Libertad de expresión y austeridad republicana

Decir la verdad, es revolucionario.

Antonio Gramsci

La libertad de expresión hoy en día todavía aparece sesgada, manipulada, violentada, confrontada, disminuida, amenazada y, por qué no, vapuleada en todo el contexto de la palabra.

Desde hace siglos este concepto era ya entendido desde los griegos y romanos como una forma de réplica en el senado, en las plazas e inclusive introducido como una forma de camino hacía el conocimiento —por medio de la mayéutica—, en donde los grandes filósofos, comprendían que el libre albedrío, manifestado en una de sus tantas formas, era la opinión que distaba de mucho o poco de lo que entendía el compañero de estudio. Ahí se encontraba el camino al conocimiento, en la confrontación, en la dialéctica, en la búsqueda de la verdad. Por medio de la palabra, se expresaba una postura.

Posteriormente, desde los documentos de Juan sin Tierra, hasta la consagración de instrumentos más tangibles en la Inglaterra y en la Ilustración Francesa, se consagraron derechos fundamentales conocidos como derechos del hombre, en donde, se incluía la libertad de opinar, de decir, de expresión.

A decir de Norberto Bobbio, sobre los derechos humanos —en donde se encuentra la libertad de expresión—, cito:

«Aunque esta carta y las sucesivas tengan la forma jurídica de concesiones soberanas, de hecho son resultado de un verdadero y propio pacto entre partes contrapuestas referente a los derechos y deberes recíprocos en la relación política, es decir en la relación de deberes de protección y deberes de obediencia, es una obligación política de poder llamado comúnmente pactum subicctionis» (Liberalismo y democracia. México. FC. 1992).

Parece ser que pasado los años el derecho a expresarse se hizo más omnipresente desde principios del siglo pasado. Periódicos como los hijos del Ahizote de los hermanos Flores Magón en México, hasta el L´Ordine Nuovo, encabezado por Antonio Gramsci en Italia, se convirtieron en instrumento de contrarespuesta o contrapropuesta ante el orden que establecía un gobierno, una sociedad, una forma de vivir.

Realmente, como lo afirmaba Gramsci, la libertad de expresión, era no huir de controversias partidarias y teóricas, sino un medio para poder defender posiciones éticas y políticas, proponiendo, por medio del derecho de expresión, tácticas de acción para cambiar un orden preestablecido.

En realidad, al derecho de expresión, se le asocia con traducir en un mundo en constante ebullición. Es decir, desde un punto de vista particular, se concibe al derecho de la libertad de expresión, como un aparato privado de hegemonía bajo la influencia de clases, instituciones y elites dominantes (…).

Aguascalientes, 1982. Cursó sus estudios de Licenciatura en Derecho en la Universidad Autónoma de Coahuila, posteriormente hizo sus estudios de maestría en Gobierno y Gestión Pública en la Universidad Complutense de Madrid. Labora en la administración pública estatal desde el año 2005. Es maestro de Teoría Política en la Facultad de Economía de la UA de C desde el año 2009. Ha sido observador electoral de la Organización de los Estados Americanos en misiones para Sudamérica, en la que participa como miembro de observadores para temas electorales.

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