La polarización permanente

Edificada en las ideas, obras y acciones de León Trotsky, La revolución permanente fue una obra publicada en 1930, que describe las teorías puestas en práctica —incluso antes de la Revolución rusa de 1905—. A groso modo, la burguesía (sobre todo la de los países subdesarrollados) es incapaz de llevar una revolución democrática debido a factores como la debilidad histórica y su total dependencia del capital, esencialmente imperialista. Es por ello, que los que menos tienen, los campesinos, obreros… son los que deben comenzar la revolución, pero, además de ser en un entorno nacionalista, esto se debe internacionalizar para permanecer (permanente) en la sociedad.

En cierta manera, es una oposición de la izquierda imperialista que representaba el Gobierno de Iósif Stalin. Lo anterior —para desgracia de muchos, incluyéndome— ya quedó rebasado y en parte, es una cuestión natural y por evolución propia y natura de la condición humana; aunque después sus ideas hayan sido refrescadas por grandes filósofos y políticos como Antonio Gramsci que introdujeron el concepto de sociedad civil organizada e intelectuales orgánicos (para bien).

A manera de ironía, he utilizado el adjetivo permanente o revolución para recordar el libro la Revolución de los ricos de Carlos Tello y Jorge Ibarra o para abordar el problema del petróleo —sus discrepancias como política pública— y el problema del agua a escala mundial, regional o nacional.

Por otra parte, mucho se ha hablado al grado de ser hoy una palabra común el concepto «polarización». Aunque algunos no lo entendamos o no sepamos sus implicaciones es moneda para la clase política, para el partido gobernante, para la oposición y también para los que gustan hablar de todo y saber de nada. Lo cierto es que la polarización ya coexistía con nosotros desde hace mucho tiempo y la podíamos y podemos percibir con su rostro más mórbido; la desigualdad y la pobreza. Es un insulto la brecha que existe en nuestro país entre un reducido sector de la población que ha concentrado la riqueza y privilegios, con la mayoría de la población que carece de lo básico y que padece hambre y miseria en muchas regiones de nuestro país.

En ese contraste, la polarización ha visto su aumento por las canonjías y privilegios de un puñado de personas (los más ricos) qué, por mutuo propio o a través de sus lacayos, lo han granjeado desde el poder a lo largo de las últimas décadas. Crece la humillación social donde se manifiesta en revancha popular en contra de las llamadas élites. Pero, combatir eso polarizando a la población y a ciertos sectores en contra de los riquillos es una afrenta muy riesgosa. AMLO, se ha erigido como la voz unísona de vengador como representante máximo del pueblo, atizando él fuego para que crezca y crezca en medidas incontrolables. Unos argumentan que su método más eficaz son las mañaneras, pero recuerden también de las novelas de bajo presupuesto que montaba Calderón aprehendiendo delincuentes (Florence Cassez, los montajes de García Palomino o García Luna). La diferencia tal vez es que desde el púlpito del poder afronta directamente y descalifica soezmente.

Desgraciadamente, las élites afectadas responden de la manera más errónea, en lugar de responder como dice la teoría, de una manera organizada e intelectual —tienen todo, pero les sale lo bárbaro—, por el contrario, responden de la misma manera, de una manera reaccionaria, elitista y mediocre, a pesar de contar con una gran red de intereses e influencias. Huérfana de argumentos y abundantes de insultos, se juntan los dos con una visión reduccionista.

En ese sentido, el empresariado se encuentra derrotado intelectual y moralmente hablando y con una oposición que no representa una diferencia. De hecho, creo que la alianza tripartita más que obedecer a acciones inmediatas, la sustancia histórica escupe y le da razón al otro Gobierno.

Tratando de ser objetivo, considero que nuestro país necesita una nueva alternativa partidista. Los actuales partidos cargan a cuestas con la historia y sus divergencias. Entre la decepción y la esperanza, vivimos una orfandad política.

Aguascalientes, 1982. Cursó sus estudios de Licenciatura en Derecho en la Universidad Autónoma de Coahuila, posteriormente hizo sus estudios de maestría en Gobierno y Gestión Pública en la Universidad Complutense de Madrid. Labora en la administración pública estatal desde el año 2005. Es maestro de Teoría Política en la Facultad de Economía de la UA de C desde el año 2009. Ha sido observador electoral de la Organización de los Estados Americanos en misiones para Sudamérica, en la que participa como miembro de observadores para temas electorales.

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