La renuncia de Rodolfo Walss priva al PAN coahuilense de una de las pocas voces críticas —acaso la única— que en otro tiempo distinguieron al partido fundado por Manuel Gómez Morín. El posicionamiento del diputado lagunero frente al gobernador Miguel Riquelme en la instalación de la actual Legislatura; la denuncia contra los Moreira ante la Unidad de Inteligencia Financiera por la megadeuda; el plantón en Palacio Nacional para demandar, en una manta, «Coahuila quiere darle bote a los Moreira»; las acusaciones de corrupción en las obras el Metrobús Laguna, en deterioro por falta de uso; y la imaginativa protesta del «Fraudebús» por la que fue detenido arbitrariamente en Torreón, escandalizaron a los cuadros dirigentes de una siglas mimetizadas con las del PRI mucho antes de los primeros atisbos de la alianza para las elecciones del gobernador del año próximo.
El PAN olvida conveniente y chapuceramente las caravanas, las huelgas de hambre y las marchas de líderes como Luis H. Álvarez y Manuel «Maquío» Clouthier para abrir el sistema político. Y en el plano local, las manifestaciones y agresiones del poder contra Edmundo Gurza, Eleazar Cobos, Lorenzo Burciaga y Jorge Zermeño, detenido cuando era candidato a regidor por repartir propaganda. Atribuir el pacto con el enemigo histórico a un estado de ánimo (la desmoralización por las derrotas en las elecciones de diputados y alcaldes en las que fue desplazado por Morena como segunda fuerza electoral) es cobarde y propio de espíritus mediocres. La coalición con el PRI es humillante y merece el castigo de las urnas.
Quienes celebran la dimisión de Walss son los beneficiarios en el Gobierno y en el PRI, pero sobre todo en Acción Nacional. La actitud del diputado, por digna, es plausible. El asiento en la Legislatura no se lo debe al PAN, sino a los votantes; si por el primero fuera, no habría llegado al Congreso donde la presencia del menor del clan Moreira (Álvaro) es infamante. El festejo de los anodinos puede devenir en fiasco. Walss repudia en su renuncia la coalición electorera, «porque los cimientos de esa posible alianza (con el PRI) son el silencio y la confabulación. La alianza se está construyendo sobre el fango de la corrupción de los últimos 16 años de Gobiernos priistas en Coahuila y está basada en la premisa de que, para lograr esa alianza, el PAN no solo tiene que callar ante esas corruptelas, sino defenderlas, asumiéndose por tanto como si fueran propias. Eso para mí no es una alianza, sino complicidad delictiva y, de hecho, la Ley no le llama alianza, le llama de otra manera: asociación delictuosa».
Entre la abyección y la posibilidad de salir con la frente en alto para afrontar la embestida mediática, Walss no dudó en optar por la segunda. Dio, además, clase de algo que el PAN ha perdido: Autocrítica, dignidad y hombría. «Más allá de estar en contra de la alianza con el PRI, me voy agradecido con el PAN por 18 años de militancia, en donde viví experiencias de todo tipo, aprendí de triunfos y derrotas, e hice buenas amistades que seguramente mantendré al margen de la decisión que hoy tomo».
Acción Nacional no perdió votos de balde. El juicio de Walss al respecto es irrefutable y merece ser tomado en cuenta en la próxima cita con las urnas: «El partido con mística, de hombres y mujeres combativos, con una narrativa inteligente y bien construida, el PAN de ideales, de filosofía y valores, ya no existe. Me tocó todavía la época en que el PAN era escuela de ciudadanía con la misión de mover almas y defender causas ciudadanas; hoy, veo con tristeza que el partido parece haber renunciado a ellos para asumir el papel de comparsa y alcahuete».