Los nueve entierros de Hernán Cortés

El Conquistador de México, Hernán Cortés, murió a los 62 años en Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla, en casa de su amigo Alonso Rodríguez de Medina. Fue el viernes 2 de diciembre de 1547. Por significativa coincidencia, el mismo año del nacimiento de Miguel de Cervantes Saavedra. Éste nació apenas sesenta y cinco días antes de la muerte de aquél.

Este 2 de diciembre se cumplen 474 años del fallecimiento de Cortés, a quien se ha recordado este 2021 por haberse cumplido el pasado 13 de agosto el quinto centenario de la toma por él de la Gran Tenochtitlán.

A lo largo de casi cinco siglos sus restos mortales han andado de aquí para allá, no han tenido reposo, incluso han estado expuestos al riesgo de ser desaparecidos para siempre, lo cual finalmente y por fortuna no ocurrió.

De Hernán Cortés se han publicado numerosas biografías. Tal vez la mejor y más completa sea la de José Luis Martínez, mexicano, aparecida en 1990, cuya investigación le llevó más de cinco años. La monumental biografía escrita por él titulada simplemente Hernán Cortés, está contenido en un tomo principal de casi mil páginas, más cuatro volúmenes adicionales de Documentos cortesianos.

Pues bien, José Luis Martínez detalla nueve entierros de sus restos. Considera que hacia el final de sus días arraigó en Cortés el sentimiento de que «su tierra era ya México» y no el lugar de su nacimiento. Por eso dispuso en su testamento, lo siguiente: «llevar mis huesos a la Nueva España, lo cual yo le encargo y mando —a mi sucesor— que así se haga dentro de los diez años, y antes si fuese posible, y que los lleven a mi villa de Coyoacán y allí les den tierra en el monasterio de monjas que mando hacer y edificar».

Su primer entierro, en diciembre de 1547, fue en la cripta de la familia del duque de Medina Sidonia en la iglesia del monasterio de San Isidro del Campo, en Sevilla.

Tres años después, en 1550, se realizó la primera exhumación y simultáneamente su segundo entierro, que tuvo lugar en la misma iglesia de San Isidro, en Sevilla, al cambiarlos para quedar junto al altar de Santa Catarina.

En 1566 (en 1562, según William Prescott) sus huesos fueron trasladados a la Nueva España, como fue su expreso deseo, aunque no dentro de los primeros diez años posteriores a su muerte como dejó indicado sino cuando ya habían transcurrido diecinueve. Y no para ser depositados en el monasterio de Coyoacán, sino que lo fueron en la iglesia de San Francisco, en Texcoco, donde estaban los de su madre, Catalina Pizarro, y los del primer hijo, de nombre Luis, que tuvo con doña Juana de Zúñiga. Escribe J.L. Martínez: «Ignórase quien trajo (los huesos) a Nueva España y en qué fecha» precisa, sólo se sabe que fueron unos criados por órdenes de Martín Cortés.

El cuarto entierro fue en la capilla mayor del convento de San Francisco, de la Ciudad de México, en 1629; y el quinto entierro fue en 1716 por el cambio de sus restos, en la misma iglesia, a la parte posterior del retablo mayor.

Para su sexto entierro —en 1794— sus huesos se trasladaron a la iglesia de Jesús Nazareno, contigua al Hospital de Jesús, fundado por Cortés, y quedaron colocados en un monumento situado en el presbiterio, del lado del Evangelio.

En 1823, consumada ya la Independencia, en la Cámara de Diputados se agitaron los ánimos y no faltó quien propusiera sacar los huesos de Cortés de donde se encontraban «y se arrastraran para llevarlos al quemadero de San Lázaro». Ante tal amenaza, secretamente don Lucas Alamán hizo lo necesario para ocultarlos en la misma iglesia en el piso, bajo la tarima del altar mayor, en lo que fue su séptimo entierro.

Dolido Alamán del sitio poco decoroso en que se encontraban los restos de Cortés, en septiembre de 1836 los colocó, también secretamente, en un nicho en el muro del lado del Evangelio, que le pareció a don Lucas más digno y que prácticamente sólo él conocía. Fue éste el octavo entierro.

Posteriormente, en 1843, don Lucas Alamán entregó a la Embajada de España un documento que se mantuvo en secreto y en el cual se daba cuenta del lugar exacto donde él había puesto en 1836 los restos del Conquistador. Cuando ya en el siglo XX, después de la Guerra Civil española, se instaló en nuestro país el gobierno de la llamada República Española en el exilio, éste encontró el documento de Alamán y comunicó su hallazgo a los historiadores mexicanos Francisco de la Maza y Alberto María Carreño.

El domingo 24 de noviembre de 1946, con base en el documento de Alamán, se ubicó el lugar exacto, se hicieron las excavaciones pertinentes y se encontró la urna con sus restos. El hallazgo causó gran revuelo. El documento secreto informaba que la familia Alamán tenía la llave de la caja que contenía la urna. Se localizó a Alfonso Alamán, joyero y bisnieto de don Lucas, quien en efecto se presentó con la llave, pero «no funcionó y hubo que descerrajar la chapa».

Descubierta la urna y hechos los estudios del caso, se volvieron a depositar en el mismo lugar con una placa de bronce que simplemente dice: Hernán Cortés, 1485-1547. Fue este el noveno entierro. Se supone que el definitivo del capitán extremeño que al final de sus días se sintió plenamente mexicano y dispuso quedar para siempre en esta tierra.

Torreón, 1945. Ha sido diputado local, senador y diputado federal en tres ocasiones, por el Partido Acción Nacional. En 1999, fue candidato a gobernador de Coahuila por la alianza PAN-PRD- PVEM-PT, pero fue derrotado por el priista Enrique Martínez y Martínez. De 2003 a 2004, fue subsecretario de la Secretaría de Economía. En 2004, intentó se nuevamente candidato a gobernador de Coahuila, pero fue derrotado en la elección interna del PAN por Jorge Zermeño Infante. De 2006 a 2008, fue director de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS). Entre otros medios, ha escrito para El Financiero, El Sol de México y Espacio 4.

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