Pruebas COVID

Decía García Márquez que ser periodista es tener el privilegio de cambiar algo todos los días. Como aprendiz de periodista y eterno aprendiz de medicina, me comprometí a difundir información para cambiar algo y me sentiré satisfecho si en alguno de mis escasos lectores se da un cambio.

Veamos un ejemplo. Con el siguiente enlace y mis observaciones, comento sobre las pruebas de antígenos para COVID.

http://www.nogracias.org/2020/11/03/las-pruebas-de-antigenos-para-el-nuevo-coronavirus-que-se-promocionan-como-bpr-baratas-precisas-y-rapidas-por-juan-gervas-y-mercedes-perez-fernandez/

Las pruebas se pueden hacer a:

1) Enfermos (diagnóstico clínico): personas con síntomas sospechosos de COVID-19, por ejemplo, pacientes que van a ver a su médico de cabecera, o a urgencias, porque tienen fiebre alta y síntomas respiratorios: tos persistente y constante como datos típicos y puede o no haber otros síntomas: dolor de cabeza, gran malestar, pérdida de olfato.

2) Contactos (rastreo): los sospechosos de contagio por contacto cercano con enfermos que dan positivo a COVID; contacto que significa espacio (menos de dos metros), tiempo (más de 15 minutos), forma (sin mascarilla) y ocasión (en los dos días antes del comienzo de los síntomas del enfermo, u ocho días desde el primer síntoma).

3) Población (cribado): personas sanas sin síntomas ni sospecha de contactos. Es cuando se desea «tamiza» o rastrear una población para saber si hay alguien contagiando sin saberlo, y sin síntomas. Lo que es poco probable.

¿En qué consiste la prueba de antígenos? El SARS-CoV-2 es como todos los virus, que depende y sólo cobra vida al invadir células vivas para reproducirse. Tiene una parte central con material genético y una especie de corona con proteínas específicas que le permiten «engancharse» a las células. Estas proteínas de la envoltura son los antígenos, sustancias características de cada virus que desencadenan la reacción inmunitaria, de defensa y formación de anticuerpos. Así se entiende que un antígeno es una sustancia capaz de provocar una reacción en nuestro cuerpo con formación de anticuerpos defensivos.

Pues lo mismo con el nuevo coronavirus. Si hay sospecha diagnóstica se toma una muestra para determinar si hay antígenos específicos de SARS-CoV-2. La muestra se deposita en un pocillo preparado para «disolver» el virus (si lo hay) y por capilaridad llevar los fragmentos al lado reactivo, a una tira impregnada con anticuerpos específicos para SARS-CoV-2. Si hay antígenos del SARS-CoV-2 en la muestra nasal, se produce una reacción contra estos anticuerpos específicos que generan la señal de positivo.

Esta prueba de antígenos no revela cantidad de virus presente, sólo dice si el virus está ahí. Y se precisa cierta cantidad de virus para que «funcione». Si hay poca cantidad de virus en la muestra la prueba puede dar negativo, en falso. Si da positiva a detectar a los pacientes con mayor carga viral que deberán aislarse para cortar la cadena de transmisión.

Por lo anterior esta prueba de antígenos no es definitiva porque solo sugiere que hay o no hay restos de virus. Visto así, si la prueba es positiva se debe confirmar realizando la prueba PCR.

Efectivamente, la prueba considerada: «oro», la de la PCR, se basa en la determinación del ácido nucleico, de la nucleocápside, el ARN. Y si hay fragmentos del ácido nucleico del SARS-CoV-2 se replican tantas veces cuantas sean necesarias para poder dar un resultado. O sea, con la PCR el virus «canta» quiera o no quiera.

Es un verdadero lío dejar en claro el valor de la prueba de antígeno, pero aquí un resumen: 1. Paciente con síntomas sospechosos, 2. Con máximo cinco días de síntomas y 3. Prueba de antígeno que dé positiva (paciente con COVID-19) o que dé negativa (paciente sin COVID-19).

Debo reiterar que debemos ser muy prudentes al interpretar los resultados de estas pruebas siendo esencial el tomar en cuenta la presencia o ausencia de los síntomas típicos ya mencionados.

Y he aquí ejemplos prácticos propios de mi experiencia personal: hace unos días recibí la visita de una de mis hijas que radica en Austria, portaba un equipo con utensilios para realizar la prueba de antígeno proporcionadas por el gobierno austriaco de manera gratuita, para realizar la prueba como requisito para viajar por diferentes aeropuertos. Antes de regresar a Austria, sana y asintomática, aquí en casa, se hizo una prueba de antígeno, resultó negativa. No hay problema. En laboratorio local le costaría unos 500 pesos.

Hace unos meses, un sobrino sano y asintomático, para donar sangre le hicieron la prueba de antígeno con resultado positivo. Tuvo que permanecer unos 15 días, recomendables, con la sana distancia estricta. Nunca presentó síntomas, pero se consideró fuente de contagio. Le costó 500 pesos la prueba: y un estado de ánimo al borde la locura para él y su familia, por demás sin justificación razonable porque sin síntomas sugestivos de COVID no debió realizarse la prueba.

Y ya comenté en la entrega previa, que a 20 pacientes con síntomas sugestivos y con prueba de antígeno positiva se trataron con la sana distancia estricta, vigilancia de síntomas y tratamiento sintomático y que fallecieron dos de ellos, que no estaban graves y no necesitaban oxigenación, pero cambiaron de opinión y recibieron derivados de la cortisona en exceso — si acaso está permitida su aplicación en pacientes graves y a dosis mínima—. Uno de los fallecidos, en realidad tenía una crisis de asma de unos dos meses de evolución.

Espero aportar algunas ideas de como actuar ante la prueba de antígeno, con y sin síntomas, prueba con la que se esta provocando mucha confusión, pánico y daños graves por exceso de prescripción de fármacos completamente inefectivos para atacar directamente al virus de COVID y algunos de ellos nocivos y hasta mortales como la dexametasona. En el siguiente enlace se reafirma mi dicho.

https://unamglobal.unam.mx/usar-dexametasona-en-el-tratamiento-temprano-de-pacientes-con-covid-19-es-echarle-leña-al-fuego/

Lea Yatrogenia

Egresado de la Escuela de Medicina de la Universidad Veracruzana (1964-1968). En 1971, hizo un año de residencia en medicina interna en la clínica del IMSS de Torreón, Coahuila. Residencia en medicina interna en el Centro Médico Nacional del IMSS (1972-1974). Por diez años trabajó como médico internista en la clínica del IMSS en Poza Rica Veracruz (1975-1985). Lleva treinta y siete años de consulta privada en medicina interna (1975 a la fecha). Es colaborador del periódico La Opinión de Poza Rica con la columna Yatrogenia (daños provocados por el médico), de opinión médica y de orientación al público, publicada tres veces por semana desde 1986.

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