«Plan B» de la alianza PAN-PRI-PRD: hacerse con la mayoría en el Congreso

La composición del Parlamento es clave para el país y para la agenda del futuro presidente. A menos de un mes de las elecciones generales, la ventaja de la candidata de Morena-PT-Verde sobre Gálvez parece irremontable. Paredes representaba el mejor perfil, pero significaba un riesgo para los grupos de poder

2J, primera prueba electoral para la maquinaria de Morena

Descalificar las encuestas, último cartucho

La atención política empieza a cambiar de foco. Frente a la proximidad de la elección presidencial y de un resultado en apariencia previsible, la cuestión es si Claudia Sheinbaum tendrá mayoría absoluta o calificada en el Congreso. De ocurrir lo primero, Morena y sus aliados (PT y Verde) conservarían el control del presupuesto de egresos de la federación y podrían aprobar y modificar leyes secundarias. El segundo escenario les permitiría reformar la Constitución sin el voto de las demás fuerzas políticas. Con los comicios generales en puertas y sin que los debates incidieran en las intenciones de voto, la ventaja de la exjefa de Gobierno de Ciudad de México la perfila como la sucesora de Andrés Manuel López Obrador.

Los electores suelen votar por el partido gobernante para dos periodos o más, salvo en casos de administraciones desastrosas, vistas así por el grueso de la población y no solo por los grupos de interés. Sucede en Estados Unidos, Canadá, Brasil, Chile, Argentina y otros países donde hay reelección e incluso en el nuestro, donde no está permitida. También pasa que líderes bien evaluados como Ernesto Zedillo, Bill Clinton y Barack Obama sean reemplazados por militantes de un partido distinto. En el primer caso fue por el deseo de cambio y el hartazgo hacia el PRI; y en el segundo, por tradición democrática. La apuesta no funciona siempre. George Bush, relevo de Clinton tras unas elecciones controvertidas, resultó ser uno de los presidentes más nefastos.

Al PRI le resultó imposible ejercer el poder por dos mandatos consecutivos después de la alternancia de 2000. El fiasco de la presidencia de Peña Nieto profundizó la crisis del viejo partido hegemónico. El PRI es hoy la tercera fuerza política y la población de los únicos estados a su cargo (Coahuila y Durango) no alcanza los seis millones de habitantes. El PAN ligó dos periodos. Vicente Fox pudo trascender y reducir al PRI a cenizas según lo había prometido, pero la falta de juicio y de oficio le hicieron naufragar junto con su partido. Fox victimizó a Andrés Manuel López Obrador y le colgó a Felipe Calderón el sambenito de «presidente ilegítimo» por entrometerse en las elecciones de 2006 para impedir el triunfo de la izquierda.

Bajo la misma lógica, el statu quo se opone ahora a Sheinbaum y a su agenda política, contraria a sus intereses. Claudio X. González, uno de los 50 mexicanos más ricos del país (Forbes, 2023), gestionó el frente PAN-PRI-PRD para evitar que Morena conserve la presidencia y dé continuidad a la 4T. Por trayectoria y experiencia en el servicio público, la mejor opción opositora para afrontar a Claudia Sheinbaum era Beatriz Paredes, pero fue descartada por significar un riesgo para las élites. Xóchitl Gálvez obtuvo la nominación por su afinidad con los grupos de poder como se pudo observar en el debate del 28 de abril al bosquejar sus propuestas económicas. La candidata de la alianza «Fuerza y Corazón por México» («oxímoron tan extremo como el de los partidos que la componen», Jorge Volpi, dixit) perdió la brújula y el «efecto Xóchitl» no tardó en evaporarse.

Las facciones adversas a la 4T intentan disuadir el voto por Sheinbaum por todos los medios. Lo mismo que en 2006 y en cada campaña, federal y local, invierten en las campañas y luego cobran favores e imponen condiciones. Para intimidar a la población con el cuento del fin del mundo si AMLO se sale con la suya y Sheinbaum ocupa la silla del águila, vuelven a asustar con el petate del muerto. Sin embargo, como el arroz de la sucesión parece ya estar cocido, según advierten analistas incluso contrarios al caudillo y su movimiento, el «plan B» de la oposición consiste en hacerse con la mayoría en el Congreso. Si la presidencia es para Morena, entonces al menos que el PRIAN controle la próxima legislatura. Otra misión imposible.

