El calentamiento global es el mayor reto en la historia de la humanidad

El científico italiano Stefano Mancuso llama a reconocer al cambio climático como el desafío más grande que ha enfrentado el ser humano. Asegura que las plantas cuentan con sistemas sensoriales sofisticados y su estudio puede inspirar soluciones en materia de salud, sostenibilidad y tecnología

Sofisticadas y sensibles: el extraordinario poder de las plantas

Mientras el mundo se dirige al ecocidio y los Gobiernos y grandes empresas se lavan las manos y se culpan entre sí, los científicos se concentran en la búsqueda de soluciones.

Entre estos últimos, destaca Stefano Mancuso, un profesor y botánico italiano convencido de que el estudio de las plantas es crucial para encontrar una solución a la actual crisis climática, la cual considera como el mayor problema que ha enfrentado el ser humano en su historia.

«Si tenemos una oportunidad de combatir el calentamiento global, es a través de las plantas. Deberíamos cubrir de plantas todos los rincones de las ciudades (…) Son tan importantes que debería ser la Secretaría de Salud y no la de Medioambiente quien se ocupe de ellas, pues reducen la temperatura y mejoran la calidad del aire».

Stefano Mancuso

Para empezar, señala el autor del libro La tribu de los árboles (2023), debemos dejar de pensar y estructurar las sociedades como en el mundo animal, pues éste constituye apenas el 0.3% de la vida en el planeta.

«Las plantas constituyen el 87% (…) y podrían ofrecernos un amplio abanico de soluciones en todos los campos, desde las organizaciones a los materiales, desde la comunicación a la vida en comunidad», señala en el marco del foro «Aprendemos Juntos 2030», una serie presentaciones auspiciadas por el banco BVVA, las cuales están disponibles en formato de video y podcasts.

 Mancuso sabe de lo que habla. Es profesor titular en la Universidad de Florencia y fundador del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal, un organismo dedicado al estudio integral de las plantas: fisiología, comportamiento, biología molecular e inteligencia, entre otros aspectos científicos.

Además de ser autor de varios libros sobre el mundo vegetal, lidera desde hace 15 años un proyecto de la Agencia Espacial Europea para el desarrollo de plantoides, robots con módulos autónomos y especializados, basados en las partes, características y funcionamiento de organismos vegetales.

«Siempre hemos estudiado la naturaleza para imitarla. Hemos construido los aviones mirando a los pájaros; los barcos y los submarinos, mirando a los peces (…) Las plantas tienen raíces y no hay nada mejor que las raíces para explorar la tierra. Pues bien ¿qué hace el plantoide? Es un robot inspirado en las plantas, que crece bajo tierra y explora el terreno y nos dice qué hay en ese terreno, como compuestos químicos nocivos. Se utilizó, por ejemplo, para buscar minas, armas y demás (…), y después para muchas otras posibilidades y soluciones», señala.

En este sentido, el científico cree que las plantas pueden ser una extraordinaria fuente de inspiración para el humano por muchos motivos, pero destaca su increíble capacidad para crear comunidades y garantizar la supervivencia de la especie cuando escasean los recursos y el entorno se vuelve variable.

«Esto es justo lo que ahora nos está pasando por primera vez en la historia de la humanidad, por las condicionantes naturales queenfrentamos. Y la mejor garantía de nuestra supervivencia son las comunidades. A lo largo de la historia humana la idea de comunidad siempre ha sido uno de esos impulsos utópicos, pero en las plantas es algo real y deberíamos ser capaces de imitarlo», dice.

Una de las primeras lecciones que nos dejan las plantas, resalta, es el trabajo en comunidad, pues incluso cuando tienen que crecer en condiciones adversas, lo hacen gracias a la ayuda del «clan». «Son las otras plantas cercanas las que proveen, a través de la red subterránea de raíces, todo lo que esa planta necesita: el alimento, el agua y la información llegan a través de esta red», explica.

Punto de inflexión

Para Mancuso, el mundo atraviesa una etapa de contradicción total, pues nunca antes hubo tanta diferencia entre lo que la ciencia considera como fundamental para la supervivencia y lo que se hace en la práctica.

«Para la ciencia, el calentamiento global es sin lugar a dudas el mayor problema al que se ha enfrentado la humanidad a lo largo de su historia. Para la opinión pública, de los políticos, de gente que no tiene nada que ver con la ciencia, es un problema, sí, pero dicen que hace un poco más de calor y que llueve un poco menos, pero que ya lo solucionaremos», advierte.

Por el contrario, alerta, se trata de una problema enorme que requiere conciencia y compromiso de todos. «Lo que yo puedo hacer es ser científico y escribir libros, pero debemos hacer todo lo posible para dejar bien claro y difundir lo que está sucediendo. Es fundamental que seamos muchos los que sepamos qué está sucediendo. Y una vez que seamos muchos, podremos exigir acciones para el cambio», aboga.

