Muerte en el césped

Dicen que no hay verdades absolutas, pero también dicen que hay excepciones a la regla. Ni duda que para morir hay que estar vivo, así nos enseña el filósofo de Güémez. La muerte es absolutamente segura, por lo que vivir con miedo a enfermarse y vivir con miedo a morir, es vivir con miedo a vivir. Por lo anterior, para los veteranos que tienen miedo a morir en un campo de futbol, es vivir con miedo a vivir y vivir con miedo a jugar futbol.

Al estar escribiendo el párrafo previo, recordé que el futbol se juega no en dos tiempos sino en tres. Y hubo un caso de muerte en el «tercer tiempo» de un partido de futbol. Se trataba del primer partido de X temporada, hace más de cinco años, allá en el campo de Coatzintla, un caluroso sábado, en los últimos 20 minutos del segundo tiempo, una de las «nuevas contrataciones», desconocido para casi todos los del equipo, en esos 20 minutos recuerdo que me sorprendió los cinco o seis arranques que se echaba de extremo derecho al perseguir balones filtrados «al hueco», yo ya estaba reposando y hasta me cansé nomás de verlo correr.

Finaliza el segundo tiempo, y ya en las gradas, apenas empezábamos «el tercer tiempo», en el que juega todo el equipo y hasta los gorrones de la porra, al ofrecerle el primer «cartucho» (chela) de rehidratación obligada, vimos como nuestro desconocido cuate, se fue doblando sobre la grada y alguien le dijo: «hey, cuate…no te duermas…échate esta chela». Lo observé pálido, y sudoroso, ya completamente derrumbado: ¡Se está infartando!, grité. En plenas gradas intentamos reanimarlo, alguno de los presentes tenía entrenamiento en primeros auxilios, le ofreció respiración boca a boca y yo, sincronizadamente, le ofrecí masaje cardiaco. ¡Imposible salvarlo! Los infartos cardiacos o cerebrales de arterias gruesas son fulminantes y bastan 10 minutos en paro cardiopulmonar completo para establecerse una muerte cerebral por ausencia completa de oxígeno, y al sufrir un daño cerebral por falta de riego arterial, simplemente imposible salvarlo. El cerebro es la computadora coordinadora de todas nuestras funciones y si una persona entra en coma rápidamente significa que el infarto ya de corazón o de cerebro, es fulminante y dejan de funcionar todos los órganos vitales. Más claro: muchas muertes por infartos cardiacos o cerebrales fulminantes suceden en camas de hospital, en el quirófano en pacientes intubados y ya no se diga en las terapias intensivas, a pesar de toda la tecnología.

Y en este momento viene a mi memoria RAM un paciente que un viernes sintió sensación de opresión esternal, acudió en menos de una hora a su hospital, sospecharon infarto, un electrocardiograma fue normal. Lo dieron de alta, y el lunes se presentó a mi consulta con la sensación de opresión, con la presión baja de 90/50, normalmente varía de 90/50 a 150/110, con promedio 120/80, frecuencia cardiaca también la tenía baja de 60 latidos por minuto, siendo el rango normal de 60 a 100 con promedio de 80. Sospeché un infarto cardíaco no complicado, tomé un electrocardiograma y solicité enzimas. Se confirmó el infarto, no complicado. Lo sufrió un viernes haciendo talacha en su jardín en un día caluroso de mayo, hace más de 10 años. Él es trovador, nunca padeció de hipertensión arterial. Ese lunes era 15, día del maestro, su trío tenía compromiso de tocar, él es virtuoso del requinto, muchas veces toqué con él, allá en Castillo de Teayo. Me dijo compungido: Oye Nacho, puedo ir a tocar con mi trío, tengo ese compromiso. Como tocar el requinto no es de esfuerzo, ya tenía tres días con su infarto sin complicación, ni arritmia ni insuficiencia cardiaca, accedí, seguro que no empeoraría. Le advertí, que tan pronto terminara el compromiso se trasladara a su hogar. Y hasta me comuniqué con su esposa por si se retrasaba en «el tercer tiempo» de la trova, que fuese a por él. Vive aún.

Debo resaltar que todos estos eventos han sucedido en relación con esfuerzo físico en clima caluroso, es decir factores que han sido como un mecanismo de «gatillo» que necesita un factor predisponente como lo es la carga genética para desarrollar arterioesclerosis arterial en grado variable individual. De lo anterior se desprende el entender qué podemos modificar para prevenir o retardar los infartos cardiacos y cerebrales. Tenemos dos tipos de factores:

Los que no se pueden modificar como la carga genética para desarrollar arterioesclerosis que cada persona trae, y la edad.

Factores que si podemos modificar: A) Vida sedentaria, hacer ejercicio, unos 30 minutos de caminata y trote unas 3 o 4 veces por semana, o más. B) Tabaquismo, controlarlo y el alcoholismo moderado es benéfico, unas tres cervezas al día o su equivalente: tres copas de vino tinto o dos «cubas libres» diarias, son benéficas, el exceso es lo nocivo, más de cuatro cervezas diarias promedio o sus equivalentes. Es crimen de lesa humanidad prohibir estrictamente el alcohol. C) Mantener peso ideal, un ejemplo, si alguien mide 1.70 metros de estatura, el peso ideal promedio es de 70 kilos, cinco más o cinco menos, es decir, el peso normal varía de 65 a 75 kilos. Ajustar esta regla a cualquiera que rebasa el metro de estatura: 1.30… 1.50… 1.80 metros, como ejemplos de talla en altura. D) Alimentación sana, ingerir todo tipo de alimentos para garantizar proteínas, carbohidratos, grasas, vitaminas y minerales, esta es la calidad de la alimentación y si hay exceso de peso, hay que seguir comiendo de todo, pero hay que disminuir la cantidad total de alimentos diarios (calorías diarias) y aumentar el metabolismo con ejercicio para «quemar» calorías excesivas y con ello mantener el peso deseado o bajarlo si es excesivo. E) Y obviamente mantener un buen control de alteraciones como la presión arterial, colesterol, diabetes y cualquier otra enfermedad.

Y a seguir jugando futbol, porque finalmente, juguemos o no, la muerte nos llegará. Recordemos, además, que el futbol es lo más importante de lo menos importante.

Continuará… ¿Qué hacer y qué no hacer antes de cada partido de futbol?

Lea Yatrogenia

Egresado de la Escuela de Medicina de la Universidad Veracruzana (1964-1968). En 1971, hizo un año de residencia en medicina interna en la clínica del IMSS de Torreón, Coahuila. Residencia en medicina interna en el Centro Médico Nacional del IMSS (1972-1974). Por diez años trabajó como médico internista en la clínica del IMSS en Poza Rica Veracruz (1975-1985). Lleva treinta y siete años de consulta privada en medicina interna (1975 a la fecha). Es colaborador del periódico La Opinión de Poza Rica con la columna Yatrogenia (daños provocados por el médico), de opinión médica y de orientación al público, publicada tres veces por semana desde 1986.

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