Las columnas políticas miden la temperatura y el estado de ánimo del poder. Las tres más influyentes de La Laguna fueron «Verdades y Rumores» de El Siglo de Torreón, «Minutero Político» y «Azagaya» de La Opinión. Sus autores, Antonio de Juambelz y Bracho, Eduardo Elizalde Escobedo y Salvador Sánchez y Sánchez no necesitaban alimentarse de fuentes oficiales, sino de su propia intuición, perspicacia, pensamiento crítico y respeto a la verdad. La clase política les tenía pavor y esperaba cada uno de sus textos con una mezcla de avidez y desasosiego. Entonces se respetaba la inteligencia y la libertad de los periodistas, pues descubrían horizontes ignorados por la sociedad y los gobernantes, y los mantenía alertas.
Las «elecciones de papel», ideadas en 1972 por Elizalde, mi maestro, dispararon la tirada de La Opinión, despertaron el interés ciudadano por la renovación de las autoridades locales y, de alguna manera, alteraron una decisión que parecía ya tomada. Los aspirantes a la alcaldía eran del PRI, pero de bandos contrarios: Braulio Manuel Fernández Aguirre y Mariano López Mercado, cuyos padres habían sido gobernadores; ellos no pudieron serlo. La elección consistió en publicar en la primera plana boletas con las fotografías de los contendientes, las cuales se depositaban en urnas instaladas en el diario dirigido por Edmundo Guerrero Álvarez. La aglomeración era tal que debieron formarse dos filas para evitar conflictos: una para los simpatizantes de Mariano y otra para las de Braulio. De todo fui testigo como reportero.
El caso encendió las alarmas en Gobernación, cuyo titular era Mario Moya Palencia, y forzó la visita a Torreón del presidente del PRI, Jesús Reyes Heroles (cuando los líderes del PRI lo eran de veras, no los monigotes de ahora como Alejandro Moreno) y del secretario general, Miguel Ángel Barberena. Entrevistado por la fuente a su llegada al aeropuerto, Reyes Heroles resolvió el caso en tres palabras: «No al juniorismo». El ungido resultó ser un humilde profesor (él sí honesto): José Solís Amaro, a quien Saltillo le hizo ver su suerte, pues el favorito del gobernador Eulalio Gutiérrez Treviño era Mariano. (Una vez levantada la veda, Fernández Aguirre y López Mercado pudieron ser alcaldes).
Con el tiempo, la política y el género periodístico que se ocupa de ella perdieron rigor, independencia e incluso credibilidad. Era impensable que los autores de Verdades y Rumores, Minutero Político y Azagaya se repitieran y menos aún que escribieran para halagar al poder o reprodujeran sus dictados. Hoy en algunas columnas se trascriben enunciados, incluso con las mismas faltas ortográficas. ¿Telepatía? Los textos sobre política los leen solo los políticos aun antes de ser publicados. Ellos son la fuente y en ciertos casos sus autores (Rubén Moreira firmaba con el seudónimo «Atila» en el periódico Región). En esos espacios premian o castigan, deturpan, amenazan e intimidan, crucifican a sus enemigos y los amigos que ya no lo son.
El destape de Ricardo Mejía para evitar que el delfín del PRI corra solo; la deserción de uno de los cuadros del grupo en el poder; los mensajes en las columnas políticas y la postura del partido del presidente Andrés Manuel López Obrador frente al llamamiento del gobernador Miguel Riquelme a no participar en la revocatoria de mandato del 10 de abril, anticipan una relación aún más tirante entre los Gobiernos estatal y federal y una sucesión fragosa y ríspida cuyo resultado es de pronóstico reservado. (GH) E4