Congresos subordinados

Las mayorías parlamentarias —como la presidencia y cualquier otro cargo electivo— se ganan o se pierden en las urnas. Los partidos las necesitan para avanzar su agenda política, económica y social. El PRI lo hizo así durante 68 años hasta que perdió el control del Congreso. Subir 50% el IVA, en marzo de 1995, con el argumento de salvar al país de la crisis gestada en el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari, fue la gota que colmó el vaso. El «error de diciembre» dejó sin reservas el Banco de México y devaluó 300% el peso. Salinas echó previamente mano de su mayoría para rescatar a la banca por medio del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa). La legislatura zedillista convirtió el salvamento en deuda pública y los mexicanos cargaron el muerto (más de dos billones de pesos) mientras los banqueros y los grandes empresarios se frotaban las manos.

Elegido en un proceso fraudulento, Salinas manejó a su arbitrio la Cámara de Diputados y el Senado. Con el voto de las bancadas del PRI y el PAN, privatizó 18 bancos propiedad del Estado; entre ellos Banamex, Bancomer, Serfin, Comermex y Somex. El sector acerero (Altos Hornos de México, Siderúrgica Lázaro Cárdenas Las Truchas y Siderúrgica Nacional) lo vendió completo. Igual pasó con Teléfonos de México, empresa pública rentable y estratégica. Mexcobre, Minera Cananea, Fertimex, Dina e Imevisión (TV Azteca) tampoco escaparon de la voracidad capitalista.

Impulsada por el neoliberalismo y las transnacionales, la ola privatizadora continuó en los tres sexenios siguientes con la aprobación del PRI y el PAN y el aplauso de las élites desde sus respectivos pedestales. Zedillo vendió ferrocarriles y aeropuertos. Vicente Fox y Felipe Calderón entregaron Aeromex, Mexicana de Aviación, Puertos de México y Grupo Azucarero México. También extinguieron Luz y Fuerza del Centro, nacionalizada en el Gobierno de Ávila Camacho. El capitalismo de compadres medró antes y después de la alternancia.

Encabezar Gobiernos divididos le impidió a Fox y Calderón emprender reformas estructurales de gran calado; aun así, el segundo dio los primeros pasos para abrir el sector energético a la inversión privada. Los gobernadores del PRI sacaron provecho de la coyuntura: impusieron condiciones a la federación, recibieron mayores recursos e instalaron en la presidencia a uno de su club: Enrique Peña Nieto. Para tener mayoría calificada en el Congreso, sin la cual no habría podido cambiar la Constitución ni cedido áreas sustanciales de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE) a la oligarquía, Peña se atrajo al PAN y al PRD.

Diputados y senadores aprobaron las reformas contenidas en el Pacto por México, negociadas con corporaciones nacionales y extranjeras. Emilio Lozoya, exdirector de Pemex, denunció después que legisladores del PRI y el PAN fueron sobornados para votar a favor. Las reformas se envolvieron con promesas falsas: generar millones de empleos, reducir el precio de los combustibles y abaratar las tarifas eléctricas. No ocurrió ni una cosa ni otra. Las ganancias correspondieron a los socios del Gobierno y las pérdidas para los mexicanos. Peña se despidió con «gasolinazos» y «tarifazos» que enardecieron a la ciudadanía y provocaron disturbios en las principales ciudades del país. El voto de castigo fue tremendo: el PRI defenestrado del poder, esta vez quizá para siempre, y Peña con un rechazo de 76%.

