Indignidad y mentira: dividendos políticos

Al ver el milagro los fariseos dijeron: «Este expulsa a los demonios sólo por el poder de Beelzebú, el jefe de los demonios». (Mateo 12:24). Históricamente la mentira, la calumnia y el montaje han sido y son el arma principal de los malvados que, incapaces de crear; solamente se dedican a destruir negando valor a lo positivo.

El filósofo renacentista Michael Montaigne (1533-1592) describió la mentira como «una condición sumida en la simulación, la vanidad y el embuste y como una propensión subjetiva de seres humanos incapaces de defenderse del engaño y prestos a aceptar, por su debilidad anímica, una doble ofensa infligida a la dignidad de quien se sirve de la mentira y a la de la persona a quien se miente»; el falseamiento traiciona la vida pública, arruina el conocimiento común y la comunicación, y destruye el lazo social.

La mentira ha sido tratada ampliamente en la filosofía. San Agustín articuló cierta concepción tradicional de ella; asoció el mentir a dos condiciones: a) Duplicidad en el pensamiento, esto es, pensar algo que se sabe que es verdad expresando otra cosa distinta sabiendo que es falso lo que se dice; b) el deseo intencionado y/o la voluntad de engañar. En ese sentido, no se mentiría al decir algo falso que se cree o piensa que es verdadero, pero sí habría mentira si decimos algo verdadero que sabemos falso. Existen mentiras que perjudican a otros; otras dañan a alguien sin provecho para nadie; algunas favorecen a alguien, pero perjudican a otro. Existen quienes mienten solo por el deleite de engañar. Mentiras honestas que no dañan a nadie y favorecen a alguien; y otras versiones varias.

Antes de continuar quiero comentarles a mis amigos lectores que no escribo para encontrar en un solo individuo estas definiciones y pido no aplicarlas a nadie en particular; contemplemos el bosque entero y dejemos de ver un árbol específico; recordemos: cuando mi dedo índice apunta al otro, tres de ellos me apuntan a mí y a los que están conmigo.

Hoy vivimos tiempos de mentiras que dañan la dignidad de personas, pueblos y naciones, lo mismo en el ámbito internacional que nacional o regional. Ejemplo es una burda simulación con absoluta falta de respeto a la sociedad y a los participantes al ilusionar ganador de un proceso en el que compiten varias personas que creen estar jugando una partida pareja.

Insulto indignante para los pueblos autóctonos utilizarlos en el discurso político tratando de engañar queriendo hacer creer origen indígena y humilde cuando es completamente falso, burlándose de su ingenuidad.

Indignidad es simular que los partidos políticos jugarán unidos a una sociedad civil inexistente, apenas algunas organizaciones asistencialistas que traicionando sus principios humanistas se suman ilegalmente a cualquier corriente política que para nada es el objetivo de su asociación.

Dignificar a los demás es ofrecerles alternativas propositivas para que se desarrollen, dedicarse solamente a agredir a otros significa, además de falta de ingenio y dedicación, insultar la inteligencia de todas las demás personas.

Ha llegado el momento de dudar de todo, primero escuchar con atención, luego utilizar profundamente la razón antes de creer lo que la publicidad política tanto negativa como positiva nos vomita sobre la inteligencia, tergiversando noticias y datos buscando bloquear entendimiento y prudencia; luego con furor defender montajes y mentiras. Es indispensable ubicar a cada publicidad en su verdadera nivel y capacidad antes de comprometernos para más tarde sufrir por habernos equivocado; recordemos que la espuma puede crecer inmensamente, pero al menor vientecillo se disipa y quedan apenas plumitas insípidas.

Terribles artificios aquellos que pregonan dirigentes que destruyen instituciones políticas, sus propios miembros los descubren y les acusan; entonces estos insultan y dentro de sus falacias echan la culpa de su fracaso a una persona ajena al mismo movimiento, inventan números que acoplan para su beneficio, al no cuadrarles, los repiten reacomodándolos, viven de momentos pasados cuando su casa parecía bonita y no como ahora que se les cae a pedazos.

Preparémonos, con tantas falsedades y montajes no estamos muy lejos de un posible atentado contra algún candidato, esos siempre producen buenos resultados, recordemos a Aznar (1996) y a Bolsonaro (2018), típico de candidatos de la ultraderecha.

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