La democracia invisible

En el capítulo XXXVI de la segunda parte del Quijote, donde Cervantes cuenta la extraña y jamás imaginada aventura de la dueña Dolorida, alias de la condesa Trifaldi, con una carta que Sancho Panza escribió a su mujer Teresa Panza y en la que le dice que va a hacerse cargo del Gobierno de la ínsula con grandísimo deseo de hacer dineros, pues le han dicho que todos los gobernadores nuevos van con ese mismo deseo, la ya aludida condesa aconseja a Sancho que no sea codicioso, porque el gobernador codicioso hace la justicia desgobernada.

La referencia cervantina resulta aquí pertinente porque mucha de la desdicha que el ciudadano tiene que pasar en nuestro tiempo consiste en tolerar lo superfluo, la falsedad sagazmente planeada y la mentira dicha a conciencia.

En efecto, el engaño y la mentira son la premisa básica de conducción de la clase política de nuestro país, que ha confundido intencionalmente la democracia construida a partir de una base ciudadana que sólo sabe votar, y escasamente pensar, con el verdadero status libertario sobre el cual se construye la verdadera democracia, la que permite la participación de un individuo a partir de los dictados de la conciencia.

Las últimas elecciones en México arrojaron como resultado el surgimiento de Morena legitimando un poder de partido político que no significa necesariamente democracia. Hoy Morena y el presidente, figura representativa de este partido, son, precisamente, la mejor expresión de la mentira y el engaño.

Sin temor a equivocarme, y corriendo el riesgo de la generalización, afirmo que todos los políticos del actual Gobierno, incluido el presidente, son unos ociosos de burocracia institucional, palurdos de las acciones de relación y aprendices de nada. Masivamente todos constituyen una fauna de interés zoológico por lo instintivo de su comportamiento, frente a los problemas, no sólo esenciales sino, incluso, los más elementales del país.

Toda esta emergente clase social es hoy una legión privilegiada porque el Gobierno de Andrés Manuel ha llegado a convertir a la multitud que sólo sabe votar, en una especie de entidad familiar masiva que miente a favor del Gobierno, que lo adula a cambio de un beneficio otorgado en forma de ofensiva dádiva. La conversión ha sido muy simple y ha resultado es la anulación de la conciencia ciudadana.

Y todo eso ha ocurrido con la ayuda de nuevas formas de corrupción institucional, aunque realizadas bajo el amparo de un marco legal que las ofrece como programas sociales de Gobierno.

El proceso de esa pasmosa anulación de la conciencia ciudadana es fácil de seguir: cuando alguien recibe una pensión, una beca o es beneficiario de alguno de esos programas sociales, canta a los cuatro vientos las bondades del Gobierno; conscientemente miente proclamándolas como bondadosa acción del gobernante.

Pero lo mismo ocurre cuando los medios de comunicación le dan continuación a la mentira a través de las voces y las plumas más autorizadas en sus páginas editoriales; lo más grave, sin embargo, aparece cuando el coro laudatorio instalado en los recintos legislativos de la nación, sin debate de por medio, aprueban los caprichos ocurrentes del jefe porque es el que manda y porque, además, se acomodan bien a los intereses del grupo. Todos padecen la misma enfermedad: son adeptos a la mentira y el engaño.

Pero la mentira cuando pasa a través de las miles de personas que la siguen y la aclaman como verdad, se vuelve finalmente, verdad; una verdad proclamada por la multitud convertida en gobierno. Multitud, que ahora se entiende como pueblo, que gobierna; más aún, como pueblo sabio que no se equivoca; es decir: democracia de sufragio, carente de toda sustancia que se certifique con la participación de todos en los asuntos de la res pública.

El presidente logró formar una camarilla de pensamiento igual que se afilia a una sociedad para la admiración mutua. Una sociedad donde sus miembros se apoyen unos a otros con el lenguaje cotidiano, con la pluma aduladora y con la mansedumbre del siervo sometido, es decir, de la democracia invisible porque ha sido convertida en mera murmuración.

Eso, naturalmente, no es gratuito. La murmuración es lo propio de la muchedumbre. Y la muchedumbre es siempre popular. Así que, si tenemos políticas públicas que no son sino meros murmullos, entonces tenemos políticos sumamente populares que, con un gesto, con un dejar caer una moneda para que el enjambre de pobres la recoja, se fortalecen cada día.

La muchedumbre entendida como pueblo, es lo que amenaza la democracia. Para encontrar el rumbo de la verdad, es necesario dejar de ser muchedumbre, murmullo, y convertirse en individuo, retornar a la creencia de que lo individual es una categoría esencial de la existencia porque deja oír su voz propia.

Naturalmente no hablo de cualquier individuo, sino de uno capaz de elaborar procesos de razón, no de meros actos de instinto. Un individuo que sea capaz de alcanzar el status de ciudadanía, un ser inteligentemente entre las opciones que le plantea la mejor solución para un problema que lo afecta.

Nadie en su sano juicio podría estar en contra del presidente en su intención de transformar a este país, es sólo que una transformación basada en la opinión de la muchedumbre plantea cuestiones de extremo peligro. El mayor de ellos es que en la muchedumbre se diluye la responsabilidad y se pierde toda claridad de pensamiento.

Por eso el presidente, basado en esa democracia invisible, y junto a las multitudes que lo aclaman y lo encumbran puede, sin sonrojo de por medio, representar el espectáculo teatral de una mentira que se multiplica a través de la mañanera certificando la democracia invisible tan propia de las muchedumbres que tanto parece adorar el mandatario mexicano.

La multitud convertida en democracia es el elemento fundamental y distintivo de esta administración para que en ella se diluya la responsabilidad de un gobierno que no ha sabido entender su verdadera tarea, su verdadera razón de ser: Gobierno de justicia.

Quizá a esta 4T le vendría bien adentrarse en las páginas de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha para entender un poco el significado de gobernar con justicia, con responsabilidad y con ánimo de realizar una verdadera transformación que empiece por los mismos políticos que hoy nos gobiernan.

San Juan del Cohetero, Coahuila, 1955. Músico, escritor, periodista, pintor, escultor, editor y laudero. Fue violinista de la Orquesta Sinfónica de Coahuila, de la Camerata de la Escuela Superior de Música y del grupo Voces y Cuerdas. Es autor de 20 libros de poesía, narrativa y ensayo. Su obra plástica y escultórica ha sido expuesta en varias ciudades del país. Es catedrático de literatura en la Facultad de Ciencia, Educación y Humanidades; de ciencias sociales en la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas; de estética, historia y filosofía del arte en la Escuela de Artes Plásticas “Profesor Rubén Herrera” de la Universidad Autónoma de Coahuila. También es catedrático de teología en la Universidad Internacional Euroamericana, con sede en España. Es editor de las revistas literarias El gancho y Molinos de viento. Recibió en 2010 el Doctorado Honoris Causa en Educación por parte de la Honorable Academia Mundial de la Educación. Es vicepresidente de la Corresponsalía Saltillo del Seminario de Cultura Mexicana y director de Casa del Arte.

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