Estos días no han sido benevolentes para la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC) y su rector, por un lado la gran mayoría de los estudiantes de las escuelas y facultades del Campus Saltillo no emitieron el voto a favor de su reelección, y por el Campus Torreón algunos se adhirieron a un movimiento para que las autoridades actuales no siguieran en funciones por otro periodo más, debido al desacuerdo con la conducción del rector, por lo que la resistencia era para lograr que en la elección no se llevara el triunfo y continuar por otros tres años más, al frente de la casa de estudios.
Por otro lado la Auditoría Superior del Estado (ASE) publicó el último estado financiero de la universidad y en él recalca que ese ente, en los últimos tres años, hubieron irregularidades que representan el 30% de toda la cuenta pública en Coahuila, lo que refleja que los indicadores de gestión constituyeron anomalías, por lo que no hay que tomarlas en cuenta para ejercicios futuros hasta que sean subsanadas, ya que esas irregularidades demuestran una gran incapacidad de los que manejan esos rubros que denotan un desaseo con presuntas miras a remar en una barca que les proporciona seguridad financiera propia, o a menos que sean totalmente inexpertos de realizar un trabajo profesional, y si es así cual es la razón de que sigan laborando en esos puestos que acarrean una gran responsabilidad, y porqué el rector los sigue aceptando, o si al presentarle los papeles contables no los entiende, lo que denotaría desconocimiento de algo que mínimamente debe comprender.
En cuanto al renglón académico, acaba de publicarse el ranking nacional sobre la calidad de los estudios que imparten las universidades públicas y privadas, y nuestra universidad no ocupa un lugar del que nos sintiéramos orgullosos los ciudadanos coahuilenses, que es mantenida por recursos derivados del esfuerzo en el pago de impuestos y que los resultados son tan medianos que es necesario que esa institución sea manejada por personas capaces de llevarla por caminos de excelencia, ya que las actuales autoridades la conducen de la mano por impulsos inerciales que no logran avances que logren prestigio.
Es una necesidad imperiosa que se den resultados satisfactorios en la calidad educativa, en la investigación, en estudios que sean empáticos con la vertiginosa carrera de los actuales tiempos, en contar con un aparato administrativo con una estructura completa con perfiles capaces y honestos, pero sobre todo con una dirección general que marque los tiempos sin perder el ritmo, que sea conducida por un académico, un intelectual sin acudir a alguien que se asemeje a un objeto fractal, si así fuera no hubiera necesidad de otros contrincantes durante la contienda pasada en la que un gran número de votos se inclinaron por nuevas elecciones.
¿A qué se refieren cuando se habla que la universidad es autónoma? Pues esa independencia la han sustraído y ella se dejó sustraer al aceptar la imposición de un rector cuya estructura idónea adolece para dirigirla por caminos esperanzadores de una identidad que la ciencia demanda. Se necesita un rector con prosapia académica sin ser un elemento acomodado en ese sitio derivado de una amistad política.
Los ciudadanos queremos sentirnos orgullosos de nuestra Universidad Autónoma —es un decir— de Coahuila, nada más que en estos tres años últimos nos hemos sentido con vergüenza por la forma en que se están conduciendo las cosa en el seno de la casa de estudios.
Impúlsese reformas que lleven a la institución hacia la excelencia, con personal calificado en cada área, no por amigos recomendados y recompensados con salarios que no justifican su trabajo, empezando por la punta de la pirámide.
Les dejo una frase de Unamuno que en este caso puede ser propio que se aplique.
«Lo que natura non da, Salamanca non presta».
Se lo digo en serio.