorreferencial;
»(2) una predisposición a realizar acciones que tengan probabilidades de situarlos a una luz favorable, es decir, de dar una buena imagen de ellos;
»(3) una preocupación desproporcionada por la imagen y la presentación;
»(4) una forma mesiánica de hablar de lo que están haciendo y una tendencia a la exaltación;
»(5) una identificación de sí mismos con el Estado hasta el punto de considerar idénticos los intereses y perspectivas de ambos;
»(6) una tendencia a hablar de sí mismos en tercera persona o utilizando el mayestático “nosotros”;
»(7) excesiva confianza en su propio juicio y desprecio del consejo y la crítica ajenos;
»(8) exagerada creencia —rayando en un sentimiento de omnipotencia— en lo que pueden conseguir personalmente;
»(9) la creencia de ser responsables no ante el tribunal terrenal de sus colegas o de la opinión pública, sino ante un tribunal mucho más alto: la Historia o Dios;
»(10) la creencia inamovible de que en ese tribunal serán justificados;
»(11) inquietud, irreflexión e impulsividad;
»(12) pérdida de contacto con la realidad, a menudo unida a un progresivo aislamiento;
»(13) tendencia a permitir que su “visión amplia”, en especial su convicción de la rectitud moral de una línea de actuación, haga innecesario considerar otros aspectos de esta (…);
»(14) un consiguiente tipo de incompetencia para ejecutar una política que podría denominarse incompetencia propia de la hybris. Es aquí donde se tuercen las cosas, precisamente porque el exceso de confianza ha llevado al líder a no tomarse la molestia de preocuparse por los aspectos prácticos de una directriz política. (…) Hay que distinguirla de la incompetencia corriente (…), pero a pesar de ello se cometen errores en la toma de decisiones».
El lector puede, con esta lista, determinar lo avanzado de la hybris en el I y el II.