Un Gobierno revulsivo

Andrés Manuel López Obrador revirtió las reformas implantadas en el Gobierno de Peña Nieto con el voto del PRI y el PAN en el Congreso. El presidente se refirió en su toma de posesión a una de las más polémicas, la energética: «Antes del neoliberalismo producíamos y éramos autosuficiente en gasolinas, diesel, gas, energía eléctrica. Ahora compramos más de la mitad de lo que consumimos de estos insumos». Los cambios, acusó, beneficiaron a las élites políticas y económicas. «Nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes y de la pequeña minoría que ha lucrado con el influyentismo (…), causa principal de la desigualdad económica y social, y también de la inseguridad y violencia que padecemos».

AMLO ganó la presidencia con la votación más alta (30 millones). Para impulsar el cambio de régimen propuesto por el caudillo en tres campañas, los mexicanos dieron a la alianza Morena-PT-PES la mayoría absoluta en la Cámara Baja (308 diputados) y en la Cámara Alta (69 senadores). Con ese aval, negado a Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, López Obrador empezó a desmontar las bases de un sistema viciado y a recuperar el control del Estado, antes sometido a los grupos de interés. «El Gobierno —dijo en su mensaje inaugural— ya no será un simple facilitador para el saqueo… (tampoco) un comité al servicio de una minoría rapaz». Ofreció una transformación «profunda y radical», pero a la vez «pacífica y ordenada».

La 4T ha sido un revulsivo. Afectar los intereses creados confrontó a los poderes público y privado. El mito según el cual la elevación de salarios mínimos por encima de la inflación generaría una escalada mayor cayó por su propio peso. Los programas sociales, rechazados por las cúpulas, redujeron en casi 10 millones el número de pobres (Inegi-Coneval). Un estudio del Instituto Federal Electoral (hoy INE) y del Centro de Investigaciones y Docencia Económica (CIDE), publicado en 2014, advierte: «La pobreza es referenciada como la primera causa estructural de la violencia (21.4%); en segundo lugar la corrupción gubernamental (20.6%), y en tercer lugar la debilidad de los valores sociales (17.9%)».

Para contener el avance de Morena, «detener el autoritarismo», «restaurar el pluralismo» y controlar desde el Congreso al presidente, los grupos de poder y los intelectuales afines revivieron el Pacto por México de Peña Nieto. Reunieron al PRI, PAN y PRD bajo el paraguas de la coalición Va por México (hoy llamada Fuerza y Corazón por México), regenteada por el empresario Claudio X. González. El resultado fue desastroso y podría repetirse el 2 de junio. En las elecciones intermedias Morena y sus aliados (PT y Verde) perdieron 30 escaños, pero conservaron la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados (278). En los estados el bloque opositor obtuvo solo un puñado de gubernaturas.

La perspectiva de que la candidata presidencial de Morena, Claudia Sheinbaum, dirija como López Obrador un Gobierno unificado (con mayoría parlamentaria), es alta, pues lidera las intenciones de voto de manera clara y sostenida.

Con respecto a las elecciones legislativas, una encuesta de Grupo Reforma apunta en la misma dirección: el 55% está de acuerdo en que el futuro presidente también tenga mayoría en el Congreso (Reforma, 19.03.24). De ser así, Sheinbaum consolidaría el proyecto de la 4T. El frente PRI-PAN-PRD corre el riesgo de perder más posiciones, entre otras causas por el reparto sectario de candidaturas y la debilidad de Xóchitl Gálvez. E4

Cámara de Diputados

LXIV LegislaturaCurulLXV LegislaturaCurul
Morena252Morena202
PES       23PT         33
PT         44PVEM  41
PRI        49PAN      111
PAN      79PRI        70
PRD      12PRD      12
PVEM  11MC       28
MC        SP         24 6SP         3

Senado

2018Curul2021Curul
Morena61Morena59
PES       4PES       3
PT         6PT         6
PRI        13PRI        13
PAN      25PAN      18
PRD      4PRD      3
PVEM  7PVEM  7
MC       8MC       12
SP         1SP         7

2J, primera prueba electoral para la maquinaria de Morena

El partido fundado por AMLO llega a los comicios con 23 estados. El PAN y el PRI gobiernan siete. El fracaso de la oposición puede resultar peor del previsto

