Realidad, ficción y trasfondo

¿Qué fue primero, realidad o ficción? Alguien pudiera decir que, lógicamente, la realidad, porque, a fin de cuentas, desde que abrimos los ojos, ésta nos rodea. Sin embargo, la interpretación de nuestra supuesta realidad bien puede justificarse desde un plano menos pragmático y más imaginativo. O qué explicación le da un bebé al vuelo de una mariposa… por no decir, de un avión.

Pero no es mi intención polemizar sobre la naturaleza filosófica de las cosas o el pensamiento humano. Nada de eso. De hecho, propongo hablar de literatura, o a propósito de literatura, que, de cierta forma, es la manera más artística que se me ocurre para nombrar a la realidad.

Estoy a punto de terminar la lectura de una preciosa trilogía llamada Falcó (Falcó, Eva y Sabotaje). Se trata de tres novelas escritas por Arturo Pérez-Reverte, quien no necesita mayores presentaciones y mucho menos que yo promueva sus creaciones. El argumento, aquí y hoy, es lo de menos. Ni siquiera vale la pena hablar de la maestría del escritor español con la pluma —o el teclado—, presente en estas pequeñas joyas literarias.

Lo que me interesa es demostrar cómo la ficción puede influir en —¿conducir a…?— su propio creador al punto de convertirlo a él mismo en personaje, pero un personaje que se mueve en este entorno que nosotros llamamos y reconocemos como nuestra realidad.

Resulta que Falcó es un espía que manifiesta sus habilidades y hace alarde de sus peripecias en la España herida por la guerra civil. No se trata de ninguna novedad. Es un recurso bastante socorrido, especialmente en la literatura producida desde mediados del siglo pasado y que ha tenido muchísima aceptación comercial en la centuria presente.

Combinar datos históricos con elementos ficticios es una receta que rara vez falla dentro de una novela. Cuando se hace bien, claro está. Y Pérez-Reverte cuenta con el talento y la experiencia necesarias para prepararla y sacar de ella un platillo narrativo exquisito.

Lo curioso es que, en cierta entrevista —pública en YouTube— el novelista confesó que no había estado interesado en escribir sobre la Guerra Civil Española, pero que las circunstancias actuales y la manipulación que se hace de la misma con fines políticos acomodaticios terminó por llevarlo a contradecirse a sí mismo y de ahí surgió su más reciente obra: Línea de fuego.

La justificación oficial —permítanme decir «real»— es esta. Sin embargo, ¿cuán absurdo sería afirmar que su inmersión en la trilogía Falcó y toda la imaginería que hubo de fomentar en su cerebro para crearla no terminó por adueñarse del escritor, del artista, del ser humano?

¿Un poco loco? Puede ser que sí. Sin embargo, más de un psicólogo pudiera estar de acuerdo conmigo o, para sonar menos presumido, pudiera sustentar con teorías mi conjetura.

Por supuesto, que sea válida la aclaración, seleccionar a Pérez-Reverte no pasa de ser un ejercicio caprichoso y medio arbitrario de mi parte. Se pueden encontrar ejemplos más convincentes. Pero es que, no lo niego, me gustó —me está gustando— la trilogía Falcó y si en ella la realidad se combina con la ficción, por qué no aceptar que la ficción también puede minar nuestra realidad.

De esta forma aquello que tomamos por milagros, fenómenos paranormales, brujería inclusive, podría encontrar una respuesta más simple y al alcance de todos los seres humanos.

Pero como no pretendo aportar soluciones, sino compartir mi hipótesis, vuelvo a repetir mi pregunta. ¿Qué fue primero, realidad o ficción?

La Habana, 1975. Escritor, editor y periodista. Es autor de los libros El nieto del lobo, (Pen)últimas palabras, A escondidas de la memoria e Historias de la corte sana. Textos suyos han aparecido en diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales. Actualmente es columnista de Espacio 4 y de la revista hispanoamericana de cultura Otrolunes.

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