El difícil oficio de vivir

La fotografía de Karla Anguiano, tendiéndole la mano a Carlos Rafael Heredia, desde lo alto del puente vial El Sarape, lugar que éste había escogido para quitarse la vida, es una imagen que debemos conocer todos e internarla en nuestra personalidad. El valor de la joven oficial, la voluntad de salvar una vida, el cumplir con su responsabilidad y su calidad humana se impusieron sobre el peligro que existía. El supuesto suicida tenía un cuchillo en las manos y amenazaba a todo aquel que se le acercaba. Karla demostró decisión y valor, logró cambiar una tragedia en alegría.

En su actitud y valentía hemos encontrado el valor del ser humano, la capacidad protectora de madre y amiga, su seguridad de cumplir con su deber. Todo para ella fue sencillo, natural y alegre. Para convencer al suicida de seguir viviendo lo invitó a «comer unos tacos», en lo que meditó el ofrecimiento, le tomó del brazo firmemente y ya no lo dejó morir. Para ella significó solo cumplir con su deber. Lo comenta naturalmente, sin exagerar sobre la pasión que representa salvar a un ser humano. Lo hizo como parte de su oficio de vivir. Como si leyera un libro, o hiciera un guiso, y como si nos dijera, sin decirlo, que conoce los entresijos del alma humana. El valor de Karla permanecerá siempre en la imagen de esos actos cotidianos heroicos que no se olvidan y después forman parte de tantas historias y leyendas urbanas que se cuentan en todos los tonos. Gracias Chinita.

Saltillo es una de las ciudades donde hay una mayor cantidad de suicidios en la república mexicana, exceptuando la ciudad de México. De la cifra de 5.4 suicidas por cada 100 mil habitantes, nos toca una proporción a la que hay que ponerle atención. Siempre que ocurre una nueva tragedia, se publican estadísticas, se buscan explicaciones sobre los motivos para tomar la decisión de dejar este mundo por voluntad propia. Se publican en partes las cartas que normalmente se dejan sobre «no se culpe a nadie de mi…», pero no se hace nada más; hasta que vuelve a presentarse otra tragedia de este tipo y se desempapelan las estadísticas.

La causa principal de los suicidios es un problema personal, intrínseco, individual. Pero, sin duda, influye en el individuo la falta de solidaridad social y familiar. Saltillo es una ciudad cuya gente no se caracteriza por su solidaridad, son más bien retraídos, reservados, mantienen las distancias. Las bajas temperaturas en esta época del año hacen más solitarios los espacios. Pero lo mismo pasa en verano. Es comprensible, Saltillo es un paraíso, como dice Catón, cuyos habitantes vivieron en la autarquía hasta la década de 1960, no hubo emigraciones de ningún tipo hasta que llegó la empresa General Motors. Por ello, es posible que parte de sus habitantes sean reservados, cuidadosos de sus relaciones. Ahora con las nuevas empresas industriales que han llegado, con un crecimiento económico de más de 5 puntos, con un nivel de educación sobresaliente de la media nacional, y con las riquezas naturales que tiene, la sociedad se ha vuelto más cosmopolita y se encuentran espacios universales.

El suicidio tiene especial relevancia porque implica que el individuo que lo lleva a cabo ejerce una forma extrema de violencia contra sí mismo. Tiene profundas implicaciones sociales porque quien toma esta decisión, ha llegado a extremos existenciales que colocan esta forma, como la única salida a una situación angustiosa. En los últimos 50 años, el fenómeno ha tenido una dinámica creciente en México, sobre todo entre los niños y jóvenes en edades activas y entre los hombres ancianos. Mientras, los delitos y la violencia habían descendido, a excepción de los últimos 15 años, los suicidios no han dejado de aumentar.

Según los datos del Inegi cada 90 minutos una persona se quita la vida en nuestro país. De 2010 a 2017 ocurrieron casi 48 mil casos, de los cuales ocho de cada 10 fueron hombres. La tasa de suicidios se duplicó en 25 años. Pasó de 2.4 incidentes por cada 100 mil habitantes en 1990, a 5.4 sucesos en 2015, ahora por la pandemia habrá que esperar un aumento preocupante por los problemas sociales y de salud pública que implica esta tragedia mundial.

El suicidio es la segunda causa de muerte de adolescentes de 15 a 19 años de edad y la quinta para aquellos que oscilan entre los 10 y 14 años. Poco más de la mitad de las 6 mil 559 personas que se quitaron la vida en 2017 tenían de 15 a 34 años de edad (Inegi). Diversas son las causas para tomar este camino, en primer lugar, los problemas emocionales propios del desarrollo de los niños y adolescentes, el segundo la salud mental, y ahora, han descubierto los científicos que la cibernética con sus nuevas tecnologías produce una serie de desajustes mentales que provocan suicidios.

Los números se han rebasado por la pandemia que ha puesto en situación desesperada a muchos mexicanos. Si bien es cierto la tasa de suicidios en México es menor que la de otros países con similar o mayor nivel de desarrollo que el nuestro, eso no sirve de ningún consuelo. La atención a las causas de los suicidas es, sin duda alguna, de las menos atendidas. Incluso hay teorías que lo justifican como un acto de suprema libertad y propiedad sobre la vida y la muerte. Sean como sean las causas del suicidio, debemos de alegrarnos porqué en Saltillo, el valor y la decisión de una joven oficial responsable de su trabajo y solidaria con sus semejantes salvo la vida de un desesperado. E4

Autor invitado.

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