Morena pondrá a prueba por primera vez su maquinaria electoral el 2 de junio. En 2018 ganó la presidencia y la mayoría legislativa sin gobernar un solo estado, pese a las campañas de los poderes fácticos y de la comentocracia para evitarlo. La decadencia de la partidocracia tradicional (PRI-PAN-PRD) y de un sistema venal y distante de la sociedad allanaron el camino. Morena es hoy la principal fuerza política del país y Andrés Manuel López Obrador, a quien debe su ascenso, su activo más importante. No de balde el frente opositor asesta toda la artillería en el oriundo de Tabasco. Sin embargo, la estrategia de descalificar al Gobierno de la 4T para restarle votos a Claudia Sheinbaum puede infligirle al bloque antioficialista una derrota aún mayor de la que las encuestas anticipan.

El PRI no representa ya a las mayorías y el PAN jamás ha sido un partido popular ni de masas. El descrédito y la fusión de sus siglas, enemigas a ultranza en el pasado, explican el rechazo ciudadano y el fracaso inminente. Con cinco estados en poder del PAN y dos en manos del PRI, Xóchitl Gálvez, candidata de la alianza Fuerza y Corazón por México (de nuevo se usa el nombre del país para atraer incautos), no puede aspirar a grandes votaciones. Ni aun sumando el sufragio diseminado en la república.

El aparato electoral de Morena lo controlan 23 gobernadores cuyos territorios concentran el 70% de la población nacional (Inegi). Los estados constituían la mayor fuente de votos del PRI. Sin ese apoyo y sin dinero para la movilización, el PRI difícilmente le aportará a Gálvez los 7.6 millones de papeletas obtenidas en 2018, cuando gobernaba casi la mitad de las entidades; hoy su bandera ondea solo en dos: Coahuila y Durango. El PAN pudo ganar la presidencia en 2000 con ocho estados, propulsado por el deseo de cambio y el liderazgo de Vicente Fox. Sin embargo, como presidente fue una decepción. El partido fundado por Gómez Morín, Acción Nacional, consiguió a duras penas un segundo periodo, pero la elección de Felipe Calderón estuvo marcada por la sospecha de fraude.

Morena es el partido más joven del país. Accedió a la presidencia en tiempo récord: cuatro años después de haberse fundado. Tras el éxito arrollador de 2018 afrontó otro desafío: asumir la administración del país sin contar con cuadros suficientes. El movimiento de López Obrador sigue en proceso de maduración, pero la estructura gubernamental y territorial le conceden enormes ventajas en la carrera presidencial. A diferencia de Fox, Calderón y Peña Nieto, AMLO no representa un lastre para Morena ni para sus candidatos; al contrario, su popularidad les suma votos.

El PRI y el PAN abdicaron de sus principios para echarse en brazos de camarillas venales en vez de reformarse, abrirse a la sociedad y formar perfiles competitivos para las elecciones en curso. La apuesta por el desgaste de AMLO falló en redondo. Con el tiempo encima, debieron unirse e improvisar la candidatura de Xóchitl Gálvez. La política hidalguense no se preparó para una empresa de tamaña envergadura. Su campaña y desempeño en los debates han sido erráticos, y por más que se esfuerza y se da ánimo, no convence. Sheinbaum —la «dama de hielo», como la calificó en el primer cara a cara— tiene el control de su equipo y talla presidencial. La aplanadora de Morena, capitaneada por AMLO, está lista para la prueba de fuego. El PRIAN perdió de antemano. E4

Mapa

PartidoEstados
Morena 21
PAN       5
PRI         2
MC2
PVEM1
Encuentro Social1

Descalificar las encuestas, último cartucho

Las intenciones de voto favorecen a la exjefa de Gobierno de Ciudad de México. Álvarez Máynez, candidato de Movimiento Ciudadano, gana terreno en la recta final

El débil crecimiento de Xóchitl Gálvez en la intención de voto y la consolidación de Claudia Sheinbaum para ganar la presidencia han llevado al frente opositor y a sus estrategas a quemar el último cartucho: desacreditar las encuestas. Si las tendencias favorecieran a la candidata de la alianza PAN-PRI-PRD, cantarían victoria; pero como no es así, las refutan. «Claudia Sheinbaum se coloca a la cabeza de las preferencias electorales con el 57%, seguida de Xóchitl Gálvez, de quien se ha distanciado por 26 puntos». Los datos corresponden a la Encuesta de Encuestas de Polls MX posterior al debate del 28 de abril. La candidata de Morena perdió cuatro puntos (61-57) y la del bloque rival bajó uno (32-31) con respecto a la primera controversia. El apoyo hacia Jorge Álvarez Máynez, de Movimiento Ciudadano, aumentó del cuatro al 10%, de acuerdo con la misma firma.

