La mentira un millón de veces repetida (IV)

El diario norteamericano The New York Times publicó el 5 de julio pasado un reportaje que causó cierto revuelo. Aparece firmado por María Abu-Habib, corresponsal de ese periódico en México, y por la reportera Natalie Kitroeff. Hacen referencia a la preocupante cercanía del embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, con el presidente López Obrador.

Entre otras cosas, señalan que el embajador Salazar «dijo en una entrevista que no estaba convencido de que las elecciones (presidenciales mexicanas de 2006) habían sido limpias, desafiando —apuntan las autoras— la postura de Estados Unidos en un momento en que la democracia está amenazada en ese país y en el resto del hemisferio».

Apuntan las reporteras que «el embajador ha retomado las afirmaciones (de López Obrador) ya desacreditadas del robo de las elecciones, que el presidente mexicano emplea para azuzar la desconfianza en la democracia del país».

Al parecer, es tanta la obsesión del embajador Ken Salazar sobre ese tema, según el reportaje del New York Times, que invitó a reunirse con él en su residencia de la Ciudad de México al presidente del Consejo General del INE, Lorenzo Córdova. En esta visita, que se sabe se realizó el pasado 2 de febrero, el diplomático le dijo a Córdova abierta y directamente «que requería saber: “¿Hubo fraude?”».

Habría sido fabuloso que en ese preciso momento, al hacerle la pregunta, Lorenzo Córdova le hubiera entregado al embajador Ken Salazar un ejemplar del libro La mafia nos robó la presidencia, escrito por el propio Andrés Manuel López Obrador y publicado exactamente un año después de aquellas elecciones, es decir, en julio de 2007.

La tesis central de ese libro, el supuesto robo de la Presidencia de la República a López Obrador, ni remotamente llega a ser demostrada por el autor. La pobre argumentación que maneja para probar lo que afirma no tiene pies ni cabeza. En otras palabras, carece de verdadera línea argumentativa, sólida y consistente. Sólo incluye juicios, prejuicios, descalificaciones y dichos sin fundamento.

Ningún lector imparcial que analice con objetividad los endebles argumentos que en el libro se exponen, podrá llegar al convencimiento, incluido el embajador norteamericano Ken Salazar, de que en modo alguno es posible sostener, con honradez intelectual, que a AMLO por la vía del fraude electoral se le arrebató la silla presidencial. Sencillamente fue una elección muy competida con resultados muy parejos.

Tan es cierto lo anterior, que el autor del libro en lugar de dedicar el espacio (que comprende cuatro capítulos, en 301 páginas) a tratar de demostrar —como lo sugiere incluso el título— que le robaron la Presidencia. La mayor parte la destina a hacer «toda la historia» de su trayectoria política personal.

Los dos principales capítulos están referidos al periodo durante el cual el autor fue jefe de gobierno del entonces Distrito Federal, así como a su precampaña y campaña presidencial, pero no a demostrarle al lector cómo la mafia le robó la Presidencia.

En el capítulo primero da cuenta de algo en lo que vale la pena detenerse, porque pinta al personaje de cuerpo entero, tal cual es. Dice que cuando González Pedrero llegó como gobernador de su estado «me invitó a ser —escribe— presidente del PRI en Tabasco. Yo no tenía antecedentes partidistas, no era militante, pero el ofrecimiento era por demás atractivo».

«Acepté el cargo —informa AMLO a sus lectores— y me tomé en serio la tarea de renovar a ese partido». Así, se propuso cambiar las prácticas existentes y resolvió que los dirigentes de los Comités Municipales priistas, en lugar de ser designados por «dedazo», lo fueran por asambleas democráticas. Y como no se le aceptó, pues renunció.

Qué curiosa forma de ver y valorar las cosas ha tenido AMLO a lo largo de su carrera política. Cuando el gobernador González Pedrero, según él mismo lo confiesa sin tapujos, «lo invitó a ser presidente del PRI en Tabasco», sin asamblea democrática de por medio, aceptó con gusto. Pero cuando no le permitieron suprimir el procedimiento que a él lo hizo presidente estatal, pero ahora para designar a las dirigencias municipales, el método le pareció inadmisible y renunció.

Todo eso y más, contado en un libro en el que el lector espera que el autor le diga «cómo la mafia le robó la presidencia». Pero no, se va por los cerros de Úbeda para dar paso a la mentira repetida un millón de veces: El supuesto robo en 2006 de la Presidencia de la República.

Torreón, 1945. Ha sido diputado local, senador y diputado federal en tres ocasiones, por el Partido Acción Nacional. En 1999, fue candidato a gobernador de Coahuila por la alianza PAN-PRD- PVEM-PT, pero fue derrotado por el priista Enrique Martínez y Martínez. De 2003 a 2004, fue subsecretario de la Secretaría de Economía. En 2004, intentó se nuevamente candidato a gobernador de Coahuila, pero fue derrotado en la elección interna del PAN por Jorge Zermeño Infante. De 2006 a 2008, fue director de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS). Entre otros medios, ha escrito para El Financiero, El Sol de México y Espacio 4.

Deja un comentario