Para Josef Rattner, a unos meses de su partida
Tomás, uno de los personajes de la célebre novela de Kundera, La insoportable levedad del ser, se jacta de haberse acostado con más de doscientas mujeres en su vida:
«Cuando sus amigos le preguntaban alguna vez cuántas mujeres había tenido en su vida, respondía con evasivas y si insistían decía: “Pueden haber sido unas doscientas”. Algunos envidiosos afirmaban que exageraba. Él se defendía: “No es tanto. Tengo relaciones con las mujeres desde hace unos veinticinco años. Dividid doscientas por veinticinco. Os saldrán unas ocho mujeres por año. No creo que eso sea tanto». (Kundera, Milan, La insoportable levedad del ser)
¿Es acaso un Don Juan este Tomás? Por lo pronto tiene la manía de contar al más puro estilo de Sade, Fourier y Loyola (cfr. Roland Barthes). Tomás no es el único que, en la ficción o en la realidad, hace gala de su «donjuanismo» o de su «casanovismo». La leyenda y la historia nos revelan múltiples casos de sujetos con esta alteración de la personalidad. Yo mismo conocí a alguien que coleccionaba sus conquistas en lo que él llamaba coloquialmente «el álbum del amor». En el caso de Tomás, Kundera asegura que lo que su personaje buscaba en las mujeres era lo inimaginable, lo singular. «No está obsesionado por las mujeres, está obsesionado por lo que hay en cada una de ellas de inimaginable…» (Ibid.)
Coincido con Josef Rattner, el Don Juan es el conquistador de mujeres que ejerce su superioridad sin contemplaciones sobre la mujer. En el fondo, este Don Juan hace la guerra al sexo femenino y no quiere amarlo, sino someterlo. Su rasgo dominante es el afán de dominio. Este sujeto duda profundamente de su virilidad. Para él, toda mujer representa un reto a su voluntad de poder. En esto, Don Juan se acerca al sadismo, en la superioridad masculina y en el desprecio a la mujer. Un machismo soterrado o expreso desencadena esta personalidad.
Sören Kierkegaard ve las cosas de este modo. Su Juan el seductor encarna la plenitud del amor sensual. En La alternativa sintetiza su pensamiento sobre este personaje: «Don Juan es seductor desde la raíz. Su amor no es anímico, sino sensual, y según su concepto, el amor sensual no es fiel, sino absolutamente infiel; no ama a una, sino a todas, seduce a todas». (Kierkegaard, S., O-O, I, pp. 87-88) Lo propio del Don Juan de Rattner es la voluntad de poder o de sometimiento. Lo específico del Seductor de Kierkegaard es la infidelidad. Aunque este seductor no busca, en realidad, saciar su sensualidad, sino conquistar. Aquí se aproximan el punto de vista del austriaco con el del danés. Aunque el Don Juan de Kierkegaard parece asemejarse más al Casanova:
«En contraposición a Don Juan, que en su calidad de frío cazador no ve en la mujer sino la presa a la que hay que matar, Casanova brindó muy a menudo a sus parejas en el juego erótico un verdadero cariño; no quería humillarlas. La mujer que se le entregaba podía contar con su ternura y su magnanimidad…» (Rattner, Josef, Psicología y psicopatología de la vida amorosa, p. 245)
La psicología actual debería de beber de estas fuentes. Es sano que el profesional de la salud mental conozca estos derroteros. Debe identificar este «trastorno de personalidad narcisista» y descubrir las causas de éste.
La salida kierkegaardiana al estadio estético, que es el estadio de Juan el Seductor, es el marido, símbolo de la eticidad. En la ironía el esteta entra en la desesperación y ello lo prepara para dar el salto a un estadio que, finalmente, no satisfizo del todo al filósofo danés. Su ruptura con Regina Olsen lo sumerge en las procelosas aguas de la fe. Este salto implica cancelar la moralidad propia del marido y enfrentar el absurdo de la vida. Génesis 22 ilustra de manera inigualable este dilema. El «paladín de la fe», Abraham, se ve obligado/invitado a sacrificar a su hijo, acción por demás inmoral, para obedecer el mandato de Yahveh. La religión cancela la moralidad. Kierkegaard fue un pionero de la psicología en el sentido de atisbar y escudriñar los estados de ánimo del ser humano: el temor, la angustia, la desesperación, etcétera.
Hombres y mujeres deberíamos de tener noticias sobre estas míticas figuras de la sexualidad: el Don Juan, el Casanova y el sádico. Quizá con esta toma de conciencia se nos facilite el proceso de maduración tan necesario para que, en la relación de pareja, se realicen las utopías de la reciprocidad y la complementariedad.
Referencias bibliográficas:
Kierkegaard, Sören, Obras y Papeles de S. Kierkegaard, Trad. Demetrio G. Rivero (11 Vols.), Ed. Guadarrama, Madrid, 1961-1975.
Kundera, Milan, La insoportable levedad del ser, Trad. Fernando de Valenzuela, Tusquets, México, 2022.
Rattner, Josef, Psicología y psicopatología de la vida amorosa, Trad. Armando Suárez, Siglo XXI, 21ª. edición, México, 1989.