Todo mundo habla de democracia en un país que ha tenido pocas oportunidades de vivirla y saborearla. De alguna u otra manera, no logramos implantar en la práctica el pretendido logro de la participación ciudadana. Se nos asegura que las elecciones son libres y que ahí está la democracia. Es un atrevimiento declararlo, más en el caso de Coahuila, donde se nos ha impuesto sistemáticamente el dominio de un partido que, por supuesto, no es el más democrático a presumir.
Cuando declaré que voté por López Obrador no faltaron burlas y la pregunta de si yo no veía la debacle de México. Una primera respuesta es que no hubiera podido votar por José Antonio Meade, por orgullo y por ética. En otra elección voté por Vicente Fox porque hacerlo por Francisco Labastida no alcanzaría perdón. Y Fox resultó un fraude.
El candidato más votado en Coahuila ha sido Rubén Moreira. Ese es nuestro problema. El Partido Revolucionario Institucional está cerca de cumplir un siglo de poder omnímodo, de ahí que el actuar del Partido Acción Nacional sea imperdonable porque cuando tuvo la oportunidad de arreglar algunas cuestiones no lo hizo. Ni las cámaras de diputados federal y estatal sirvieron para gran cosa.
Cuando decimos que la democracia nació en Grecia deberíamos saber que ese logro se dio cuando las ciudades del Mediterráneo experimentaban el imperio de un conjunto de tiranos, algunos positivos y la mayoría despóticos. Platón dejó un concepto tan claro que es casi comisión. Claro que él pensaba que los filósofos y los intelectuales deberían ser los dirigentes de un pueblo. No andaba tan errado, pero en la práctica era ir al fracaso. Si regresamos al PRI tendríamos que asumir que ha logrado conservar la paz, si con esto nos referimos a los golpes de estado realizados por militares. Ahora vemos que esta nueva etapa está sellada por el dominio de criminales armados, de grupos con la violencia como método y forma de autoridad. Me dirán, quizás, que fue con el PAN de Felipe Calderón que México perdió la paz. Es verdad o una media verdad porque aquí en Coahuila el PRI es el que propició y promovió a los grupos criminales: la masacre de Allende, el caos de La Laguna, la cárcel de Piedras Negras y las balaceras de Saltillo tuvieron lugar bajo gobiernos priistas.
Un buen amigo me envió un recadito curioso. Uno de los grandes historiadores del siglo 20, el inglés Eric Hobsbawm, escribió una «Historia del Siglo XX», pero en sus más de 800 páginas solo dedica un renglón a México en el que nombra «al incombustible PRI». ¡Vaya mención! Y acá, bajo el látigo de Salinas de Gortari, el novelista Mario Vargas Llosa declaró ante la televisión nacional que «el PRI era la dictadura perfecta». Fue expulsado del país.
¿A qué viene el recordatorio? A que algo está sucediendo: el candidato de Morena al gobierno de Guerrero, Félix Salgado Macedonio, que contaba con la bendición del Presidente, fue rechazado por decenas de miles de mujeres, de periodistas e intelectuales. El resultado es una democracia a la inversa de lo acostumbrado. El pueblo se anotó un triunfo. Falta ver qué sucederá con el mandatario de Tamaulipas, el panista Francisco Javier García Cabeza de Vaca. Los gobernadores que se manifiestan contra el presidente ya dieron veredicto: es inocente. Acusan a la fiscalía de persecución política. Nada más revise usted los desmanes de esa desgraciada entidad federativa en varias décadas y podrá opinar. Claro que sus antecesores priistas están en la cárcel; debe acompañarlos.
Titulé el artículo con el artículo neutro «lo», para lograr separarlo del sentido inmediato en su acepción femenina «la» que nos proyecta a algo que no hemos alcanzado. Es evidente que la democracia actual nada tiene que ver con la griega, pero si nos referimos a apenas dos meses anteriores observaremos que la democracia se canceló en los Estados Unidos de manera brutal. La democracia es una utopía a la que aspiramos. La acabamos de probar, y nos gusta.