Javier Mariscal fiel al periodismo y amigo incondicional

Hombre multifacético, alegría de las fiestas, fotógrafo de alto vuelo, profesionista de férrea disciplina, siempre ávido de conocimiento, pero, ante todo, un compañero de elevado espíritu y calidez humana, su deceso no provocará su olvido

Garbanzo de a libra

Un excelente analista

Amor por el oficio

A Javier Mariscal lo conocí más que por casualidad, por necesidad; las heridas del corazón tardan más en sanar; él fue mi médico de cabecera.

Llegó sin pedirlo, sin avisar; un ángel enviado por Dios. Su gran corazón se ganó el cariño de todos en la familia; fue el hermano que no sabía que tenía.

Cómo olvidar las aventuras que pasamos en familia; los constantes viajes a Real de Catorce, donde como niño escalaba montañas, subía, bajaba en busca de la mejor fotografía, porque saben, tomar fotos fue su vida; adquiría los equipos más caros. Siempre quiso ser el mejor en todo lo que se proponía.

«Como persona, era el hermano que todos quisiéramos tener».

Polo Alvarado, amigo

Era un «hazlotodo», así se describió alguna vez; confeccionaba su propia ropa, reparaba sus muebles, tapizaba sus sillones, no había tema de que no tuviera habilidad y conocimiento. Tenía hambre por saber más; cuando ingresó a estudiar inglés en un instituto de la localidad, tomó el curso ¡en tres ocasiones!, siempre con calificación perfecta; le parecía poco lo aprendido.

La última ocasión, en el examen presencial que presentó, montó una exposición de sus fotografías, todas tomadas en Real de Catorce de las que dio una descripción, en inglés, por supuesto. El 10 de calificación se quedó corto.

Alguna vez, solo una vez se quebró; aún recuerdo el dolor reflejado en su rostro. Alguien le había roto el corazón, otro de los secretos que se llevó a la tumba.

¿Que si sabía bailar? El mejor bailarín de Saltillo, conocía folclor, baile moderno… la alegría de las fiestas, incansable; insuperable.

Y claro, los gigantes también enferman. En 2017 cayó en cama; un absceso gigante lo atormentaba; 20 días pasó en el hospital. Por esas fechas cumplía un aniversario más, y casualidades de la vida, ambos nacimos el 10 de abril, aunque de diferente año. Dos décadas festejándonos juntos, en familia, siempre. En esa ocasión estábamos en la celebración —mía, por supuesto; él estaba internado, al menos eso pensábamos— cuando de repente, con venda en el cuello entra a la casa. ¡Se había escapado de la Clínica Dos del IMSS para asistir a su festejo! La alegría se multiplicó.

Para celebrar sus 50 años de vida planeaba montar una exposición con sus mejores fotos en el Centro Cultural Vito Alessio Robles; fue su sueño más anhelado. Desafortunadamente, su precaria salud lo impidió.

Su afición por la fotografía lo llevó a «descubrir» algunos detalles que pasan inadvertidos en los templos de Saltillo. En la Capilla del Santo Cristo, donde años atrás ya había tomado algunas fotografías, detectó que el Cristo de la Misericordia que está expuesto no era el mismo; había sido removido, el original ya no está.

En Catedral, al hacer un zoom al Cristo que lleva una cruz a cuestas y colocado en el altar derecho, advirtió que tenía pegada la cabeza de una manera burda; el día anterior —no recuerdo el año— a los festejos de Semana Santa se les había caído. Son detalles que solo él sabía.

También fue amante de los animales; por 15 años llenaron su vida dos cocker spaniel, uno color miel y el otro negro; sus bebés, como les llamaba, se fueron uno tras otro. Todavía no se reponía de la muerte del primero, cuando el segundo también partió. Decidió vivir el duelo en solitario.

Efraín Domínguez, su gran amigo, lo describe como un ser humano brillante, que supo dar la mano sin siquiera pedírselo, «era todo amor».

A 20 años de conocernos, te fuiste como llegaste, sin aviso, de repente. El ángel que Dios me envió ya no está; tantos sueños compartidos y hazañas logradas ahora solo son recuerdos. ¿Con quién voy a componer el mundo?

Descansa en paz, mi querido amigo, mi hermano. E4


Garbanzo de a libra

¿Sabía Javier Mariscal Puente cuánto era querido y lo mucho que se le respetaba dentro y fuera del medio periodístico? Lo dudo. Siempre evadió el aplauso, y el reconocimiento, por fútil y vano, era para él prescindible y accesorio. Conocía de su valor y le bastaba. Melómano y esteta, Javier levantó un muro impenetrable entre el mundo y su mundo. Solo podían entrar los amigos de verdad y no los de ocasión y conveniencia. Asceta, Javier encarnaba el modelo de Kapuscinski según el cual, para ser periodista, el primer requisito es ser gente buena, y él excedió la medida. Mariscal llegó al bisemanario Espacio 4 gracias a Ricardo Mendoza, colega íntegro y también comprometido con el oficio. Su descripción de Javier, con sus muchas luces y sus sombras escasas, resultó exacta. Al tercer día, Mariscal ya estaba entre nosotros y en poco tiempo se convirtió en la mano derecha de la dirección y en compañero incondicional de todos.

