Podemos, pero no debemos, ser espectadores

La figura de Poncio Pilato y sobre todo su actuación, cuando le es presentado Jesús de Nazaret, para que determine su suerte, la vinculo siempre con la indiferencia. Él sabía que Cristo era inocente, sin embargo autoriza su crucifixión. Se lavó las manos, se deslindó, ante la presión de los judíos que cuando les pregunta como último intento que eligieran entre Barrabás y Cristo, exigieron la muerte del Mesías y la libertad del delincuente. Y él cedió. Y ustedes, que tan gentilmente me leen, se preguntarán ¿y a que viene esto? La Semana Santa ya pasó…

Pues viene a que la historia del funcionario romano nos invita a reflexionar sobre la responsabilidad personal y moral que tenemos en estos tiempos en que en nuestras manos está decidir qué queremos para México. Y lo vamos a tener que demostrar el próximo domingo 2 de junio. Y les juro, y además ustedes lo saben, no es asunto menor. Será nuestro voto el que determine si liberamos al país, nuestro país, del lastre de un sistema político decadente, más decadente que nunca y nos atrevemos a iniciar la construcción de un andamiaje acorde a las necesidades de un país que no tiene porque seguir sujeto a los lastres del pasado.

¿Cómo somos los mexicanos? De acuerdo con los datos que pergeñé de aquí y de allá, el mexicano de estos tiempos no se siente ni acomplejado, ni timorato, ni mediocre, el 90% de los entrevistados expresó categóricamente que está en sus manos cambiar su propio destino y el de su familia. 7 de cada 10 aseveraron que sus sueños se pueden hacer realidad, sostienen que se tiene cultura de triunfadores siempre y cuando se le ponga enjundia a lo que se hace y que no se necesita irse a Estados Unidos para triunfar. Les juro que esto alentó mi optimismo… pero… pero entonces surge el cuestionamiento, toda vez que si esto fuera así cómo carajos se explican el montón de problemas sociales, políticos, económicos en los que estamos inmersos, verbi gratia el de la infausta inseguridad pública que no se arredra, que parece incontenible y que cada día se come más territorio nacional y envilece la vida de millones de personas que la sufren en carne propia… ¿Por qué en otros países sí se están dando los cambios que se requieren para detenerla?

La socióloga, escritora e historiadora mexicana Sara Sefchovich apunta teorías que tratan de explicar el asunto. Que van desde las que sostienen que la sociedad mexicana sólo atiende su presente —tengo mis dudas al respecto— pero ni siquiera otea su futuro, hasta aquellas que subrayan que somos una sociedad francamente individualista. Yo me voy más por esta, y lo retrata de cuerpo entero el dicho antiquísimo de «que se haga la voluntad de Dios, sí, pero en las mulas de mi compadre», dicho de otra manera, «mientras no me pase a mí, no hay bronca». Es decir, que el mexicano bien podría hacer suyo aquél dicho que menciona: «mientras no me pase a mí, no hay problema».

No obstante, el fenómeno es más complejo. Sucede que al país lo vemos como que no nos atañe. ¿Cómo? Si nosotros somos el país, nosotros lo conformamos. Tristemente la cultura imperante, y me enrabia decirlo y sobre todo reconocerlo, porque la realidad nos lo refriega en la cara, lo vemos como un barco a la deriva, conducido por décadas por «capitanes» más interesados en su bonanza personal, que en la de sus gobernados. Unos más, otros menos, pero ahí están los hechos. Y ante esto, la desconfianza en los gobernantes, en la política, en el quehacer político, en todo lo que huela a poder público, ha ido en crescendo, y prefieren entonces voltearse, hacer como que no existe y se refugian en lo que sí sienten suyo, su familia, su negocio, su, su…y lo colectivo que vaya a los demonios. Pero es absurdo, tarde o temprano lo que sucede en nuestra colonia, en nuestro municipio, en nuestra entidad federativa, en el país, sí nos afecta, directa o indirectamente. Y he aquí la paradoja, no obstante todo esto, los mexicanos somos solidarios en las tragedias naturales, el huracán Otis, toda vez que ha sido lo más reciente. Nos volcamos en ayudas. Y viene la antítesis, pero lo que pasa con los espacios públicos —calles, plazas, parques, etc…— que se frieguen, al cabo que «no son míos». Claro que son nuestros, sale de nuestros impuestos mantenerlos, debiéramos cuidarlos.

