La pantomima, enésimo capítulo…

Al pan, pan, y al vino, vino, en términos llanos, a las cosas hay que llamarlas por su nombre. Ya basta de darle vueltas a la glorieta y asumamos responsabilidad como mexicanos y como ciudadanos. Este país, puede seguir siendo, si nuestra dejadez lo sigue consintiendo, un sitio en el que abunden los eternos marginados —por así convenir a su conformismo, para usar una palabra educada—, los cómplices del mandamás en turno y los más despreciables de todos, los indiferentes, o si ya nos ponemos las pilas, como se dice coloquialmente, y empezamos a cambiar nuestra mentalidad y a construir una nación en la que la democracia, como dice la Constitución, sea una forma de vida, no la palabra más manoseada en la diatriba política y la frustración más dolorosa en la realidad de una nación que se ha negado enfáticamente a asumir su adultez. En el propio artículo 3 de nuestra Carta Magna, se establece de manera expresa el criterio que sustenta el concepto: «…considerando a la democracia… como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo». Y a cual más cuando andan en campaña aspirando al cargo público prometen el oro y el moro, ya llegados al puesto, se asientan las realidades que no tienen nada que ver con el sol y las estrellas que les bajaron a los votantes.

Ya lo he destacado en otros textos de mi autoría que en México hemos tenido en los diversos espacios del poder público gente indeseable, despreciable, inútil, corrupta, vividora, mentirosa, ladrona… y lo que le sigue, pero este individuo que hoy «humildemente» vive en el Palacio que está frente al Zócalo, en la ciudad de México, y que 30 millones de mexicanos —y muchos de muy buena fe— en el 2018 le dieron su voto para hacerlo jefe del Ejecutivo, votación sin precedentes, es la peor de las pesadillas en los tiempos actuales que estamos cargando a cuestas, así, textualmente, porque sus yerros, sus arranques, su soberbia que no conoce límites, igual que su ausencia de prendas de estadista, pesan, y están hundiendo el presente, y no se diga el futuro, de millones de mexicanos empeñados en ignorar lo que a ojos vistas nos está mandando a un abismo del que resulta muy difícil salir cuando se cae en el. Hay países que ha sucumbido al espejismo de esos especímenes que han existido en todas las latitudes y épocas, que se venden como mesías y salvadores de la patria, y no son más que tierra de chiquero… con perdón de esa tierra y de los animales que ahí viven.

No hay día de Dios que no salga con una perversión para jo… perdón, para fastidiar a México. Ya hasta me da pereza enlistarlas, porque de sobra se publicitan y a él le fascina ser el ombligo del mundo, diría una amiga, hasta en un velorio, las gentes de su laya, quieren ser el difunto, para acaparar la atención general. Ni modo…

La pantomima del 10 de abril lo trae frenético, por cuanto le representa. Igual que la de todos sus compinches latinoamericanos que la han impuesto por la fuerza del poder a la Fulgor Sedano —el personaje de la novela de Juan Rulfo en Pedro Páramo— en sus países, como Chávez, Evo Morales, por mencionar dos, no para ser evaluados en su desempeño, si no para quedarse. En Venezuela, la consulta fue establecida en la Constitución de 1999 y se aplicó por primera vez en agosto de 2004 al entonces presidente Hugo Chávez Frías. Se requirieron 2.4 millones de firmas que fueron validadas por el Centro Nacional Electoral (CNE), el día de la votación la participación ciudadana fue del 70% y Chávez Frías fue revalidado en el cargo con el 60% de los sufragios. En Bolivia tuvo lugar en 2008 por Evo Morales. Ah… y el ejercicio se llevó a cabo un año antes de que entrara en vigor la Constitución de 2009, la cual lo reglamentaba, por iniciativa del propio presidente. Incluía al vicepresidente, así como a todos los gobernadores departamentales. Obtuvo el 67.4% de los votos, con una participación del 83.2% del padrón. El resto es historia…

La revocación de mandato no es un mecanismo de la democracia directa nuevo. En Estados Unidos existe desde el siglo XVII y en Suiza desde mediados del XIX. En México, en la Constitución de 1836 ya hay precedentes de otras figuras de la democracia participativa. En la Constitución de San Luis Potosí en 1923 se presentaron mecanismos «para la iniciativa popular, el referéndum y la revocación de mandato con el objetivo de ampliar las funciones de la sabiduría colectiva» (Moreno y Lizárraga: 2017). Y hoy día también está presente en leyes locales de diversas entidades federativas.

