Incendios forestales, acciones y reacciones

Al menos 15 puntos de fuego en zonas serranas y boscosas de Coahuila, con la seca y los fuertes vientos como enemigo y las dificultades geográficas para llegar a las zonas siniestradas, así la entidad sufrió antes de terminar el mes de mayo, una de las crisis naturales más graves registrada en los últimos 10 años.

Aún y cuando el año pasado se combatió la conflagración que inició en la Pinalosa y que afectó incluso a Nuevo León, la diferencia de este año es que el fuego se registró en varios puntos, lo que mermó la capacidad de respuesta de las brigadas de combate al fuego.

Las brigadas fueron insuficientes, pues en sólo un punto de fuego los hombres y mujeres combatieron durante al menos una semana para liquidar el siniestro que se encontraba en una de las partes más altas de la zona serrana de Arteaga.

Además, la Secretaría de la Defensa Nacional colaboró en los incendios más graves, que incluso se salieron de control, como la Sierra de Zapalinamé, en Saltillo y Carbonera, junto a Sierra Hermosa en Arteaga.

Las altas temperaturas, el viento y los accesos complicados fueron el enemigo principal que a diario mermaba la fuerza y el ánimo de los combatientes que para continuar con sus tareas que en la mayoría de los casos contaban con el apoyo del equipo aéreo.

El humilde escribiente tuvo la oportunidad de laborar en un momento de su vida muy cerca del trabajo que realizan los brigadistas, conocidos también como los amarillos, además de observar el esfuerzo y disciplina de los soldados, también fue testigo de la importancia del apoyo del equipo aéreo, que, aunque no es ninguna garantía de liquidación del fuego, sí es fundamental sobre todo para aliviar un poco la carga que lleva el personal de tierra.

Durante el tiempo que se registraron los incendios de la segunda mitad de mayo, por lo menos en el sureste del estado, se vivió un fenómeno que también tenía muchos años de no suceder en la región, cuando se dejó sentir ceniza en la zona urbana de Saltillo y Arteaga y el olor de la materia forestal quemada.

La situación incluso provocó que las autoridades emitieran alertas ambientales y en algunos casos se cerraran un par de escuelas y se limitaran actividades al aire libre en los planteles educativos.

Evidentemente los ciudadanos reaccionaron, y en algunos casos, se generaron críticas y señalamientos contra las autoridades de todos los niveles de Gobierno porque no se podía apagar el fuego y que por el contrario avanzaba cada vez más.

Con la poca experiencia que dejó al humilde escribiente su paso en el acompañamiento de brigadistas y especialistas, se puede afirmar que como nunca, al menos el humilde escribiente, observó un despliegue aéreo inusual y un esfuerzo impresionante de los combatientes.

Sin afán de lavarle la cara a nadie, pero sí con los argumentos y pruebas necesarias, debe reconocerse el gran esfuerzo de los brigadistas y de las autoridades de los tres niveles de gobierno.

En el futuro, puede considerarse la posibilidad de aumentar el número de brigadistas e incluso establecer cursos especiales de adiestramiento para jóvenes del servicio militar nacional, que puedan apoyar en tareas básicas y sin que generen riesgos mayores, pero que sí ayuden a aliviar la carga de los amarillos, a quienes hay que reconocer una vez más su esfuerzo, entrega y valor para salvar nuestro ecosistema.

Autor invitado.

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