Fraustro, a expensas de «vivillos»

Durante los últimos años, muchos de nosotros nos hemos visto limitados en nuestras actividades, quedándonos en casa debido a diversas circunstancias, lo que nos ha desconectado de la realidad exterior. Sin embargo, al salir de nuevo, nos enfrentamos a un impacto repentino al notar los cambios en el entorno que antes dábamos por sentado. Este es el caso del autor, quien, tras conducir por diversas partes de Saltillo, desde el Caballo de Carranza, pasando por el Cerro del Pueblo, Mirasierra y hasta Zapalinamé, se encuentra sorprendido por el estado de las calles y las colonias en general.

Anteriormente, estos lugares solían tener baldíos que servían como las flores silvestres de la ciudad. Sin embargo, ahora se encuentran cubiertos por una espantosa capa de basura, desde latas y vidrios hasta bolsas de comida rápida y tazas de café. Los márgenes de la ciudad están ahogados, y los árboles están adornados con bolsas de plástico y envoltorios. El panorama incluye neumáticos abandonados, cadáveres de animales en los arroyos y carros oxidados, lo que refleja negligencia de parte de los encargados de mejorar Saltillo, Medio Ambiente dirigido por una joven que regala «plantitas» y Servicios Primarios que solo barren las principales avenidas con los peligros y esfuerzo exportador que esto significa, amén del salario representativo que definieron los administradores de Saltillo.

Este deterioro no solo es un problema estético, sino que también tiene graves consecuencias ambientales y de seguridad vial.

El Gobierno municipal se convirtió en un sistema paralizante en el que ninguna dependencia tiene la autoridad para abordar eficazmente este problema. Los asesores de imagen del Alcalde, responsable de gestionar la ciudad, no le permiten multar a los que arrojan basura, lo que reduce su motivación para perseguirlos. Estos seudoasesores le dicen al oído que las infracciones en cuestión podrían afectar su imagen y la de su organización política, se podría entender en estos tres meses electorales, pero no en los dos años desaprovechados. Por otro lado, la «famosa» Policía Ecológica tiene el poder, pero no patrullan donde deberían, lo que crea un vacío en la aplicación de la ley; es más, no patrullan con ese fin: se pasean por Saltillo, contaminando y agotando los recursos energéticos de la ciudad.

La falta de objetivos y datos concretos, así como la ausencia de consecuencias reales para las dependencias responsables, han contribuido a la perpetuación del problema. A pesar de las críticas y las solicitudes de cambio, la situación apenas se ve en avenidas y bulevares, y la «visión» de una red libre de basura sigue siendo una mera aspiración sin fundamentos sólidos.

La realidad es clara: la basura no desaparecerá por sí sola, y la impunidad solo mantiene el problema, para el que sigue y el que sigue y el que sigue…

Para abordar esta crisis, se necesitan medidas drásticas, como implementar patrullajes controlados en todas las colonias de la ciudad, cerrar espacios periódicamente para limpieza, otorgar a la Policía Ecológica el poder de multar y establecer objetivos concretos. Además, se deben instalar cámaras en zonas críticas, fomentar la participación ciudadana y mantener como obligatoria la recogida de basura como parte de las multas.

En última instancia, este problema es un reflejo de la falta de lealtad y responsabilidad por parte de algunos colaboradores del Alcalde Fraustro Siller. Después de años de negligencia, era hora de tomar medidas para restaurar el orgullo cívico y la limpieza en todo Saltillo, pero no le alcanzó. Es necesario un cambio de mentalidad y una acción decidida para hacer que la ciudad vuelva a estar limpia.

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