La noche del 15 de noviembre el periodista mexicano Ciro Gómez Leyva fue víctima de un atentado perpetrado por un comando de hombres en un automóvil y en una motocicleta (al estilo colombiano). No solo significó un acto de la delincuencia organizada al más puro estilo de un intento de ejecución de la mafia, sino un aviso de un grupo que busca silenciar la libertad de expresión de quienes realizan periodismo y crítica de lo que hoy se vive en México.
Afortunadamente el periodista resultó ileso porque viajaba en un vehículo blindado y los atacantes no lo siguieron para quitarle la vida, ante eso, cabe la posibilidad de que el atentado, no tenía precisamente la intención de arrebatarle la vida si no de enviar un mensaje.
Es justo donde se puede centrar una buena parte de la reflexión sobre el triste acontecimiento que a nadie conviene, ni a los Gobiernos, ni a los gobernados y mucho menos a los periodistas y los medios de comunicación.
El comunicador atacado es tal vez uno de los cinco periodistas con mayor influencia e impacto ciudadano a nivel nacional y aunque los medios en los que trabaja no son muy populares e incluso uno es de reciente creación, la influencia del periodista es evidente y llama la atención de la audiencia y autoridades de Gobierno.
Justamente las reacciones de las autoridades de Gobierno fueron variadas, la mayoría de solidaridad, en los tres niveles de la estructura federal, los Gobiernos estatales y municipales que observaron un acto de barbarie que amenaza la libertad de todos los mexicanos, se insiste «gobernantes y gobernados».
El hecho confirma que el país no está bien en temas de seguridad y que delincuencia organizada lo mismo ataca a un periodista local que a uno nacional, sin importar lo que suceda y en la mayoría de los casos sin castigo para autores materiales e intelectuales.
Dentro de las reacciones de todos los sectores, destaca un video que se subió a redes sociales de internet y noticieros de televisión y radio, donde un grupo de periodistas de impacto nacional reprueba el hecho y condenan la situación que se vive por el ataque a la libertad de expresión.
Obviamente uno de los más raspados es el Gobierno federal, que en voz del Poder Ejecutivo, descalificó de facto el hecho y lo calificó, sin pruebas ni argumentos periciales, como un posible ataque, no contra la libertad de expresión, pero sí como un agravio parara desvirtuar la administración del Gobierno federal.
Se descalificaron las reacciones y se evaluaron, al menos las de los comunicadores, como testimonios del conservadurismo y de opositores políticos, que buscan desestabilizar al Gobierno federal y su intención de continuar en el poder.
Ciro Gómez Leyva es uno de los principales comunicadores críticos del grupo de poder político del país, sin embargo, el comunicador fue maduro e inteligente al no calificar el atentado como un acto de venganza o intento gubernamental de acallar su trabajo y postura periodística.
En contraparte, el poder político así interpretó las reacciones y solo confirmó que el atentado y sus reacciones calaron profundo y en el corazón de quien hasta ahora mantiene una confusión de los hechos de violencia e inseguridad que ahora constatan que los ataques también son contra la libertad de expresión de los periodistas y comunicadores y por consecuencia contra toda la sociedad.
La postura y la realidad nuevamente muestran la impotencia, el enojo y el dolor de todas las partes involucradas ante un panorama de inseguridad que controla, a través de la delincuencia organizada, el rumbo del país y sus ciudadanos.