Paul Auster: «arden las pérdidas»

Vivir es sentir dolor, dijo para sí, y vivir con miedo al dolor es negarse a vivir.

Paul Auster

Paul Auster, aquejado por el cáncer, escribe una novela como legado para todos aquellos que vagamos en búsqueda de un sentido vital después de un proceso de pérdida. Arden las pérdidas, así se intitula un libro del poeta hispano Antonio Gamoneda, y ¡vaya que arden!

Paul Auster falleció hace unas semanas a los 77 años. Era realmente un autor de culto. A veces, confieso, se le mencionaba como para presumir, en una actitud esnobista que no comparto. Empero, su obra es de lo más destacado de la literatura norteamericana de las últimas décadas. Hay que leer su Trilogía de Nueva York, Leviatán, Tombuctú y un largo etcétera que conforman su edificio literario. Hoy haré referencia a su novela más reciente, y digo reciente y no última, porque ya vendrán las obras póstumas, que en ocasiones sorprenden a los expectantes lectores.

Baumgartner cuenta la historia de los últimos meses en la vida de un profesor de filosofía que ha perdido a su esposa Anna, diez años antes, en un desafortunado accidente. Sy Baumgartner no se repone del golpe. La novela inicia con la narración de un par de accidentes, uno propio —se quema las manos con el pocillo— y otro del señor Flores, que se corta los dedos con la sierra circular. (El azar siempre estuvo presente en la obra de Auster) Esto conduce a Baumgartner a meditar en torno al «síndrome del miembro fantasma». Esta meditación se conecta con el proceso de pérdida que sigue sin ser superado: «Baumgartner… comprende que su verdadero interés no radica tanto en los aspectos biológicos o neurológicos del síndrome como en su capacidad de servir de metáfora de la pérdida y el dolor humano. Es el tropo que Baumgartner viene buscando desde la muerte súbita e inesperada de Anna hace diez años…» (p. 40).

Sy decide jubilarse en condiciones ventajosas. Tiene 71 años. Parece obsesionado con una tal Molly a la que le compra libros con tal de acercarse a ella. Aunque, finalmente, se enamora de Judith, una amiga de Anna y de él. El idilio termina mal porque Sy pide más de lo que Judith puede dar. Baumgartner quiere vivir al lado de ella y Judith prefiere «la sana distancia». (Frase aciaga que marcó nuestro destino en la nefanda pandemia). El vacío debe ser llenado de otro modo. Aunque Sy escribe, dicha tarea o vocación no es suficiente para continuar. «Continuar» es el imperativo de la ética de Alan Badiou. En la vida hay que continuar, seguir y no desmayar. Pero el voluntarismo puede resultar insuficiente.

La publicación de las obras poéticas de su esposa Anna le proporcionarán la motivación suficiente para continuar: «comprendió que la calidad de la obra (de Anna) era más que suficiente para presentarla al mundo» (p. 67). En la agonía de la novela aparece en escena una chica, Beatrix Coen, estudiante de doctorado, que quiere redactar su tesis sobre la obra de la esposa de Sy. El entusiasmo asalta al protagonista. Las pérdidas nos sumergen en la tristeza. Es natural. ¿Cómo trocar la tristeza en alegría? Habrá que creerle al Jesús del Evangelio de Juan: «ustedes estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría» (Juan 16,20). El Paráclito hace milagros, aunque en el caso de Baumgartner habrá que buscar modos más terrenos, inmanentes y temporales de dar el salto.

El final de la novela es enigmático. Baumgartner sufre un accidente automovilístico, pero sale ileso: «Y así, con el viento en la cara y la sangre aún rezumando de la herida en la frente, nuestro héroe se dirige en busca de ayuda, y cuando llega a la primera casa y llama a la puerta, empieza el último capítulo de la historia de S.T. Baumgartner» (p. 261). Quizá este último capítulo tenga que ver con el hallazgo de la motivación necesaria para soportar sin tanto estoicismo los años que le quedan.

Gilberto, mi hermano, escribió Ella era el jardín, su último libro en vida, como testimonio del dolor por la pérdida de su amada Lety. Auster hizo algo semejante: escribió Baumgartner, obra que le sirvió de viático para enfrentar su propia pérdida. Esta semana perdimos a Blue, un gato con mucho colmillo, envenenado por gente de malas entrañas. Hoy nosotros nos valemos de la literatura para que las pérdidas dejen de arder y corroer nuestro interior.

Referencia:

Auster, Paul, Baumgartner, Trad. de Benito Gómez Ibáñez, Seix Barral, México, 2024.

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