Nuestro periplo o errancia comprendió Oaxaca, Las Cruces, Nuevo México, Madrid y nuestro Torreón de Babel.
En los cinco destinos troquelamos una felicidad incontestable.
En Madrid mi editor Javier Jover (Calima, Palma de Mallorca) me presentó al gran poeta de Valencia, Miguel Veyrat.
Y Miguel, siempre afable, me pidió que le pusiera delantal o prólogo a su libro La voz de los poetas.
Un libro donde la inteligencia urde alianza con la imaginación.
En el crepúsculo de la introducción escribí: «En “Nostos” la gana de no morir del todo teje complicidad con el abrazo amoroso, fundido para siempre en los recipientes humanos de este notable poema erigido, fulgor tras fulgor, por uno de los más intensos y lúcidos poetas españoles en el umbral del milenio:
Miguel Veyrat, escultor de la transparencia;
Quiero sólo ser/ la luz del sol pintada/sobre una pared».
La vida como un huracán, como dijo el cantautor jienense: ¡ah!