La espada de luz de don Miguel

Recordar a Miguel Hernández, que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela, cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur, como los poetas rectilíneos de Andalucía, sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia, dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Dadle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz! Pablo Neruda.

El viernes 15 de julio, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México organizó un homenaje al poeta español Miguel Hernández, ícono de la literatura española. El homenaje consistió en un Congreso Internacional titulado «Miguel Hernández y la pobreza». En la celebración se realizó un conjunto de conferencias impartidas por especialistas en literatura; la clausura se realizó el domingo 10 de julio nada menos que en el Palacio de Bellas Artes de la CDMX.

Miguel Hernández nació en Orihuela (1910), su familia se dedicaba a la cría y cuidado de ganado caprino, y él fue pastor durante su infancia, aunque cursó estudios de primaria, secundaria y bachillerato, éste con los jesuitas, que reconocieron su talento y por ello le ofrecieron una beca que su padre no aceptó, y pronto ordenó que abandonara los estudios y se dedicara al pastoreo, pero el joven era un ávido lector y entonces comenzó a escribir sus primeros poemas.

Gracias a su amistad con un sacerdote obtuvo libros de distinguidos autores, se convirtió en asiduo visitante de la biblioteca pública del pueblo y fue capaz de formar un grupo de jóvenes interesados en la literatura del Siglo de Oro, Miguel de Cervantes, entre otros, apasionado ya por la escritura, compró su primera máquina de escribir, la que llevaba consigo al subir al monte para ahí escribir sus primeros poemas.

En 1931, a los 20 años, es reconocido con el premio otorgado por la Sociedad Artística del Orfeón Ilicitano, por el poema Canto a Valencia. En su segundo viaje a Madrid logró relacionarse con distinguidos maestros de la literatura y publicar sus poemas en diversas revistas, ahí se relacionó con Pablo Neruda, por quien, entre otros, se vinculó brevemente a la etapa surrealista.

Su poesía adquirió entonces un acento más social, enfatizando su compromiso político con los pobres y los desheredados, quizá en memoria y reconocimiento de su origen social. Eran años difíciles, y a causa de la situación política en España el poeta se afilió al partido comunista. Sus convicciones y actividad en ese partido le valdrían la pena capital tras la guerra, aunque esa pena le fue conmutada. Viajó a Rusia, donde permaneció por un mes.

Volvió a España y ahí nació su primer hijo, el que murió pocos meses después. A él le dedicó el poema, Hijo de la luz y de la sombra, un año después nació su segundo hijo, a quien dedicó la canción grabada años después por Joan Manuel Serrat, «Nanas de la cebolla».

El dictador Francisco Franco, quien se hizo del Gobierno durante más de 30 años, persiguió implacablemente al poeta; Miguel Hernández decidió volver a su pueblo, Orihuela, el riesgo era constante y aumentaba día con día. Partió a Sevilla, más su inseguridad no le permitía permanecer en su país y marchó a Portugal, pero ahí lo aprehendieron y fue deportado y trasladado a prisión en Huelva. Ahí le escribió su esposa diciéndole que sólo tenía pan y cebolla para comer, lo que inspiró la mencionada canción, «Nanas de la cebolla».

En la cárcel de Huelva los grupos extremistas de derecha lo golpearon con brutalidad a fin de obligarlo a confesar que él había asesinado al líder de la Falange, José Antonio Primo de Rivera, pero gracias a las gestiones de su amigo Pablo Neruda quedó en libertad sin haber sido procesado. De vuelta a Orihuela, de nuevo fue detenido y encarcelado, juzgado y condenado a pena de muerte, aunque fue indultado gracias a las gestiones de un obispo.

En 1940 de nuevo fue hecho prisionero en la cárcel de Toledo, ahí enfermó gravemente de bronquitis, tifus y posteriormente tuberculosis, en esa situación se le concedió permiso de contraer matrimonio eclesiástico con Josefina, con quien se había casado civilmente, unión que se consideró inválida por el régimen franquista.

Miguel Hernández falleció en 1942 a los 31 años en prisión, pero la persecución prosiguió hasta 2018, en el aniversario de su muerte. Al fin hubo reconocimientos a este sufrido poeta perseguido y torturado toda la vida por su congruencia ideológica y política. Fue muy bienvenido el Congreso Internacional, «Miguel Hernández y la pobreza».

Licenciada en sociología por la UANE, Saltillo. Ha cursado estudios de Maestría en sociología, con especialidad en ciencia política, UNAM. Posee varios diplomados, entre los que destacan Análisis Político, en la UIA; El debate nacional, en UANL; Formación de educadores para la democracia, en el IFE; Psicología de género y procuración de justicia. Colabora en Espacio 4, Vanguardia y en otros medios de comunicación.

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