La única institución pública de Gobierno que gozaba de una aceptación favorable de los ciudadanos en este país son las fuerzas armadas —soldados y marinos—, que generaban cierta confianza social en comparación con autoridades de Gobierno, pero la situación podría cambiar drásticamente, después del abuso desmedido en involucrar a las fuerzas castrenses en actividades civiles de administración pública y gobernanza.
La muestra palpable del alto riesgo que hoy vive la imagen del Ejército Mexicano es la reciente publicación de un medio internacional que exhibe irregularidades en más de 900 procesos de adjudicación de obras y recursos para la construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, que ni siquiera fue terminado, pero que ya fue inaugurado y entregado por el Gobierno federal a las propias autoridades militares.
Además, el poder presidencial de este país decidió, a través de un decreto unilateral, mantener bajo reserva la información respecto a las mencionadas irregularidades, bajo el argumento de que la construcción y los procedimientos de administración de recursos son asunto de seguridad nacional que no debe ser conocido por la población.
La decisión de cerrar cualquier posibilidad de cuestionar, investigar y, en su caso, sancionar algún acto de corrupción y desvío de recursos, no sólo afectará el erario público y los posibles señalamientos —ausentes, por cierto— de la oposición, para transparentar la construcción de una obra altamente cuestionada por la opinión pública.
¿Cuál es el miedo o temor de las autoridades para cerrar la información que pueda transparentar los dichos sobre los hechos, incluso en beneficio de las propias fuerzas castrenses, que ahora son cuestionadas y que generan sospechas sobre su participación honesta en el proyecto?
La afectación directa no es para el presidencialismo y su partido que pretende perpetuarse ahora por medio del poder militar, que incluso en voz del propio secretario de la defensa, pidió a los ciudadanos apoyar el proyecto político del presidencialismo.
El papel del Ejército Mexicano en el adoctrinamiento, casi obligatorio a la población, es una muestra clara del autoritarismo y la falta de democracia que podrían degenerar en un futuro, incluso, con un golpe militar, cuando los soldados observen que no requieren tampoco de un proyecto político para ingresar al poder gubernamental.
Debe ser muy triste y trágico para la sociedad y la historia mexicana retroceder y presenciar en el futuro mediato la caída estrepitosa de la imagen que los ciudadanos tienen de su ejército y en el futuro confirmar, como ya sucedió en otros países de América Latina, que la dictadura y tiranía gubernamental está prácticamente a la vuelta de la esquina.
Pareciera exagerado y aún lejano para muchos, pero todo apunta a que, en el futuro ni el partido en el poder federal, ni los políticos de antes y de ahora, serán quienes gobernarán un país que ya se encuentra en crisis y que difícilmente superará el episodio que probablemente aumentará.
Solo un grave y duro jalón de orejas de los vecinos del norte podría cambiar la situación que se antoja difícil pues hasta ahora son condescendientes con las decisiones totalitarias que atentan a la democracia y soberanía, no del gobierno mexicano, si no de las instituciones como la milicia y sus ciudadanos.