Gálvez salió mejor librada que en el cara a cara del 18 de abril, pero aun así no logró acercarse al primer lugar. Con las elecciones en puertas será más difícil remontar la desventaja. La oposición, por tanto, se adelantó a declarar ganadora a su candidata. En la misma línea, Grupo Reforma modificó el enfoque de su encuesta. Ya no preguntó a sus columnistas quién ganó el segundo debate (la vencedora del primero fue Sheinbaum), sino quién había mejorado. Esta vez la mayoría se inclinó por la abanderada del PAN-PRI-PRD.

Bajo el criterio de que los debates se ganan o se pierden, como escribe Jorge Castañeda, cuya favorita es Gálvez, El País consultó a ocho de sus analistas sobre el resultado. Gabriela Warkentin, Salvador Camarena y Antonio Ortuño votaron por Gálvez, pero con matices. Yásnaya E. Aguilar, Viri Ríos y Vanessa se decantaron por Sheinbaum de manera clara. Javier Garza y Javier Risco fueron neutrales. El primero destacó el desempeño de Máynez; y el segundo le concedió el laurel a la candidata del PAN-PRI-PRD… «en estridencia».

Warkentin resume: «Gálvez lo hizo mejor, pero es una ganadora tímida». Claudia triunfó «sin necesidad de debatir siquiera la presentación de sus propuestas», dice Yásana Aguilar. Viri Ríos también se inclina por la candidata de Morena y exjefa de Gobierno de Ciudad de México, pero a la representante del PRIAN (no la cita así) le otorga «una mención honorífica». Javier Garza pone de relieve el papel de Máynez: «fue el único que habló de los elefantes en la sala». El riesgo de Gálvez era terminar fuera de la competencia, pero «no fue así», apunta Salvador Camarena. «Me parece que el debate lo ganó Gálvez. Tenía que ser más agresiva, y lo fue», dictamina Antonio Ortuño.

Vanessa Romero, más incisiva, reconoce una mejoría en Gálvez. «Desplegó cualidades que despiertan el entusiasmo de sus seguidores: chispa y naturalidad. Sin embargo, la nueva (vieja) Xóchitl desperdició la posibilidad de mostrarse mejor que su rival y entregar propuestas acabadas. Cero y van dos: el trofeo se lo lleva Sheinbaum. La estridencia la ganó la candidata Xóchitl Gálvez al saltarse las normas (…), con respecto al debate anterior mejoró (…). Le quedan 35 días y un debate para subir a la montaña de dos dígitos de diferencia que parece imposible. (…) Sheinbaum solo tenía que aguantar, ahora le costó más trabajo, ninguna de las acusaciones que hizo contra Xóchitl tuvo impacto, pero tampoco ninguna de las que le hicieron a ella significará algún cambio en la tendencia de esta elección» (El País, 28.04.24). E4

Torreón, 1955. Se inició en los talleres de La Opinión y después recorrió el escalafón en la redacción del mismo diario. Corresponsal de Televisa y del periódico Uno más Uno (1974-81). Dirigió el programa “Última hora” en el Canal 2 de Torreón. Director del diario Noticias (1983-1988). De 1988 a 1993 fue director de Comunicación Social del gobierno del estado. Cofundador del catorcenario Espacio 4, en 1995. Ha publicado en Vanguardia y El Sol del Norte de Saltillo, La Opinión Milenio y Zócalo; y participa en el Canal 9 y en el Grupo Radio Estéreo Mayrán de Torreón. Es director de Espacio 4 desde 1998.

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