La niña de Morelos es nueva Niña del Napalm

La historia de la Niña del Napalm es conmovedora. Igualmente estremece la reciente crónica de la Niña de Morelos. Apenas sucedió la semana pasada y no se trata de una guerra como la de Vietnam sino de las masacres de México. Las que no existen para el presidente Andrés Manuel López Obrador y que la hablantina Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad federal se empeña en ignorar. Las matanzas que Cuauhtémoc Blanco, el exfutbolista gobernador de Morelos, es incapaz de gestionar.

El impacto que la histórica fotografía de la Niña del Napalm, Phan Thi Kim, entonces de nueve años de edad, corriendo desnuda y con su cuerpo quemado fue de tal magnitud que influyó para poner fin a la guerra de Vietnam. Foto del periodista Nick Ut, quien ganó el Premio Pulitzer de 1973 y que tituló «El terror de la guerra».

La cara de la niña Kim y de los otros cuatro niños huyendo de la metralla es de pánico terror. Igual que la cara de la niña de 10 años de edad en la reciente tragedia de Morelos, herida de bala, pidiendo auxilio en la autopista, mientras en la camioneta en que viajaba yacen ejecutados sus padres y herida su hermana de 12 años de edad. Es el mismo pánico terror de la guerra cebándose sobre niños inocentes, que no entienden los motivos de este baño de sangre de la Cuarta Transformación.

En la guerra de Vietnam se lanzaron más bombas que las arrojadas en toda Europa y Japón en la Segunda Guerra Mundial. Solo murieron 58 mil soldados gringos. Y las fumigaciones de Napalm, sustancia ardiente que se pega al cuerpo de las víctimas. En este sexenio han asesinado a 178 mil personas en México, más que las muertas por las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki donde murieron 140 mil japoneses. De ese tamaño es la tragedia mexicana.

La imagen de la Niña de Morelos es impresionante. Con apenas 10 años de edad pide auxilio gritando «¡Ayuda!», herida y con el uniforme de la escuela manchado de sangre. Ella sabe que sus padres ya están muertos. Que su hermana sangra herida de gravedad.

Se trata de una estampa cotidiana. El jueves 25 de enero una niña de 11 años de edad y su hermano de 16 fueron asesinados en San Miguel de Allende cuando hacían el aseo de un local donde el adolescente iba a abrir una barbería para trabajar. Saña inaudita. Y en un pueblo de Guerrero aparece la foto de cinco niñas y 15 niños cargando rifles muy rudimentarios para enfrentar a las milicias del narco. Son niños muy pobres, pero no son niños desvalidos, algunos no miden más de un metro de estatura, pero muestran coraje, valor y entereza. Nos debe dar vergüenza su pobreza y reciedumbre. «Primero los pobres», repite el cínico presidente AMLO.

El asesinato de un niño es un suceso devastador muy difícil de aceptar. En este sexenio han asesinado a 11 mil 700 niños y adolescentes. Pero al presidente le importa madre. Sigue con su alharaca mañanera culpando a otros del terror de cada día. Mientras en la cara de la niña de Morelos se refleja el estupor de no comprender los motivos de tanta maldad. Así como la Niña del Napalm, la Niña de Morelos es la evidencia del terror de un genocidio perpetrado por delincuentes a los que López Obrador prometió abrazos y nunca balazos.

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