En la fiscalía de feminicidios del Estado de México creen que Andrés Filomeno M. C. (M de Mendoza y C de Celis) lleva más de 20 años asesinando mujeres y practicando el canibalismo. Este sujeto de 72 años de edad fue detenido el pasado 15 de mayo en Atizapán de Zaragoza tras realizar un cateo a su domicilio, donde la policía se topó con el espeluznante cuadro de un cuerpo de mujer desmembrado en la mesa de cocina del antiguo carnicero del rastro municipal. Los vecinos lo describen como una persona amigable y participativa en la gestión de los servicios públicos de su colonia. Tan «amable» como el terrible «Carnicero de Rostov».
Y es que siempre habíamos visto muy de lejos a este tipo de monstruos asesinos seriales como el misterioso «Jack el Destripador», un mutilador de mujeres nunca identificado en ese Londres de finales del siglo 19 y cuyo modus operandi consistía en atacar a prostitutas por las noches asesinándolas con certeras cuchilladas que no tiene caso describir, pero de lo cual existe amplia bibliografía, películas, pinturas y hasta un museo dedicado al terrible destripador que, inexplicablemente, tiene muchos visitantes.
El Vampiro de Niterуi, preso en un manicomio, es otro caso espeluznante que también nos espantó desde muy lejos, en el conflictivo Río de Janeiro de Brasil. Este monstruo mató, en los años noventa, a muchos adolescentes que con engaños llevaba a la selva para cometer actos que ni las bestias más feroces cometen. Peor que un animal libre de la carga de la razón, bebía la sangre de sus víctimas y practicaba la necrofilia. Un ente infernal llamado Marcelo Costa de Andrade.
Igual que el «Carnicero de Rostov», en la Ucrania soviética, culpable de haber matado a 52 mujeres y niños, un «amable» profesor llamado Andréi Chikatilo, el mismo que solía comer partes de sus víctimas y que fue ejecutado en 1994. Lo más sorprendente y devastador es que hay enfermos que admiran a este terrorífico, atroz y cruel asesino, y hasta poesías le han dedicado como los versos de Diego Volia (poesía de muerte y sufrimiento) publicados en La Jauría —revista que se define como «no civilizada, brutal y salvaje»— en sus secciones «Perrera», «Perros callejeros», «Carne», «Sangre» e «incendio», que para todo hay afición en este perro mundo, eso que ni qué.
Andrés, se llama también, el recientemente detenido feminicida hoy conocido como el «Carnicero de Atizapán». Un enfermo mental que ha confesado el asesinato de mujeres con saña vampírica y acciones de canibalismo. Un monstruo más cercano a nosotros, en el Estado de México.
Erich Fromm fue el filósofo humanista alemán al que muchos estudiamos porque vivió en México, que fue maestro de la UNAM y cuyo análisis sobre las causas de la destructividad humana nos las dejó escritas en El Corazón del hombre, donde nos cita a Calígula, el monstruo de la obra de Camus que nos dice: «Vivo, mato, ejercito la arrobadora capacidad de destruir, comparado con la cual el poder de un creador es el más simple juego de niños».
Nunca vamos a entender a un animal tan retorcido, maligno y mortífero como es el ser humano. Menos, a muchos farsantes que en este país a diario cacarean los derechos humanos. Abundan, y todos quieren acceder a las prerrogativas y a la burocracia.