La voz del toro bravo

Cuando se le da acceso al micrófono, la bestia de lidia defiende su estatus y despotrica contra aquellos oportunistas o ignorantes que pretenden salvarlo, cuando en realidad lo sentencian a la existencia más injusta y la muerte más deslucida

Llegamos a entrevistar a su majestad el toro de lidia; su hogar no puede ser más bello, y cuando se enteró de nuestra visita se incorporó, pues estaba con otros compañeros. Se acercó y nos dio la bienvenida; sentimos miedo, pero él, con sus cinco años cumplidos, nos invitó a pasar a un sector de su hábitat. El pasto era verde seco; nos acomodamos bajo la sombra fresca de un álamo viejo junto a un aguaje, y, sin más preámbulo, iniciamos la esperada entrevista.

Fernando: Señor, ¿feliz de vivir en este hermoso lugar?

Toro de lidia: Bueno, no me quejo, aunque hay otras fincas donde viven algunos de mis hermanos, que son verdaderos paraísos terrenales o reservas ecológicas; lugares sagrados para nosotros, así como para la fauna y flora. Las ganaderías de bravo son pilares fundamentales de la ecología, pues son sumideros de dióxido de carbono y fuentes productivas de oxígeno; sin embargo, comienza a circular la noticia de que pronto todo esto terminará.

¿Por qué?

Se ha iniciado una campaña para «protegerme», pero no he podido entender esta medida. ¿Protegerme de qué? De vivir libre y ampliamente más de cuatro años. Yo soy el dueño de mucho terreno en el que camino y habito; me alimento de lo mejor; me asiste un cuerpo veterinario que me garantiza buena salud; se prueba mi bravura al cumplir uno o dos años, y en esa ocasión me otorgan nombre y número.

¿De qué me van a proteger? Si hay otras razas de toros que cuando cumplen dieciocho meses son sacrificadas industrialmente en rastros y mataderos, pues al llegar a los 480 kilos se convierten en carne sabrosa. Ellos están estabulados y no se les permite ejercitarse, pues al hacerlo consiguen músculos y su carne se hace dura.

Señor, ¿de dónde viene esta campaña?

Del extranjero, de países sajones que pretenden dejar a los países latinos sin tradiciones e identidad. Esta fiesta está llena de historia; se tiene memoria de que la primera corrida de toros celebrada en tierras aztecas fue un día de San Juan, unos años después de 1521, para conmemorar la caída de Tenochtitlán. Llegamos antes que el teatro, las bellas artes y cualquier otro espectáculo y deporte. Mi raza ha superado la prueba del tiempo, y hemos sido objeto de infinidad de homenajes. Del toro bravo se han hecho películas, obras literarias, plegarias, canciones y corridos, pinturas, esculturas, obras teatrales, comedias y hasta diccionarios.

La tauromaquia es parte de la cultura mexicana, y qué pena que la generación humana de los últimos 20 años se erija dueña de la verdad y trace nuestro destino, desestimando lo que pensaron las generaciones de los últimos quinientos años. Nadie nos había querido eliminar; ellos sí.

¿Cómo que eliminar?

Sí, desaparecernos del globo terráqueo; una hecatombe; ¡millones de muertes! Así quieren erradicar al toro de lidia y a su descendencia. La consigna es que no quede ninguno vivo; la estrategia es satánica y supera para nosotros aquella pesadilla nazi. Hoy los verdugos vienen disfrazados de almas de la caridad; son falsos profetas, lobos vestidos de ovejas; y de concretarse su objetivo, desaparecerá el toro bravo, y todo lo que ven aquí en mi casa terminará. Qué difícil es construir, pero qué fácil, destruir.

Pero ¿su carne es cotizada?

Mi estructura ósea y condición de atleta me impiden convertirme en un negocio de carne para los ganaderos, quienes prefieren el Angus, Hartford o Charoláis. El instinto y naturaleza de mi raza es el combate, pero ahora se pretende cambiar mi final de oro por una muerte ventajosa y anónima en la que el matancero utilizará toda clase de artefactos para terminar con mi vida de manera penosa y así convertirme finalmente, en un buen corte que seguramente deleitará a quienes dicen protegerme.

Señor, ¿dicen que el espectáculo es violento?

Todo depende del contexto. Mi composición física y mental es diferente a la de cualquier otro toro: tenemos mucha mayor resistencia al dolor: es nuestra naturaleza e instinto, pues fuimos creados para eso. No hay coherencia en la propuesta: hablan de combatir la violencia; sin embargo, el ser humano es violento por naturaleza. La Organización de las Naciones Unidas señala en un estudio que en los últimos tres mil años de historia de la humanidad, el mundo sólo ha conocido ciento veinte años de paz. No es coherente: se ve la paja en el ojo ajeno, pues por otro lado se legalizan el aborto, las drogas; se motivan la desigualdad, la xenofobia, los feminicidios y el hambre, que es la expresión más violenta del humano.

