Kant: sexualidad y filosofía

El filósofo siente horror del matrimonio y de todo aquello que pudiera persuadirle  a contraerlo…

Nietzsche

El 22 de abril de 2024, Immanuel Kant, uno de los filósofos más insignes que en el mundo han sido, cumple 300 años de haber visto la luz en este bizarro planeta. La actualidad del pensamiento del genio de Königsberg está fuera de duda. Kant puso de relieve el respeto, y hoy más que nunca estamos ayunos del mismo. Kant anheló profundamente la paz perpetua para todas las naciones, y hoy Ucrania y Gaza nos piden a gritos «paren esta masacre». Kant describió lo sublime, y hoy lo sublime revitaliza el arte. Kant, en la Crítica de la razón pura, nos dijo que el noúmeno es incognoscible, y hoy la ciencia se muestra perpleja por no poder dar con la «cosa en sí». En fin, en esta ocasión, más que ampliar esta perspectiva de vigencia de la filosofía kantiana, me detendré un momento en la relectura de un delicioso opúsculo de Botul intitulado La vida sexual de Kant.

Jean-Baptiste Botul nació en Francia el 15 de agosto de 1896 y falleció, «ignorado y desconocido», en su pueblo natal, el mismo día de su nacimiento, el año 1947. En 1916 hizo contacto con el filósofo Alain, con el que compartió ideales pacifistas, feministas y anarquistas. En 1917, en la isla Clipperton, intentó fundar, con los 15 habitantes de la isla, una nueva academia platónica, un «jardín» epicúreo y una comunidad kantiana según los principios de la castidad. En 1938 dicta su conferencia «El arte de la disputa» en Pittsburgh. En 1946 expone sus conferencias en la Nueva Königsberg, Paraguay. La obra a la que haremos referencia recoge estas ponencias.

Botul está convencido de que la vida de un filósofo interesa a la filosofía. Sostiene, contra todos los pronósticos, que «la sexualidad de Kant es la vía regia que nos conduce a la comprensión del kantismo» (p. 26). Esto se percibe de entrada un tanto exagerado. Según Botul, Kant nunca estuvo enamorado, toda su vida permaneció célibe, no tuvo pareja alguna. Se cuenta que cuando se enteró de que su sirviente Lampe se iba a casar, lo despidió. De ahí la leyenda de la homosexualidad inconfesa del filósofo. Sin embargo, Botul abona a favor de la heterosexualidad del filósofo alemán: «…las mujeres le interesaron a Kant y Kant les interesó a las mujeres» (p. 45). Por tanto, no era asexuado. El celibato influyó de manera decisiva, otra vez según Botul, en la filosofía de Kant.

Más adelante, Botul afirma que Kant permaneció célibe, pero no se sabe si fue casto y si estuvo a favor de la castidad. Cita la Antropología del mismísimo autor de La religión dentro de los límites de la mera razón: «el puritanismo del cínico y la castidad del anacoreta, que se privan de los placeres de la sociedad, son deformaciones de la virtud que no invitan a practicarla…». Posteriormente, hace uso nuestro autor del imperativo categórico para descalificar la castidad: «…la castidad es tan indefendible y contradictoria como el homicidio, pues si todos los humanos la practicaran eso sería el fin de la especie» (p. 47). La castidad no puede valer como ley universal para la especie humana.

Pero penetremos en la tesis principal del opúsculo: «La “cosa” es el sexo. Es evidente. No “podemos” conocer la cosa en sí, nos advierte Kant: no somos “capaces”, pero, sobre todo, no estamos “autorizados”» (p. 96). La sexualidad kantiana no está en su vida, sino en su obra. La gran cuestión a afrontar es la cosa en sí. Pero, según Botul, Kant no desprecia el sexo, sino la consecuencia del mismo: la proliferación de la especie. A final de cuentas, son sólo conjeturas. La invitación es a no quedarnos con el fenómeno, a ir por el noúmeno, por la «cosa en sí», por el sexo, o por la sexualidad, mejor dicho, aunque ésta sea incognoscible.

Parece un tanto hiperbólica la tesis de Botul. Algún ferviente kantiano diría que incluso vulnera la reputación del autor de ¿Qué es la ilustración? Yo, por mi parte, extrañé que no hiciera suficiente énfasis en la relación entre el célebre rigorismo kantiano y la «reprimida» sexualidad de Kant. Más bien se concentró en la «incognoscibilidad» del sexo, de la cosa en sí, como lo que pone de manifiesto el autor de la Crítica del juicio.

Y quizá la clave del texto, y lo que nos interesa hoy, se encuentre en esta conclusión: «Es necesaria una raza especial de individuos castos y célibes, que deciden no procrear, que rechazan los dudosos gozos del matrimonio y se consagran a la transmisión del conocimiento, es decir, la cultura» (p. 101). Eunucos por el reino de la filosofía. La humanidad debe contar con personas como Kant, a quien le rendimos pleito homenaje en este aniversario. Kant fue un hombre consagrado al pensamiento, un ilustrado a carta cabal. Y gracias a él, el respeto, la racionalidad, la paz, el universalismo democrático, el pensamiento osado, el goce desinteresado y un largo etcétera, han contribuido a potenciar el humanismo en el mundo contemporáneo.

Referencia:

Botul, Jean-Baptiste, La vida sexual de Immanuel Kant, Trad. de Dulce María Granja, UNAM, Col. Pequeños Grandes Ensayos, No. 4, México, 2004.

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