Esta actitud de desapego, de negligencia individual, en nada abona a la convivencia colectiva, al respeto que nos debemos como iguales, como nacionales, como ciudadanos. La cosa pública sí es asunto nuestro, son los mismos problemas, debiera importarnos solucionarla juntos, por conveniencia propia debiéramos aprender a dialogar entre nosotros, a llegar a consensos y acuerdos, no obstante que pensemos distinto, el común denominador es México.

¿Por qué diantres no sabemos ponderar esto? ¿De verdad nos vale una pura y dos con sal, la severa crisis de inseguridad pública que se vive en nuestro país, los delitos como secuestro, extorsión y crímenes dolosos, que van a la alza? ¿De verdad no nos importa que la pobreza extrema vaya a la alza?

En ese segmento de la población tiene su fuente inagotable de membresía el crimen organizado, hace 20 años le pagaban a cada miembro de una familia empobrecida 2 mil dólares al mes para que le entraran con ellos. ¿Usted cree que la tarifa es la misma? A cual más se suma. Y si de ribete tenemos un Gobierno que sigue emperrado en mantenerlos en semejante vulnerabilidad, pues estamos aviados, no hay solución a la vista. Y si al grueso de los mexicanos esto nos importa un bledo, pues estamos solidarizándonos con la cancelación de un futuro diferente. Estamos condenando a las futuras generaciones al holocausto, no a la vida digna a la que tienen derecho nomás por ser personas.

Sí tenemos y hemos tenido los gobernantes de los que nos quejamos y culpamos de todos los males, también pasemos revista de nuestra actuación. Esas sabandijas de todos los colores han hecho su gallo grande porque nuestra desgraciada indiferencia lo ha permitido. ¿No será hora de asumir responsabilidades a título personal, en nuestra calidad no nada más de mexicanos, si no de ciudadanos?

Es nuestra obligación, como ciudadanos de a pie o de las organizaciones civiles a las que nos sumemos, llenar los vacíos que los gobernantes y las instituciones han abandonado, ya es hora de levantar la voz al unísono y actuar conforme a los derechos que se nos reconocen en la propia Constitución de la República para promover una verdadera cultura de legalidad y de participación ciudadana activa, para tener un México diferente, bueno, vivible para cada uno de nosotros. Tenemos que dejar de ser población a secas, número, y asumir nuestra investidura ciudadana a plenitud, con todo lo que implica serlo.

Ser ciudadano es mucho más que una construcción jurídica, serlo significa sentirte parte de, tener conciencia de pertenencia a tu comunidad y por ende, tener la certeza de que puedes moldearla e influir directamente a favor tuyo. Una comunidad se define a través de diversos elementos, verbi gratia, por costumbres compartidas y tradiciones, por un código idéntico de derechos y obligaciones, por la lealtad a una civilización en común. No nos lavemos las manos como Poncio Pilato, nos tiene que salir la casta, el amor por México, el orgullo por lo que somos, la responsabilidad social que tenemos con nuestra patria. Ya estuvo suave de quedarnos callados y fingir que ni vemos ni oímos, a este país se lo va a cargar la trampa si no actuamos como mexicanos, como los únicos dueños de esta tierra. No se lo entreguemos nunca más ni a fanáticos ni a arrogantes, ni a sinvergüenzas.

Necesitamos a una estadista en el poder Ejecutivo, necesitamos representantes en la cámara de diputados que sí nos representen a nosotros, no al presidente de la república en turno, necesitamos senadores que si defiendan los intereses de las entidades federativas que les dieron esa encomienda. No cometamos, clasemedieros, el craso error de irnos de vacaciones el 2 de junio o atender otros asuntos, en lugar de ir a votar.

Jóvenes, por favor, no le fallen a México, ustedes son el 30% del listado nominal, si ustedes no salen a votar el domingo 2 de junio, va a ganar el voto pagado, el voto acarreado. Y tendremos otro maximato. Por favor lean cómo le fue al país con esa aberración del tirano atrás del presidente en turno. Si ustedes sienten náuseas por la política y los asuntos públicos de nuestro país, tengan los arrestos de abocarse a enrumbar al país por otros lares.

Les conviene o van —y discúlpenme la expresión— a parir chayotes, el día que tengan que montar su propio caballo y el sombrero con el que saluden ya no sea el de sus padres, sino el suyo. No crucifiquen a México con su indiferencia.

Licenciada en Derecho, egresada de la UNAM. Posee varios diplomados, entre los que destacan Análisis Político, en la UIA; El debate nacional, en UANL; Formación de educadores para la democracia, en el IFE; Psicología de género y procuración de justicia. Colabora en Espacio 4, Vanguardia y en otros medios de comunicación.

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