Cierto medio día de 2019, antes del receso por las navidades, entró a mi oficina exultante, raro en él, pues era un hombre reservado y no propenso a ventilar sus asuntos y emociones. «Estoy muy agradecido con Espacio 4, he aprendido mucho». La anécdota la compartí con la redacción y otros departamentos a raíz de su fallecimiento, este 19 de abril a los 55 años. «No fue así —les dije. Javier desarrolló aquí sus talentos. Encontró respeto y tierra fértil, y los correspondió con creces. Mariscal fue quien nos hizo crecer con su humildad y entrega a un oficio que amaba sobre todas las cosas. El periodismo corría por sus venas y elevaba su espíritu».

A veces lo sorprendía en su oficina o en Diseño con una sonrisa pícara, traviesa. No sentía mi presencia por tener puestos unos audífonos, tipo Zabludovsky, pero, en cuanto se percataba, el rostro se le enrojecía y se ponía serio. Pedro Ramírez, nuestro corrector, le decía Woody, por su parecido con el protagonista de la comedia infantil Toy Story. A riesgo de ser indiscreto y de parecer jactancioso, comparto el siguiente intercambio de mensajes con Ricardo Mendoza, sobre Javier:

—Gracias por haberlo hecho parte de la familia Espacio 4, como tú también lo eres.

—Al contrario. De hecho, te platico lo siguiente: La última vez que lo vi fue en el aniversario (24) de Espacio 4. Me saludó muy efusivamente, incluso con un gran beso fraternal y me dijo lo siguiente: «Quiero disculparme contigo otra vez… pero sobre todo quiero AGRADECERTE por haberme presentado con don Gerardo y su familia. Han sido estos años de los más felices en mi vida en el tema laboral. Nunca había estado tan contento y no tengo cómo agradecer por eso…». Acto seguido: se despide para seguir tomando fotos entre las mesas. Esto ya se lo había platicado al amigo Wong». (Óscar es otro de los mejores periodistas que ha dado Coahuila. Le conocí cuando hacía mis pinitos en el perdiódico La Opinión. También a él le debo mucho).

La muerte inesperada de Javier Mariscal sacudió y arrasó a quienes lo abrazamos como hermano. El miércoles 20 nos reunimos sus compañeros de Espacio 4 para recordarlo y coordinar tareas, junto con otros amigos: recibir y atender a su hermanos, Lilia y Gabriel, y preparar los servicios funerarios. El obispo emérito, Raúl Vera, y el padre Humberto González Galindo concelebraron el sábado 24 una misa exequial ante la urna con las cenizas de Javier, en el templo del Padre Nuestro. Don Humberto, amigo de Mariscal, estuvo pendiente de cada paso. El periodismo está urgido de Javieres y sobrado de cínicos, oportunistas y farsantes que envilecen el oficio. (GHG) E4


Un excelente analista

Periodistas de Zócalo Saltillo, quienes conocieron muy bien a Javier, también expresaron su pesar y destacaron sus numerosas cualidades; Jesús Castro Gallegos, comentó: «la noticia me toma de sorpresa, siempre fue un hombre muy medido, muy sano, muy metódico, no puedo creer que haya fallecido; fue un gran periodista, un excelente analista y como editor de Negocios, quizá fue el mejor del estado. Lo recordaré con mucho respeto y admiración».

Margarita Reyna Lara y Ana Sakanassi, editoras de página web y de Élite, respectivamente, también manifestaron su pesar por la pérdida del estimado compañero de profesión, a quien calificaron de un extraordinario ser humano.

El periodista Polo Alvarado González, uno de sus más grandes amigos, dijo: «Javier Mariscal fue la persona más fina, educada y correcta que conocí, como periodista ha sido el mejor que he conocido, integro, intachable, totalmente imparcial, y consciente como pocos de la responsabilidad que tenemos con los ciudadanos.

»Como persona, era el hermano que todos quisiéramos tener, siempre preocupado; Un ser humano de una enorme altura; y a pesar de que se la pasaba solo, se hizo querer por muchísima gente que lo quería, amigo personal del padre Humberto González, y del maestro Efraín Domínguez, quienes también destacaron siempre su capacidad y talento para escribir, para analizar, pero sobre todo su extraordinaria calidad humana».

Descansa en paz, José Javier Mariscal Puente (Zócalo Saltillo). E4


Amor por el oficio

Javier Mariscal Puente dedicó más de la mitad de su vida al periodismo. Lo hizo con un alto sentido de responsabilidad y amor por el oficio. Versátil, destacó en varias áreas, de la cultural a la económica; de la social a la política, siempre sensible al clamor de los grupos vulnerables, de los colectivos femeninos y de los migrantes. Este 19 de abril murió a los 54 años.

El gremio pierde una voz callada, pero poderosa; y la sociedad, un aliado de pluma incisiva y valerosa. Mariscal dejó huella en varios medios de comunicación. Los últimos años se desempeñó como editor del bisemanario Espacio 4.

Mariscal era el primero en llegar a la redacción y el último en marcharse. Sus talentos lo convirtieron en un periodista reflexivo, muy humano, alejado de la estridencia y del protagonismo. Además de editor, era fotógrafo y a sus ideas se deben las mejores portadas de Espacio 4, diseñada por Alicia Farías, su compañera de desvelos en los cierres de edición. Su conversación era universal. No había tema al cual se resistiera. Su hablar tranquilo, convencía, embelesaba.

Su muerte es tan sorpresiva como dolorosa. Hombre de espíritu elevado y sonrisa de niño, su ausencia nos abate y su recuerdo —cálido y tierno— nos levanta (GH). E4

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