La revocatoria de mandato es una herramienta institucional que posibilita legalmente a los ciudadanos a mantener el control sobre los gobernantes elegidos durante el tiempo que dure su cargo, puesto que pueden destituirlos antes de la conclusión del plazo establecido para su permanencia. Es propia esta figura jurídica de las democracias parlamentarias, no de las presidenciales como la nuestra. Sin embargo, no está reñida su inclusión. Tan es así que hoy la tenemos establecida —en 2019 fue aprobada— en el artículo 35 de nuestra Carta Magna y con una ley reglamentaria, la ley Federal de Revocación de Mandato. Y el objeto de la misma no admite lugar a la interpretación —art. 2 LFRM— «… regular y garantizar el ejercicio del derecho político de las ciudadanas y los ciudadanos a solicitar, participar, ser consultados y votar respecto a la revocación del mandato de la persona que resultó electa popularmente como titular de la Presidencia de la República, mediante sufragio universal, libre, secreto, directo, personal e intransferible».

¿Por qué trastocar este objeto con una pregunta ambigua aprobada por los compinches de López Obrador en la Suprema Corte de Justicia de la Nación? Me avergüenza que en el órgano de más envergadura del Poder Judicial de nuestro país, haya individuos que tienen más compromiso con el fulano que ordenó que los aprobara la mayoría rastrera del Senado que con su responsabilidad jurada. Este es el cuestionamiento que aparecerá en la boleta: «¿Estás de acuerdo en que Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos, se le revoque el mandato por pérdida de la confianza o siga en la Presidencia de la República hasta que termine su periodo?» ¿Por qué pervertir un mecanismo tan loable con el «¿o siga en la …?»

Es revocación, no ratificación. Ratificar es antónimo de revocar. Revocar, y usted lo encuentra en cualquier diccionario de la lengua española es esto: 1) Dejar sin efecto una concesión, un mandato o una resolución. 2) Apartar, retraer, disuadir a alguien de un designio. 3) Hacer retroceder ciertas cosas. 4) Enlucir o pintar de nuevo por la parte que está al exterior las paredes de un edificio. Y jurídicamente es anular, sustituir, enmendar, dejar sin efecto un acto jurídico… Es deleznable lo que está haciendo López Obrador con la revocación directamente y a través de sus mozos de espadas. Es repugnante la manipulación que ejecuta sin el mejor sonrojo con los que menos tienen y que lo adoran como a Dios por lo que les da, porque así se vende, como el dadivoso… ¿Da? No da nada, reparte el dinero de los que pagamos impuestos, fiel al aprendizaje de sus muchos años en el partido que institucionalizó la miseria y la dependencia por decreto.

Pudre un instrumento noble como la revocación de mandato con su proceder carente de la ética más elemental. Hace cera y pabilo una manera fehaciente de asegurarse que los funcionarios públicos rindan cuentas por sus conductas, le quita a los mexicanos la facultad de obligarlos a justificar e informar sobre su actuación y la eventualidad de que lleguen a ser sancionados por el manejo indebido de recursos públicos y funciones. El accountability como se le conoce en el derecho sajón implica una rendición obligatoria de cuentas. Es una espada pendiente del techo que puede caerle a cualquiera que cobre como servidor público y cojee por su deshonestidad. ¿Y sabe que es lo peor? Que aun en el supuesto de que la pantomima del 10 de abril no le salga como él quiere y se tenga que ir de la presidencia, no se va a ir, va a seguir dándole en la torre a México. Tiene la mayoría en el Congreso de la Unión, una parte con sus compinches y la otra con los «vulnerables» de otros partidos que también cobran como legisladores. ¿Por qué? Porque esa mayoría es la que nombra al sustituto que concluye el período. ¿Y a quién van a nombrar?

De ninguna manera voy a presentarme el 10 de abril a ser parte de semejante circo orquestado por él y por Morena, para darle reflectores y placeo. Ya estoy hasta la ídem de sus insultos a mi inteligencia. Ocupémonos mejor en trabajar en pro de la integración de un Congreso en 2024 con gente pensante y que le dé asco hacerse de billetes del erario público o de los cochupos y sinvergüenzadas que se «pactan» en la cloaca con mexicanos y extranjeros sin escrúpulos.

No quiero más dictadores. Tuvimos dos, no más.

Licenciada en Derecho, egresada de la UNAM. Posee varios diplomados, entre los que destacan Análisis Político, en la UIA; El debate nacional, en UANL; Formación de educadores para la democracia, en el IFE; Psicología de género y procuración de justicia. Colabora en Espacio 4, Vanguardia y en otros medios de comunicación.

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