Estreñimiento por confinamiento

Una mujer peruana, que ha leído mis comentarios sobre efectos nocivos de los derivados de la cortisona usados para «prevenir» COVID, me envió un desesperado texto: «Tomé dexametasona por casi un mes, de 40 mg dos veces al día, más antibióticos dos veces al día, y una aspirina cardio al día, más paracetamol tres diarias, cuatro frascos de mucosolván en jarabe, todo por casi un mes, y al dejarlo desde hace casi un mes, me siento fatal, con ansiedad, sofocos, escalofríos. No sé cuándo terminará. ¿Alguien me puede ayudar?».

Sin duda hay nocivos efectos psiquiátricos de los derivados de la cortisona, aunados al pánico natural por la COVID y la cobertura mediática confusa. Teóricamente, los medios de difusión deben ser informadores objetivos, veraces e imparciales para orientar, educar y mejorar la calidad de vida emocional y física de la sociedad.

Veamos un caso clínico indirectamente afectado.

Recientemente, una mujer (60 años), con efecto de plenitud abdominal, sensación de llenura que aumentaba al comer, disminución de apetito, baja de peso, náusea sin vómito. Le dijeron que era del estómago, que era «reflujo» y tenía un mes ingiriendo el clásico omeprazol que es muy bueno para gastritis, pero no para el reflujo, combinado con metoclopramida, medicamento muy bueno para el reflujo, pero no para su estreñimiento —evacuaba cada ocho días desde varios meses atrás—.

La palpación clínica de abdomen reveló un par de bolas duras, no dolorosas, movibles, del tamaño de unas toronjas en el bajo vientre hacia la izquierda y al centro del abdomen en la región umbilical. Como el estado general de la paciente era en realidad bueno, de primera intención le dije que lo más probable era que se trataba de un cacoma (tumor benigno de caca), que se confirmaría fácilmente al tomar laxantes. Si una evacuación abundante desparecía las bolas, confirmaría el estreñimiento como causa de esos tumores.

Obviamente, se planteó una hipótesis alternativa y era la de un posible cáncer (tumor maligno), pero esta posibilidad solo se la mencioné a los familiares, como posibilidad remota, más no a la paciente. Pienso que a los enfermos no se les debe mencionar un diagnóstico tenebroso, hasta estar lo más seguro posible del diagnóstico, no antes, para no causar trastornos emocionales.

Los enfermos buscan tranquilidad y nosotros, profesionalmente, debemos satisfacer esa necesidad, incluso a pesar de confirmarse un diagnóstico con mal pronóstico.

La estrategia mencionada funcionó: se prescribieron laxantes, se logró destapar el «drenaje» y a los seis días de evacuar más de cuatro a cinco kilos de excremento, los tumores desaparecieron, lo que confirmó la primera hipótesis, descartándose la segunda, un posible cáncer.

El rastreo con ultrasonido abdominal no mostró tumoración residual alguna: miomas uterinos, tumor de ovario o tumor intrabdominal de tejidos blandos (liposarcoma), por mencionar algunos de los tumores relativamente frecuentes con los cuales hay que diferenciarlos del común “cacoma”.

Se recomendó en adelante, prevenir el estreñimiento aumentando la ingesta de fibra, como el cereal de avena, frutas y verduras.

Debo mencionar que por el confinamiento y el pánico social, los trastornos psicosomáticos, colitis nerviosa con estreñimiento, aumentan en frecuencia.

Regresamos a lo actual. Si en Poza Rica, al 14 septiembre, por ejemplo, hubo 1504 casos registrados de COVID y la población aproximada es de unos 200 mil habitantes, resulta un 0.7% de población afectada. Al inicio del problema del COVID, allá en enero-febrero, nos informaron, por medio del secretario de Salud Nacional (López-Gatell) y la misma OMS, así lo definía: que una epidemia es cuando se afecta a un 5% de la población de un pueblo, una ciudad, un país o del mundo, y que una pandemia es cuando se afecta el doble, o más, es decir 10% de la población; significaría que en Poza Rica habría 10 mil casos confirmados para una epidemia o 20 mil confirmados para una pandemia. Y solo hay 1504 casos confirmados. ¿Qué está pasando?

Resulta que ahora las autoridades configuran una epidemia cuando se reportan enfermos de alguna enfermedad fuera de lo común y pandemia si esa enfermedad fuera «rara» afecta muchos pueblos, ciudades o países. Ya no mencionan porcentajes. Al principio, López-Gatell, nos hizo una regla de tres simple con casos reportados, con un resultado de 0.00008%, y nos dijo: no se alarmen, esto es un brote de una nueva enfermedad, no es epidemia.

En septiembre, con 668 mil 381 casos confirmados entre unos 128 millones de mexicanos, apenas se afecta un 0.5% de la población, muy lejos del 5%, que serían 6 millones de casos confirmados.

Al margen del manejo político-económico que se use a escala mundial o nacional, como ciudadanos responsables, no debemos menospreciar la mortandad, y aceptar que hay una nueva enfermedad, y «no debemos bajar la guardia». Debemos continuar con la sana ¿o ya insana?, distancia, para estar a más de dos metros de posibles enfermos.

Lea Yatrogenia

Egresado de la Escuela de Medicina de la Universidad Veracruzana (1964-1968). En 1971, hizo un año de residencia en medicina interna en la clínica del IMSS de Torreón, Coahuila. Residencia en medicina interna en el Centro Médico Nacional del IMSS (1972-1974). Por diez años trabajó como médico internista en la clínica del IMSS en Poza Rica Veracruz (1975-1985). Lleva treinta y siete años de consulta privada en medicina interna (1975 a la fecha). Es colaborador del periódico La Opinión de Poza Rica con la columna Yatrogenia (daños provocados por el médico), de opinión médica y de orientación al público, publicada tres veces por semana desde 1986.

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