Aceptamos más la violencia que se da en los partidos de futbol. Y qué decir, entre otras, de la cacería, la pesca deportiva y la lucha de dos hombres en una jaula a mano limpia —la manifestación más primitiva—, o bien, de la domesticación y humanización de perros y gatos destinados a vivir en pequeños espacios, en contra de sus instintos. Pero todo esto sí debe aceptarse moral y legalmente por provenir de culturas de países dominantes.

No se medita en la acción; en el último siglo se han extinguido más de ciento veinte especies de animales por causas del hombre, en la que se ha argumentado el progreso económico. El ser humano es un depredador por excelencia.

Señor, ¿y los legisladores?

Opinan sin conocimiento del tema. Lamentablemente utilizan nuestra fiesta para darse a conocer y salir del anonimato, pues al respaldar una campaña como ésta tienen a su disposición todos los medios de comunicación, cosa que de otra manera no sería posible. Actúan con ventaja y atentan contra la cultura mexicana. Ellos no deben olvidar que la fiesta de los toros es la única actividad reglamentada oficialmente para garantizar el interés del público. Que se pregunten por qué. Las prohibiciones aprobadas recientemente obedecen a intereses políticos.

Sentimos que los antitaurinos quieren salirse con la suya a como dé lugar y, seguramente, los comentarios vertidos en esta entrevista van a molestarles, pues suelen ser agresivos y virulentos.

Afortunadamente, España, Francia y Portugal han declarado, ante la Unesco, a las corridas de toros como patrimonio cultural inmaterial. Este blindaje es un buen avance en nuestra supervivencia.

Señor, ¿y la opinión de las mayorías?

No siempre tienen la razón; al contrario, generalmente no la tienen. En una sociedad materialista, de consumo, individualista y que vive en la inmediatez; las masas son muy fáciles de dirigir a través de una campaña publicitaria orientada. Tomar decisiones con base en ellas no es una vía correcta; se pueden cometer graves errores e injusticias. Al Hijo de Dios, Cristo, luz de todas las luces, lo condenó a muerte una mayoría manipulada; nosotros qué podemos esperar.

Los antitaurinos no son una mayoría, pero sí se trata de un sector importante que levanta la voz ante el silencio de una verdadera mayoría que simpatiza con nosotros. Este patrón de conducta, de guardar silencio ante lo que no estamos de acuerdo, hace daño, y no sólo se da en la tauromaquia, sino en todas las actividades de la sociedad. Las minorías empiezan a trazar el destino de las mayorías. Hoy más que nunca un pequeño grupo de personas deciden por las masas.

¿La tauromaquia es un espectáculo de vida o muerte?

Los detractores dicen que es de muerte, que los taurinos acuden a una plaza para ver matar a seis toros en una tarde. Nada más equivocado que esto; al contrario, la muerte es el final del espectáculo, pero no su finalidad. Es un espectáculo de vida: solo veinte minutos de mis cinco años los vivo en el ruedo, y ahí encuentro mi digno final. Cuando se prolonga innecesariamente la muerte del toro o cuando se le falta al respeto, se molesta el público; el torero, su cuadrilla, el ganadero y el juez de plaza: todos reprueban la acción por ir en contra de su finalidad, que es la vida y no la muerte.

La tauromaquia es el único espectáculo que permite crear un arte efímero y espontáneo que conmueve los sentimientos más profundos del ser humano. Ningún otro lo tiene. Todo es vida y color.

Señor, ¿la tauromaquia tiene otros enemigos?

Sí, el lobo está en casa, y estos enemigos son más peligrosos. Me refiero a algunos actores que participan en esta fiesta: ganaderos sin escrúpulos, que degradan mi casta; toreros comerciales que prefieren torear mansedumbre que bravura; empresarios oportunistas; cronistas complacientes, y autoridades sin escrúpulos, que con sus acciones abren paso a los antitaurinos. La autenticidad es la razón de ser de este espectáculo. Cuando la fiesta pierde emoción y peligro enfrenta una grave enfermedad.

¿Cómo se puede salvar esto?

Debemos escuchar todas las voces: ser tolerantes, pero también defender nuestra historia con inteligencia, analizando honesta y responsablemente nuestro activo y pasivo, a efecto de profesionalizar el espectáculo según el momento que vivimos. Sólo así se podrá llegar a buen puerto.

El tiempo pasa de prisa con los interesantes comentarios de su majestad. De repente se desató un movimiento de toros que peleaban al otro lado del cerco. Don toro volteó lento su cabeza; nos tranquilizó y dijo: «Es Romerito, el toro indultado que ha dado excelentes crías, y su casta los pone nerviosos. Romerito fue bravo entre los bravos y le perdonaron la muerte por ser un ejemplo de su raza».

Con esta rica experiencia concluimos la preciada entrevista y abandonamos aquel bello lugar donde vive el toro de lidia. E4

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