El poderoso cardenal de Mazarino, regente de Francia en la niñez de Luis XIV, fue un hombre de descarnado temperamento, donde a pesar de su condición de extranjero logró consolidar su poder a la muerte de Luis XIII. Las controversias sobre sus decisiones políticas, la debilidad de su Gobierno, un aumento indiscriminado de los impuestos y las críticas sobre su condición de forastero, lo llevaron siempre a circunstancias hostiles en su contra. Durante su mando, Francia padeció una de las etapas más violentas, sacudidas por guerras civiles.
El encumbramiento de Mazarino es penoso y debe su grandeza al apoyo de Luis XIV y al de Ana de Austria. Mazarino no pudo encontrar eco en el pueblo francés; su política y sus acciones no pudieron obedecer a un plan razonado, consensuado y sistemático. El cardenal es conocido como el autócrata de los tiempos modernos y el príncipe de la Iglesia; además de que la historia lo conoció por la poca austeridad en sus costumbres.
Esto, quizá, puede encontrar relación con los últimos incidentes y acciones en el quehacer público de México. Hoy se presentan saldos no tan gratos en el acontecer nacional en diversos ámbitos: economía, que no logra encontrar el rumbo claro a la reactivación, desempleo y pobreza —sin ahondar en los tópicos—, poca concordancia en los sistemas de educación y salud, corrupción que no cede (y se evidencia).
La loable vocación de gobernar con el beneplácito de la opinión pública es una ardua empresa, y suben las dificultades cuando un Gobierno aminora las acciones y los prestigios del mandato. Quebradiza es, la condición del presidente de México.
Debatir, orientar e influir el rumbo del país que queremos es tarea de todos los ciudadanos. En esa coyuntura, la sociedad debe sumarse a la reflexión del estado actual de la economía, el modelo de sociedad al que aspiramos; y a las ideas en torno a las reformas fundamentales del Estado, para poder así, contribuir a los ejes que articulen el ideario político de la gente, con los intereses de un capital comprometido con los principios de justicia social.
Retomar o corregir el rumbo plantea desafíos nuevos y pesados. La noción de democracia es compleja y requiere del más amplio concurso para encarar los problemas no resueltos y retos presentes y futuros. La mesa está puesta, encaremos nuestra realidad que parece ser que dista mucho de la realidad que perciben los tomadores de decisiones públicas.