¿Cómo convertir en valor social nuestra participación en los asuntos públicos? ¿Cómo hacer de un derecho que costó, parafraseando a Churchill, sangre, sudor y lágrimas, hacerlo universal, y que hoy día sea tan intrascendente para millones de mexicanos? ¿Cómo encender la aspiración a una patria grande, feliz, alma nacional que nos mueva a abandonar esta apatía, y volcarnos en un quehacer que hoy más que nunca requerimos realizar porque nos va no solo el presente, si no el futuro de tantos niños y jóvenes?
Me rebela, me indigna, me estremece el que haya millones de mirones de palo fingiendo que en nuestro país no pasa nada, que todo va bien, que estamos mejor que nunca, que vivimos en paz, que la economía va viento en popa, que tenemos servicios de salud y de educación de primer nivel, que la inseguridad en estas tierras es un mito… que estamos en Jauja, en la antesala del paraíso terrenal… ¿Cómo se puede aceptar todo esto sin chistar?
La libertad solo existe de nombre en México. La libertad se gesta con educación, es un instrumento probado que libera. Aquí la libertad solo la tienen los dueños de grandes patrimonios, los débiles nunca han sido libres… y lo más triste es que les importa un bledo. Se conforman con su triste suerte de mantenidos ad perpetuam por el Estado paternalista. Méndiga herencia de este sistema político podrido. Acostumbraron a millones de mexicanos a vivir de la dádiva y que de ribete les agradezcan, los veneren, los aplaudan, los sigan en calidad de rebaño hasta la indignidad.
¿Cuándo carajo va a cambiar esto? ¿Cuándo van a dejar de gustarles los manipuladores de basura con disfraz de mesías, que se proclaman puros como la Inmaculada, intachables, derechos, infalibles, sin lastres en su pasado, es más, sin pasado? Dirá usted, apreciado leyente, que parezco disco rayado, que he dicho esto hasta la saciedad… Y es cierto, pero es una de las maneras que tengo para inconformarme, porque estoy hasta la ídem de que no pase nada para librarnos de tan infausto destino.
Se repite una y otra vez la misma farsa. Las elecciones en las que los candidatos y candidatas avalados por un partido, prometen el oro y el moro para que les den el voto… ¿y luego? Llegan al cargo y les vale una pura y dos con sal todas las promesas que hicieron y también a los que engatusaron con la olla al final del arcoíris. ¿Y sabe por qué? Porque no hay nada que obligue a los primeros a cumplir, y a los segundos les vale sorbete que se les olvide.
Cuando fui diputada federal propuse que fuera obligatorio mantenerse en contacto directo con los representados, con calendario de por medio, es decir fechas determinadas para esos encuentros y que no podían ser por representantes del legislador, que deberían ser con él o ella en persona, y que de no cumplirse se le descontaría de la paga que reciben. ¿Sabe a dónde me mandaron con mi iniciativa? Sí, ya lo adivinó usted, allá mero…
Y cada vez llegan más inútiles y vividores al Poder Legislativo, atrévase a seguir una sesión, es horrible, no hay ni preparación para el cargo, ni deseos de que lo haya, no hay debate, porque para debatir se necesita estudiar, informarse, investigar sobre el tema a profundidad, no a aceptar nomás lo que te propongan los asesores, tú por tu cuenta tienes también que conocer el tópico. Bueno, hay dizque legisladores que ni siquiera saben leer, y ni se sonrojan ¿Y a quién le importa eso? A nadie, de verdad, a nadie. De otra suerte ya se hubieran tomado cartas en el asunto. Muchos de esos legisladores no saben ni lo que aprueban, actúan según indicaciones de sus coordinadores parlamentarios. No son representantes de los mexicanos, son «gatos» de sus partidos. Es deplorable el nivel y del mismo tamaño los resultados.
Por eso, en México no hay contrapesos ni equilibrios en el ejercicio del poder público. Por eso estamos hasta los huesos invadidos de corrupción e impunidad. Y no va a acabar sino tomamos los destinatarios de tanta pudrición, las riendas del país. Sí, las riendas del país. Nosotros somos el pueblo soberano, eso significa que somos los únicos que podemos decidir qué queremos para nuestro país, porque el país es nuestro, no de los zánganos, pillastres y vividores que ocupan un cargo público.
A toda esa runfla, nosotros les pagamos el sueldo y todos los privilegios y canonjías que se adjudican, en nuestras narices, sí, nosotros. Los alquilamos para que trabajen a favor de nuestro, no en nuestra contra, como lo hacen la caterva de cínicos.
