La eutanasia exige honestidad

Las ventajas de la eutanasia se refieren a la autonomía y libertad del paciente y familiares para decidir terminar con el sufrimiento y evitar el ensañamiento terapéutico.

—Oiga doctor, pero no ha mencionado los argumentos en contra de la eutanasia, solo los favorables, aclaró don Culturín Dulcín. Acuérdese, sus colegas le pueden tildar de ser el «doctor muerte». Cuídese.

—Tiene razón, don Culturín, respondió Kiskesabe; sin embargo, un buen profesional médico debe adoptar y mantener una posición recta, honesta, responsable y de compromiso ante la sociedad, sin esa doble moral muy frecuente ante los temas de gran trascendencia como este de la eutanasia, el aborto, el genoma humano entre otros. Los médicos, en general, pueden sostener su posición pública contra del aborto o la eutanasia; no obstante, en la práctica, más de uno se ha hecho millonario con el aborto clandestino, y esto es del conocimiento público.

—En eso tiene razón doctor, y me consta. Sé cositas de alguno de sus colegas. interrumpió don Culturín con sorna. Pero dígame, ¿también se hacen ricos con la eutanasia?

—No sea «mal pensao» don Culturín… Pero… ¡«Pue’que» tenga razón! Es carísimo el tratamiento en una sala de terapia intensiva, casi siempre inútil en enfermos terminales, produce buenos honorarios. La eutanasia es muy barata. Mejor volvamos a los argumentos contra la eutanasia. El principal es el religioso, que antepone que «la vida solo la puede quitar Dios, Él pone y dispone». Un médico con esta concepción de la vida y la muerte posiblemente rechace la eutanasia, sobre todo si es creyente, además, del dios don dinero. Un enfermo incurable o sus parientes, probablemente también, rechacen en público la eutanasia, pero allá en lo más profundo de sus sentimientos, es posible que, si han tenido un familiar sufriendo irremediablemente por algún padecimiento incurable, surjan vehementes deseos para finalizar con el sufrimiento y con seguridad, muchos de ellos han rogado a Dios para que recoja el alma del ser en sufrimiento.

—¡Pasumecha, doctor. Me cai que sí tiene razón! Yo ya viví eso con mi jefecita, murió de 90 años. Sus últimos meses ni nos conocía, casi no comía, no caminaba, había que cambiarle pañales y limpiarla como niño chiquito, se le habían hecho llagas en la espalda, en las pompas y en los talones. Me da pena confesarlo, pero, yo deseaba, en mis adentros, que se muriera y descansara en paz, en realidad practicamos una eutanasia pasiva, pues la dejamos a lo que Dios dijera. Sufríamos mucho al verla así. Con algunos de mis parientes comentamos eso. Coincidíamos varios en lo mismo: ¡Que descanse en paz! Hasta que, por fin, nos sentimos afligidos por la pérdida, pero aliviados, ella dejó de sufrir. Jodidos nosotros por seguir en este perro mundo. Hemos platicado con mis familiares y no hay sentimientos de culpa. Pero una de mis primas, medio beata, se espantaba de oírnos.

—No tiene por qué sentirse ni apenado ni culpable. Repuso el internista. Sus vivencias son muy frecuentes, los convencionalismos impiden decirlo abiertamente, por el qué dirán. Personalmente he oído infinidad de confesiones así. Conste que no soy cura ni voy para allá. Debemos ser respetuosos de las decisiones de ese talante y de los pensamientos y creencias de cada persona, no hemos de enjuiciar sino escuchar, y ser discretos. Por otra parte, el temor al abuso de la eutanasia es otro de los argumentos en contra.

—O sea, que más de alguno le puede «dar matarile» a su suegra, por ejemplo, son las que más correrían peligro.

—¡Es usted un genio, don Culturín! Pero, eso no es eutanasia, pues el objetivo sería obtener dinero y poder, por medio de la eutanasia; es decir, el beneficio personal. Eso es inmoral. Las reglas morales dictan la benevolencia humana, no hacer daño a nadie. Eliminar el sufrimiento no es inmoral en tanto el objetivo sea beneficiar a nuestros semejantes, es perverso y execrable hacerlo por bienes materiales.

—Por eso se opone la Iglesia; dijo don Culturín.

—La Iglesia se opone por dogma, afirmó el internista, por credo. No se puede esperar lo contrario ante la eutanasia y el aborto como ejemplos, su posición es más que respetable y sin embargo sucede y seguirá sucediendo en sus devotos. ¡La cruda realidad se impone sobre el dogma!

«Médicos asesinos». Reza un tajante inciso del tema de la eutanasia en el número 684 de esta revista y en boca del representante máximo del cristianismo, nos dice: «Los médicos están sujetos a un juramento que los obliga a salvar vidas, no a eliminarlas. Acceder a aplicar la eutanasia los hace enfrentar no solo un dilema ético sino profesional. Echar mano de la objeción de conciencia no los salvará siempre».

Me parece un estigma excesivo. Los médicos no somos asesinos, la decisión de una acción de eutanasia pasiva o activa no la decide el médico, sino el enfermo que sufre. La legalización de la eutanasia activa o pasiva tampoco obliga al médico y a los enfermos a aplicarla. Es por convicción, y la eutanasia pasiva la he observado desde antes de ser médico. Recuerdo en mi pueblo a un par de abuelos y algunos tíos que murieron de tuberculosis, cirrosis, sin atención médica, porque no había. Es decir, la eutanasia pasiva es natural.

Pero los médicos no somos infalibles. Muchos pacientes mueren por negligencia, por omisión o comisión en nuestras decisiones o indecisiones. En EE.UU., por ejemplo, la tercera causa de muerte se debe a errores médicos evitables. Errores que se insertan en un sistema médico capitalista salvaje en donde la ganancia es primero y en el que el dolor y el sufrimiento humano se han convertido en una industria altamente rentable y el médico se convierte involuntariamente instrumento lesivo.

¿Hay alguna voz de representantes, políticos, médicos o eclesiásticos en contra de este fenómeno? Los datos sobre las muertes evitables, en los siguientes enlaces, son muy tenebrosos.

https://news.un.org/es/story/2019/09/1462252

https://www.bbc.com/mundo/noticias/2016/05/160504_salud_errores_medicos_tercera_causa_muerte_eeuu_il

https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=89204

Lea Yatrogenia

Egresado de la Escuela de Medicina de la Universidad Veracruzana (1964-1968). En 1971, hizo un año de residencia en medicina interna en la clínica del IMSS de Torreón, Coahuila. Residencia en medicina interna en el Centro Médico Nacional del IMSS (1972-1974). Por diez años trabajó como médico internista en la clínica del IMSS en Poza Rica Veracruz (1975-1985). Lleva treinta y siete años de consulta privada en medicina interna (1975 a la fecha). Es colaborador del periódico La Opinión de Poza Rica con la columna Yatrogenia (daños provocados por el médico), de opinión médica y de orientación al público, publicada tres veces por semana desde 1986.

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