En esta línea, destaca que el Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal —fundado en 2005 y con sedes en Italia, Francia, China y Japón—, se ha dedicado a estudiar las plantas como seres cognitivos y los resultados de sus investigaciones están inspirando soluciones aplicables en los campos de la salud, la sostenibilidad y la tecnología, por mencionar algunos.

«Hace 30 años empecé a estudiar las plantas desde un punto de vista un tanto especial (…) como seres inteligentes. Empecé a preguntarme qué son capaces de hacer y cómo podemos demostrar esa inteligencia, porque la inteligencia de las plantas es una cuestión de la que se hablaba a menudo, pero no había un corpus de investigación (…)

»Con los años me he dado cuenta de que no basta con hacer experimentos o escribir artículos científicos, porque los únicos que los leen son otros científicos. Entonces empecé a escribir ensayos y libros de divulgación en los que explico qué son realmente las plantas, qué son capaces de hacer y cómo se relacionan con el problema del calentamiento global», señala.

«Si tenemos una oportunidad de combatir el calentamiento global, es a través de las plantas. Deberíamos cubrir de plantas todos los rincones de las ciudades, todos, no solo en bulevares o parques, en todas partes. Deberíamos imaginar ciudades completamente cubiertas de plantas. El 40% de la superficie de nuestras ciudades está cubierta por calles, hay muchas calles, demasiadas. Deberíamos quitar parte de ellas y cubrirlas de plantas para luchar contra el calentamiento global. Eso sería fundamental».

Por ello, advierte que es fundamental explicar y enseñar a los niños cómo funcionan las plantas, más allá de lo que actualmente forma parte del plan académico.

Salud física y mental

La presencia de plantas en lugares públicos, como las escuelas, puede reducir las enfermedades hasta en un 45%, señala el botánico italiano, de ahí que podrían convertirse una de las soluciones más eficaces y económicas para mejorar la salud física y mental.

«Las plantas son tan importantes que debería ser la Secretaría de Salud quien se ocupe de ellas y no la de Medioambiente, pues reducen la temperatura y mejoran la calidad del aire. Pensemos en el problema de la contaminación: según la Organización Mundial de la Salud (OMS) la primera causa de muerte en Europa es la contaminación atmosférica (…), un problema que podría revertirse completamente con plantas en las ciudades, siempre que haya una cantidad significativa de ellas», expresa.

El científico también habla del impacto directo en la salud, como la reducción en los tiempos de hospitalización y de los problemas relacionados con el estrés.

«Desde hace más de 50 años sabemos que el simple hecho de observar las plantas desde una ventana puede mejorar nuestro estado de salud. Hubo un estudio extraordinario que demostró que basta con observar las plantas del exterior de un hospital para que disminuya la cantidad de analgésicos, mejore el estado de ánimo y la cantidad de días de hospitalización se acorte en un 30%», destaca.

Menciona mediciones de estrés en personas que expuestas a ambientes con muchas plantas y que muestran resultados positivos después de solo minutos. «El estrés baja en picado, en cuestión de segundos. Y esto es importante porque es uno de los principales factores de la aparición de patologías. Una persona con estrés es más proclive a sufrir patologías.

»Esta es la razón por la que hoy en día se habla tanto de la medicina forestal. En Japón, los médicos de los centros de salud —cuando acudes a una consulta para que te hagan un examen— además de los medicamentos que te recetan, te piden que pases una hora cada dos días en un bosque como parte del tratamiento.

»Está demostrado que la presencia de plantas en los lugares que habitamos mejora la capacidad de concentración, así que no hay nada como las plantas para lograr tal cantidad de beneficios con un coste tan bajo. ¿Cuánto nos costaría poner plantas por todas partes? Nada. Y los beneficios que nos aportarían serían tan abundantes que compensarían con creces cualquier gasto», concluye. E4

Beneficios de las plantas:

  • Mejoran la calidad del aire
  • Equilibran la temperatura
  • Ayudan a combatir el estrés
  • Refuerzan el sistema inmunológico
  • Detectan químicos nocivos
  • Contribuyen a la fertilización de la tierra
  • Reducen gases de efecto invernadero
  • Disminuyen tiempos de hospitalización
  • Su uso adecuado pude salvar vidas
  • Se adaptan a nuevos ambientes

Sofisticadas y sensibles: el extraordinario poder de las plantas

La idea de Stefano Mancuso de que el uso adecuado de las plantas puede ayudar a enfrentar la crisis climática proviene de descubrimientos que desafían las concepciones convencionales sobre la inteligencia y conciencia de los organismos vegetales.

