Golpeado por el calor

Durante un caluroso día de verano, un sábado a las ocho de una mañana brumosa, el termómetro ambiental oscilaba en los 30º C de temperatura. Me encontraba haciendo mis labores domésticas y después de haber lavado los trastes de la cocina, barrer y trapear el piso de la casa, salí al jardín a podar el césped con una máquina de combustión interna. A eso de las 10 de la mañana, terminé empapado de sudor tanto la gruesa camisa de algodón, así como el grueso pantalón de mezclilla. Posteriormente me subí a un brioso penco y durante unas dos horas de cabalgata, de trabajo, no política, seguía con la ropa empapada de sudor. Para ese momento las agujas del reloj se juntaron para dividir el día y había llegado la hora, no del mambo como en la vieja radiodifusora XEFW de Tampico, sino la hora de «la papa» y antes de esa necesidad, decidí nuevamente ponerme a barrer la hierba recién cortada por la mañana y que a esa hora ya estaba tostada pues el termómetro que había ascendido a 42 grados centígrados. Mi ropa seguía empapada de sudor.

Cinco horas después de toda esta agenda doméstica, ¡zas! Empecé a sentir dolor de cabeza, sensación de debilidad generalizada, mareo y desmayo, no sobre la arena sino sobre el pasto caliente sobre el cual me acosté, mi piel empezó a sudar copiosamente, más de lo normal, que ya era excesivo, mi piel la sentí fría, a pesar de los 42 grados. Me encontraba con los síntomas característicos de la etapa intermedia de «agotamiento por el calor» o preámbulo de la insolación completa.

Cuando recobré la capacidad de razonar, aunque dicen que no se puede recobrar lo que nunca se ha tenido, calculé en ese lapso de cuatro a cinco horas, la pérdida de unos cinco o seis litros de sudor y repuse escasamente un litro y medio.

Conviene a las personas dedicadas a las labores domésticas descritas, «mandilones o no», recordar esta sintomatología para tomar medidas precautorias relacionadas con las altas temperaturas anunciadas para esta infernal temporada veraniega que apenas empieza.

Los síntomas preliminares del golpe de calor pueden ser: sudoración profusa, fatiga, sed y calambres musculares.

Ya describí los síntomas de la siguiente etapa, la de agotamiento en la cual me detuve y empecé a corregir con reposo en la sombra, la ingestión de sal y los primeros líquidos que encontré a la mano, que en ausencia de agua potable con eso del subdesarrollo en el campo, resultaron ser unas «chelas» bien frías abandonadas en una hielera y me dije a mí mismo: «Mí mismo, pos aunque sea con esto, pero hidrátate ipso facto, sino te insolas y si la temperatura sigue subiendo pos te vas a inseminar… digo, incinerar, y cuando mucho, pa’ abono de jardín servirás».

Y aquí estoy, sin incinerarme ni lo otro parecido, relatando estas peripecias para que alguno de mis lectores lo aplique a sí mismo, a sus empleados o quien resulte necesitado. Creo que estuve a punto de entrar a:

La tercera etapa, de insolación, se caracteriza por: temperatura corporal mayor de 40 grados, comportamiento irracional, confusión extrema; piel seca, caliente y roja, respiración rápida y superficial, pulso rápido y débil, convulsiones y pérdida del conocimiento. Alguna vez tuve oportunidad de tratar a un colega con golpe de calor en esta tercera etapa, yo me quedé en la segunda. Bien dice el dicho: al mejor cazador se le va la liebre. O este otro: a la mejor cocinera se le va el chile entre… los postres.

Procuremos no llegar a esta etapa peligrosa. Me refiero a la de mejor cazador, no a la de mejor cocinera. Afortunadamente mi colega y yo no llegamos a la cuarta etapa, la de in… cineración, sin regreso.

Las medidas preventivas recomendadas por los expertos son:

Usar ropas sueltas y ligeras en climas cálidos (sí lo hice). Descansar con frecuencia en lugares sombreados (no lo hice). Evitar el ejercicio o la actividad física vigorosa en clima cálido y húmedo (no lo hice). Tomar muchos líquidos todos los días, antes, durante y después de la actividad física con mínima cantidad de sal común o suero oral, (lo hice parcialmente). Tener más cuidado si es obeso o de edad avanzada (no soy lo primero).

A los expertos les faltó recomendar las «chelas» con limón y sal. Esto es opcional.

Conviene saber lo que no se debe hacer:

No subestimar la gravedad de una enfermedad a causa del calor ni sentirse Juan Camaney y menospreciar las recomendaciones preventivas. No administrar aspirina ni paracetamol para tratar la fiebre porque pueden empeorar la fiebre en estos casos.

Y, por último, los primeros auxilios:

Acostarse en lugar fresco con los pies levantados unos 30 centímetros. ¡Pero sin estirar la pata!

Aplicar compresas húmedas o frías en el cuerpo, de preferencia en la cabeza, utilizar un ventilador.

Tomar bebidas como el suero oral o preparar un litro de agua con una cucharadita de sal común (cloruro de sodio) con jugo de naranja o tomate (ricos en potasio) y tomar una media taza cada 15 minutos.

Si el insolado no se ha recuperado con los auxilios mencionados y su color de uñas y labios vira hacia un color azulado, disminuye la lucidez mental y presenta convulsiones, pierde el conocimiento, hay que acudir al médico. De no hacerlo, puede ir a parar al purgatorio.

Lea Yatrogenia

Egresado de la Escuela de Medicina de la Universidad Veracruzana (1964-1968). En 1971, hizo un año de residencia en medicina interna en la clínica del IMSS de Torreón, Coahuila. Residencia en medicina interna en el Centro Médico Nacional del IMSS (1972-1974). Por diez años trabajó como médico internista en la clínica del IMSS en Poza Rica Veracruz (1975-1985). Lleva treinta y siete años de consulta privada en medicina interna (1975 a la fecha). Es colaborador del periódico La Opinión de Poza Rica con la columna Yatrogenia (daños provocados por el médico), de opinión médica y de orientación al público, publicada tres veces por semana desde 1986.

Deja un comentario