Jesús y la más grande historia jamás contada

La historia más grande jamás contada, la del nacimiento de Jesús, no resiste el escrutinio de la verdad; los hechos no alcanzan a sostener el mito. La fecha, los lugares, los personajes, los supuestos fenómenos alrededor de ella. Nada sucedió como lo han contado. Analice por sí mismo la historia y se dará cuenta de que el 25 de diciembre, día en que el cristianismo celebra el nacimiento de Jesús, presenta muchas inconsistencias. El primer dilema al que se enfrenta esta tradición judeocristiana, es que la propia Biblia, la principal fuente de información histórica para referir el supuesto milagro de Belén, jamás menciona una fecha de nacimiento. Los evangelios de Mateo y Lucas relatan solo imprecisiones. Si no me cree, léalos.

María, la madre de Jesús, no concibió por obra del espíritu santo. Usted y yo sabemos que eso es imposible. Jesús tuvo hermanos, Santiago es uno de ellos y en la Biblia se le menciona. Jesús no nació o murió el día y año en que se cree. Algunas investigaciones serias ponen en duda incluso que haya nacido en Belén.

Jesús nunca se presentó ante los maestros en el templo dejándolos asombrados con sus conocimientos. El galileo no sabía leer, escribir ni disponía de educación formal alguna —mucho menos a los 12 años—.

De milagros, ni hablar, la ciencia ha dicho mucho al respecto. Jesús no levantó a Lázaro de la muerte, tampoco curó a los leprosos o a los ciegos y no hizo cosas tan mundanas como convertir el agua en vino. Ah, y por cierto, mucho menos resucitó.

Jesús fue crucificado, un hecho brutal, es cierto, pero que también le ocurrió a miles de judíos más que se opusieron al imperio romano dominante de Judea por cientos de años. Jesús fue, y sé que esto puede doler a muchos, un disidente que en su tiempo careció de la trascendencia que los años y la publicidad le han dado.

Pero lo que destaca de los cuatro evangelios aceptados es que Jesús jamás quiso formar una nueva Iglesia, mucho menos una nueva religión. Si usted quiere entender eso, hágalo, pero en los evangelios no dice nada de eso. Fueron los años los que impusieron al cristianismo como
la religión oficial del imperio romano y luego del mundo occidental.

Lo que sí está claro, es que los romanos celebraban en esa fecha su fiesta más importante: el nacimiento del Sol Invictus y del entonces dios pagano Mitra. Constantino y el Concilio de Nicea decretaron utilizar el 25 de diciembre como día del nacimiento de Jesús, pues la fecha ya era una fiesta popular.

De la estrella de Belén y los reyes magos, ni hablar. La astronomía no ha conseguido encontrar algún rastro; ni una sola señal de que esa estrella iluminara los cielos anunciando la llegada del Salvador. Además, ni la antropología, ni la historia han encontrado referencia alguna de estos «supuestos» reyes magos de Oriente, que habrían visitado Judea para presentar sus respetos por medio de oro, incienso y mirra al hijo de Dios. Partiendo de esto, las demás tradiciones que rodean la Navidad como Santa Claus y el árbol, son mitos y leyendas convertidas en costumbres.

Lo que es una verdad irrefutable, es que el escritor inglés Charles Dickens fue el promotor de que la celebración renovara su ánimo. Su libro A Christmas Carol, traducido como Un cuento de Navidad, logró que Occidente retomara esta fiesta. Dickens, no inventó la Navidad, pero sí la volvió a poner de moda y con ella, el «ambiente navideño». Los aparadores arreglados para la ocasión, la cena en familia, las reuniones con amigos, y, claro, los regalos.

Pero a pesar de todas las revelaciones sobre la verdadera naturaleza del Jesús que vivió hace 2 mil años, puedo decir que décadas de investigación académica sobre los orígenes del cristianismo han hecho de mí un creyente mas de Jesús de Nazaret que de Jesús el Cristo.

Y es que en lo personal y como agnóstico declarado, no necesitaría, para volverme creyente del maestro de Galilea, el comprobar ninguno de sus milagros. No soy como el apóstol Tomás que pedía ver las llagas de los clavos y meter sus manos en el costado de Jesús para poder creer. Tampoco necesito verlo caminar sobre las aguas del mar de Galilea. Yo me conformo con poco: el milagro de que podamos caminar en paz sobre la tierra. Feliz Navidad a todos.

Es editorialista de diversos medios de comunicación, entre ellos Espacio 4, Vanguardia y las revistas Metrópoli y Proyección Empresarial, donde escribe sobres temas culturales, religiosos y de ciencia, tecnología e innovación. Es comentarista del noticiero “Al 100” de la estación de Radio La Reina de FM en Saltillo.

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