Los resultados de sus investigaciones, realizadas en los últimos 30 años, demuestran que las plantas son seres complejos y adaptables, dotados de sistemas sensoriales altamente sofisticados, lo que contradice la visión tradicional sobre el reino vegetal y aporta una visón de valor que puede ser aplicada para resolver problemas en diversas áreas.

«Yo hablo de inteligencia de comunicación, de sensibilidad. Alguien podría mirarme y decirme: “eres tonto, ¿cómo puedes decir que esta cosa verde inmóvil es capaz de hacer estas cosas que hacemos nosotros los animales”, pero una vez que empiezas a estudiarlas aparece un paisaje extraordinario», explica el autor del libro El increíble viaje de las plantas (2019).

Recuerda que uno de sus primeros experimentos consistió en estudiar cómo las raíces de las plantas evaden los obstáculos y se sorprendió de la anticipación con la que lo hacen. «Yo quería ver saltitos, así que repetía el experimento cientos de veces (…) hasta que llegó un momento en el que tuve una especie de iluminación: la raíz elige siempre el camino más corto. No solo sabe dónde está el obstáculo y lo siente, sino que elige el camino más corto. (…) En aquel momento, empecé a mirar el mundo desde un ángulo diferente y las plantas se convirtieron en el centro de mi vida», rememora.

En ese sentido, destaca que pese a que la mayoría de la gente las ve como seres inmóviles e incapaces de sentir, cientos de experimentos demuestran que las plantas son extraordinariamente más sensibles que los animales.

«Nosotros solo tenemos cinco sentidos para percibir el mundo (…) Las plantas es como si tuvieran 15 sentidos. Imaginen si tuviéramos la capacidad de percibir los campos eléctricos o los campos electromagnéticos. Si aquí abajo hubiese dos toneladas de cobalto, que es un elemento químico muy peligroso, nosotros no tendríamos ninguna percepción. Una planta es capaz de percibir a la distancia un microgramo de cobalto, que es un milésimo de miligramo (…). Percibir la presencia de unos pocos átomos de nitrógeno es una capacidad sensorial que no tiene comparación en el mundo animal», señala.

De ahí que considere que hablar de «estado vegetativo» para indicar la incapacidad de percibir el entorno es una insensatez.

También resalta la capacidad de adaptarse como modo de supervivencia, como cuando escasea el agua y la planta cambia su anatomía y se hace más pequeña, algo que los animales no pueden hacer.

El botánico advierte que la manera en que entendemos el mundo, comparándolo con nosotros mismos, es lo que no nos deja comprender a las plantas. «Pensamos que somos los seres más evolucionados del planeta, pero estamos construidos con un páncreas que si se rompe, nos morimos. A una planta le puedes extirpar el 80% de su cuerpo y seguirá viviendo», ironiza.

Los experimentos han demostrado también que las plantas tienen una sorprendente capacidad de memoria y aprendizaje. «La cuestión de la memoria de las plantas es interesantísima, porque cuando se habla de inteligencia en general es imposible imaginar una especie inteligente que sea incapaz de aprender. Una especie inteligente, cada vez que tiene que resolver el mismo problema, lo resuelve mejor, y las plantas son capaces de hacerlo (…) Muestran lo que se denomina una curva de aprendizaje», indica.

Para demostrar este punto, realizó un estudio con la especie «mimosa púdica» una planta que cierra las hojas al contacto. «Es un mecanismo de defensa, pero el cierre de las hojas requiere de mucha energía, por tanto una especie inteligente debería ser capaz de discriminar, de entender, cuando es conveniente cerrar las hojas y cuando no», señala.

El experimento consistió en arrojar una maceta con estas plantas desde 5 milímetros. En un principio, la planta cerraba sus hojas, pero al cabo de cuatro o cinco veces, «comprendió» que el estímulo no era peligroso y dejó de hacerlo.

«Cogimos las plantas y las dejamos en estantes durante dos meses. Volvimos a cabo de dos meses y las sometimos al mismo estímulo y la planta no se cerraba, es decir recordaba la lección», expresa. Comparada con la memoria de 24 horas de un insecto o incluso con la capacidad de los humanos de recordar números, se trata de una capacidad extraordinaria.

Los humanos tienen mucho que aprender de un organismo que considera «inferior» pese a que lo supera en capacidad de adaptación, sensibilidad y sentido de comunidad. E4

Argentina, 1977. Periodista, editor y corrector de periódicos mexicanos y argentinos. Estudió Comunicación Social y Corrección Periodística y Editorial en Santa Fe, Argentina. Actualmente es jefe de Redacción de Espacio 4, donde trabaja desde hace más de diez años.

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