Pero tenemos mucho de culpa en todo ello. Empezando porque el grueso de los mexicanos ni siquiera está enterado de cuáles son las funciones de los susodichos. ¿Qué van a exigirles? ¿El cumplimiento de qué? Hay una asignatura que en la escuela hace mucho, pero mucho tiempo, que no le dan ninguna relevancia, se llama civismo. De noche se pasa. ¿Y los padres de familia por qué se quedan callados? Sin esa materia, nomás se es mexicano de nombre, y hasta ahí llega. Cuando te enseñan civismo te haces consciente de que eres parte de una sociedad y por ende estás comprometido con el buen vivir de la misma, y con todo esto aprendido y digerido, por supuesto que no vas a permitir que cualquier hijo de vecino se convierta en tu alcalde, legislador, gobernador, presidente de la presidente la república. Y entiendes con claridad que votar es una de las maneras más prácticas y directas de ejercer tu soberanía. Votar, ya no es un mero acto del que puedes prescindir, porque sabes perfectamente que es no solo el ejercicio de un derecho que te corresponde por mandato de ley, sino también una obligación ineludible que tienes con tu país, porque de ella depende el bienestar y la calidad de vida que tú quieres.
Ejercer el sufragio universal es un acto en el que se traduce tu compromiso ciudadano, no solo tus preferencias por tal o cual candidato ¿Por qué? Porque ya vas informado de la trayectoria, del perfil de éste. Ya no vas a votar a ciegas, ni espoleado por la mercadotecnia electorera. Ya vas cierto de que tu elección conlleva una responsabilidad no solo contigo mismo, sino con la sociedad de la que eres parte viva.
Elegir informado significa romper con la pasividad, que se ha convertido en patrón entre millones de mexicanos, significa que te haces cargo de la decisión que vas a ir a expresar en las urnas y que derivado de esto, ya no estás firmando un cheque en blanco, y que si gana por quien tú votaste y llegado al cargo se empieza a hacer como que la «virgen le habla», tú vas a exigirle con todo derecho que cumpla con los compromisos que hizo cuando se plantó en tu puerta a pedirte el voto. Y vas a hacer uso de todos los recursos que te da la ley para que le quede claro que de ti no se burla. ¿Se imaginan lo que sucedería con un México ciudadanizado? Todos exigiendo a los servidores pagados y temporales que se cuadren ante su patrón o no hay próxima oportunidad, ni para ellos, ni para el partido que los avaló.
Los clasemedieros le aportan mucho al abstencionismo ¿cómo es posible? Es el sector de la población más dañado por las decisiones gubernamentales erradas. Ya basta de hacerles el caldo gordo a los sinvergüenzas. Si le damos la espalda a los comicios electorales, un régimen como el que hoy tenemos se va a eternizar. En la clase media están los micro, pequeños y medianos empresarios, los profesionistas independientes o que trabajan para la iniciativa privada, los técnicos especializados, burócratas, académicos, empleados. Ahí estamos los aspiracionistas, somos el combustible del país.
Hoy día 12.3 millones de hogares y 44 millones de personas constituyen la clase media en el país, tres cuartas partes de ambas viven en el ámbito urbano. Es atentar contra nuestro propio modus vivendi no presentarnos a ejercer nuestro derecho. Si quiere usted gobernantes que si lo representen salga a buscarlos, indague en su hoja de vida, y tome su decisión con pleno conocimiento de causa. No se dé la vuelta, asuma su responsabilidad, ya mande a paseo la cantinela de que todos son una bola de sinvergüenzas, que da igual por ello, votar que no votar. Pues precisamente por ese «pensamiento» llega tanto crápula a los cargos públicos. Vaya a votar, así se hace la democracia, con hechos, con decisiones responsables, así se refuerzan las instituciones que la sustentan, así, con participación se apuntala el imperio de la ley y deja de ser la aplicación de esta discrecional. La democracia es un sistema que arraigado, institucionaliza la credibilidad y la confianza de los gobernados en sus gobernantes. Coadyuve a fortalecer nuestra democracia, en ella se conjugan de manera civilizada las diferentes voces, se formulan acuerdos que admiten replanteamientos del quehacer gubernamental, y se articulan de manera inteligente sociedad y gobierno. La democracia engloba los valores más preciados de la convivencia humana y la posibilidad real de convertir en realidad tangible los proyectos conjuntos. Hagámoslo, sí es posible.